viernes, 28 de abril de 2023

Nos sentimos tan unidos a Jesús que ya nuestro deseo es tener su misma vida, vivirle a El, y con El no puede haber muerte porque hay plenitud de amor

 


Nos sentimos tan unidos a Jesús que ya nuestro deseo es tener su misma vida, vivirle a El, y con El no puede haber muerte porque hay plenitud de amor

Hechos 9, 1-20; Sal 116; Juan 6, 52-59

Decimos que el don más preciado en la vida; de nada podríamos disfrutar si no tenemos vida, está claro; no queremos morir, daríamos lo que fuese por conseguir el no morir; incluso cuando algunas veces parece la vida nos castiga, se nos hace dura, queremos vivir, tenemos ansias de salir adelante, no nos resignamos ante la muerte, aunque nos parezca irremediable. ¿Cómo conseguir que la vida no se nos acabe? ¿Cómo hacer para que la muerte no tenga la ultima palabra? Todos queremos vivir.

Abrían puertas de esperanza las palabras de Jesús, porque tocaban la fibra más hondo que todos llevamos dentro en ese amor a la vida, pero al mismo tiempo les costaba a los judíos terminar de entender las palabras de Jesús. Hablaba Jesús un lenguaje humano, un lenguaje que trataba de conectar con nuestros deseos más profundos, nos estaba hablando de lo que todos deseamos, pero no llegaban a comprender del todo el significado de las imágenes que Jesús nos proponía para hacerse entender. Como siempre nos sucede nos quedamos en la ‘palabrita’, en su interpretación literal, no terminamos de alcanzar el significado que nos llevaba más allá de lo que incluso escuchamos. Nos sigue sucediendo.

Todo el mensaje del evangelio es una invitación a la vida, pero a darle un sentido nuevo a la vida, a darle profundidad a la vida. Y eso cuesta a veces, nos podemos quedar en lo superficial. Pero Jesús dice tajantemente y no se desdice que hay que comerle a El para tener vida para siempre.

Se me ocurre pensar, cuando amamos profundamente parece que nos queremos comer aquello que amamos, o a aquel a quien amamos. Pensemos en las expresiones de los enamorados cuando se manifiestan su amor, pensemos en la ternura de una madre con su niño pequeño que parece que se lo quiere comer, y el beso es como una expresión sensible de ese deseo.

Cuando Jesús nos dice que tenemos que comerle para tener vida para siempre, ¿no nos estará diciendo que así tenemos que amarle, así tenemos que sentirle, así tenemos que asimilar sus palabras y su vida? A Jesús nos sentimos tan unidos que ya nuestro deseo es tener su misma vida, vivirle a El, y con El no puede haber muerte porque hay amor. Cuando le amamos y entonces le vivimos a El entonces ya seremos distintos, ya lo que hacemos tendrá otra amplitud, otro sentido, otro valor, otra plenitud.

Qué importante que nos sintamos unidos a Jesús. Es lo que de verdad nos hace cristianos, porque ya no es nuestra vida sino la vida de Jesús que está en nosotros. Nos sentimos plenamente unidos a Jesús y de nosotros tienen que desaparecer todos los signos de muerte, estamos venciendo a la muerte, estamos aprendiendo a vivir para siempre. Quien vive a Jesús no permitirá jamás que el odio se apodere de su vida; quien vive a Jesús no podrá vestirse de falsedad, de mentira, de hipocresía; quien vive a Jesús jamás se encerrará en si mismo sino todo en él será donación de su mismo, será generosidad, será compartir, será hacer que reine la paz y la armonía. Pero tenemos que vivir unidos a Jesús.

Eso es comer a Jesús, vivir en la plenitud de su amor. Lo expresaremos con signos, y tenemos la Eucaristía que entonces decimos que es Cristo mismo que con su Cuerpo y con su Sangre nos alimenta; la Eucaristía es entonces para nosotros presencia viva de Jesús, presencia real de Jesús en nosotros, en nuestra vida, para nuestro mundo. Por eso quien ama de verdad a Jesús y quiere permanecer unido a Jesús no podrá vivir sin Eucaristía. Qué importante es para nosotros.

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