miércoles, 15 de marzo de 2023

El mandamiento del Señor tiene todo su sentido y sigue teniendo entonces todo su valor porque siempre nos llevará por caminos de justicia, de amor y de paz

 


El mandamiento del Señor tiene todo su sentido y sigue teniendo entonces todo su valor porque siempre nos llevará por caminos de justicia, de amor y de paz

Deuteronomio 4, 1. 5-9; Sal 147; Mateo 5, 17-19

Tenemos una fácil tendencia, no sé si nacida de nuestros orgullos y autosuficiencias, de que nos creemos que nosotros podemos hacer siempre las cosas mejor que los demás; parece que nunca fuera válido lo que otros hacen, lo que está establecido con la autoridad de los siglos o de la experiencia, y como tengamos oportunidad echamos abajo lo que otros han edificado, porque para nuestro entender, no vale y nosotros somos capaces de hacerlo mejor.

Es resultado muchas veces también de unas ideologías, que aun hablando mucho de democracia, se convierten en absolutismos, porque todo hay que hacerlo desde aquella ideología y de lo contrario no valdría para nada lo hecho anteriormente. Son los cambios constantes que vemos en la sociedad según sea el dirigente de turno, digámoslo así, y la destrucción que realmente poco nos hace avanzar, si negamos siempre la fortaleza de lo que siempre nos ha servido de cimiento. No es conservadurismo a ultranza, es sensatez y valentía para descubrir también lo bueno que han hecho otros. ¿Aprenderemos alguna vez?

Pero esto no es nuevo, es algo que ha estado en la aspiración de muchos a través de todos los tiempos; origen de revoluciones, de cambios y transformaciones, y que ha sido realmente el camino que a lo lago de los siglos hemos repetido una y otra vez, porque al final todos estamos repitiendo esas mismas cosas de no respetar ni valorar lo que los contrarios hacen o han hecho.

¿Qué estaba sucediendo en el entorno de Jesús? En su predicación veían algo nuevo, se despertaban muchas esperanzas también para una situación social que vivían con dureza en aquellos tiempos. Fácilmente el mensaje de Jesús podía tergiversarse también, por eso la idea que tenían de lo que había de ser y de hacer el Mesías. Es cierto que Jesús estaba pidiendo un cambio, pero que no era un cambio externo, sino que tenía que partir del corazón. La palabra conversión que Jesús proclamaba no era una revolución en que todo cambiase. Para algunos quizás incluso la ley Mosaica que era el fundamento del pueblo judío en todos los aspectos, podía parecer anticuada, mientras otros la recargaban con normas y preceptos que quizás podían hacerle perder su sentido más profundo. En las palabras de Jesús aventuraban un cambio.

Plantea, es cierto, un nuevo estilo y sentido de vida, una nueva forma de entender la relación con Dios pero también la relación con los demás. ¿Eso podría significar que habría que cambiar la ley de Moisés? Jesús tajantemente en el sermón del monte, donde precisamente nos está ofreciendo esa nueva visión, nos dice que El no ha venido a abolir la ley ni los profetas, El ha venido para llevarlo todo a la plenitud; y les habla de la importancia también de lo que nos parece pequeño, pero que será lo que en verdad nos hará grandes en el Reino de los cielos.

¿Podrían llevar a confusión estas palabras de Jesús? ¿Podrían llevarnos a confusión también a nosotros, los hombres y mujeres de nuestro tiempo, tan dados como somos a cambios así porque sí de las cosas? Jesús nos habla de plenitud, Jesús nos habla de encontrar el hondo sentido que tiene que tener todo; nos lo da la nueva visión que nos da de Dios, pero nos lo da también la visión que nos está dando de la persona, de toda persona, que siempre tiene que ser la importante y donde el respeto y el amor tiene que estar por encima de todo.

No es cumplir la ley como quien tiene un yugo atado sobre si y no le queda más remedio que caminar por donde le llevan; tiene que ser algo nuevo y distinto, es comprender el lugar que tiene que ocupar Dios en la vida de la persona, de toda persona, para comprender también el lugar del hombre, el lugar de la persona, de toda persona en mi vida. es mirarlo de otra manera, es descubrir su dignidad y su grandeza, es la valoración que hacemos siempre del otro, es el respeto que le tenemos, es la mano tendida para caminar juntos, es el sentir esos nuevos lazos de amor que nos acercan los unos a los otros y nos mantienen en una nueva comunión.

Y desde ahí nos daremos cuenta que el mandamiento del Señor tiene todo su sentido y sigue teniendo entonces todo su valor. En nombre de ese mandamiento del Señor nunca podremos humillar a nadie, nunca podremos cerrar nuestro corazón a su necesidad, nunca crearemos fosos y abismos que nos distancien, siempre estaremos tendiendo lazos y puentes que nos acerquen, siempre estaremos busco lo bueno, el bien, la verdad que nos llevará por caminos de justicia y de paz.

Y todo eso no tiene que estar cambiando a cada nuevo viento que nos llegue, todo eso va a ser el carril por donde siempre haré circular mi vida. Todo eso hará que en verdad estemos construyendo un mundo mejor. Es el Reino de Dios que Jesús nos anuncia y que viene a realizar.

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