miércoles, 8 de febrero de 2023

Una nueva perspectiva que nos ofrece Jesús para que vivamos de forma auténtica desterrando toda falsedad e hipocresía

 


Una nueva perspectiva que nos ofrece Jesús para que vivamos de forma auténtica desterrando toda falsedad e hipocresía

Génesis 2,4b-9.15-17; Sal 103; Marcos 7,14-23

Los cambios de perspectivas nos hacen ver en muchas ocasiones las cosas con ojos nuevos; podemos estar acostumbrados a ver un paisaje siempre desde el mismo lugar, pero por las circunstancias que sea un día nos trasladamos al lado contrario, que quizás no frecuentábamos descubrimos aquella panorámica, aquel paisaje que estábamos acostumbrados a verlo siempre del mismo sitio, ahora de forma distinta, haciéndonos observar detalles o lugares en los que nunca nos habíamos fijado. Nos parecen nuevas las cosas, son para nosotros como un lugar distinto.

En la vida no nos podemos encerrar en una idea, en una costumbre, en aquello que siempre decimos es que esto se ha hecho siempre así, sino que hemos de estar abiertos a lo nuevo que se nos puede ofrecer, por supuesto haciéndonos también nuestro juicio crítico para no tragarnos todo lo que se nos presente como nuevo como algo bueno, pero siempre dando paso a esa perspectiva nueva.

Es la mirada nueva que Jesús quiere que hagamos, es la novedad de su anuncio del Reino de Dios, es esa buena noticia, pero que además como noticia siempre es nueva, que nos ofrece cuando comienza su predicación. Las palabras de Jesús, es cierto, que dejaban descolados a muchos, para quienes la vida y la religión habían entrado en un camino de rutina y ya no se planteaban lo nuevo que Jesús nos pudiera ofrecer. Era, es cierto, un pueblo de tradiciones, pero si observamos la trayectoria de los profetas aparte de mantener con toda su fidelidad al Dios de la Alianza, siempre sin embargo estaban ofreciendo caminos nuevos para vivir esa fidelidad a Dios en las circunstancias concretas que en cada momento vivían.

Han venido a Jesús con el problema de la impureza o no de comer o no comer sin haberse lavado antes y Jesús quiere centrarlos en lo que verdaderamente es principal. El evangelio de hoy es continuación cierta del ayer escuchado. Y Jesús nos viene a hablar hoy de donde está la verdadera pureza o impureza de lo que hacemos. No es algo que podemos observarlo desde lo exterior, como si fueran las cosas las que nos hacen impuros.

Y nos viene a decir Jesús que la verdadera maldad del hombre, la mayor impureza, arranca del corazón del hombre. es ahí donde se anidan los malos deseos, es ahí donde tenemos el caldo de cultivo de nuestros orgullos y de nuestro amor propio, es ahí donde nace el egoísmo que nos hace insolidario, las envidias que nos llevan a las malquerencias hacia los demás, los resentimientos y los odios que terminan destruyéndonos a nosotros mismos.

Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón sino en el vientre y se echa en la letrina… Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro’.

Ahí tenemos las palabras de Jesús que no necesitan muchos comentarios. Es la nueva visión que Jesús quiere ofrecernos de cómo no tenemos que preocuparnos tanto de lavar los platos o las ollas por fuera, sino que es el interior del corazón del hombre lo que tenemos que purificar. Es la nueva perspectiva que Jesús quiere ofrecernos para que encontremos la verdadera autenticidad de la persona.

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