lunes, 13 de febrero de 2023

En lugar de pedir milagros para creer, la postura cómoda que muchas veces tomamos, vamos a confiar y a poner fe y podremos ver los milagros de Dios

 


En lugar de pedir milagros para creer, la postura cómoda que muchas veces tomamos, vamos a confiar y a poner fe y podremos ver los milagros de Dios

Génesis 4,1-15.25; Sal 49; Marcos 8, 11-13

Hay ocasiones en la vida en que estamos desconfiados de todo y de todos; nada nos convence, no nos agrada lo que nos dicen, siempre estaremos buscando un ‘pero’, algo que queremos ver en los otros para desconfiar. Y cuando entramos por ese camino nada que nos digan nos convencerá, y a lo que hagan siempre le estaremos viendo segundas intenciones que decimos nosotros que ellos ocultan por detrás. No ven, ni quieren ver. Y pretenderán hacérselo complicado a los que quieren confiar. Qué difícil estar con personas desconfiadas, que se vuelven recelosas, que hacen que las relaciones se agrían, que a la larga se aíslan o rompen la relación, porque actitudes así son difíciles de llevar.

Esto sucedía con algunos en torno a Jesús. Había, es cierto, mucha gente que confiaba, se veía entusiasmada con lo que Jesús les enseñaba, con lo que Jesús hacía; muchos decían que no habían visto cosa igual; muchos hablaban de que un profeta de Dios había aparecido en medio de ellos.

Pero no todos pensaban lo mismo de Jesús. Estaban aquellos a los que le parecía que Jesús venía rompiendo con todo y las tradiciones sacrosantas que habían mantenido se iban a perder; por su posición social, por la influencia que ellos tenían en medio del pueblo, porque eran los maestros de la ley, porque se consideraban unos dirigentes de Israel, quizá veían en peligro sus privilegios porque se daban cuenta que Jesús hablaba y actuaba de una distinta o como ellos enseñaban, o a como ellos querían que las cosas funcionaran, quizá en su beneficio. Jesús podía ser un estorbo.

Le hacían frente a Jesús, aunque no sabían cómo podrían convencer a la gente para que no se fuera con Jesús. Y sucedió lo que sucede tantas veces a través de los tiempos; hay que quitarlo de en medio, pero hay que hacerlo de una forma sutil; vamos a desprestigiarlo, a hacerle ver a la gente que no tiene el poder que se arroga (¿?) o que realmente no hay ninguna razón que nos convenza para creer en El. Si la gente ve que no responde a lo que le planteamos, dejarán de creer en El. Por eso su desconfianza, con todas sus consecuencias.

Es lo que hoy escuchamos. ‘Se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo’. No quieren ver ni entender los signos que Jesús iba realizando continuamente con sus milagros, las curaciones de los enfermos. ¿Qué signo del cielo es el que piden? Podríamos pensar que ni ellos mismos saben. En esta ocasión Jesús no responde a sus peticiones. Cuando hay malicia en el interior de la persona, si la persona no se quiere dejar curar, poco podemos hacer.

Jesús realiza signos de manera especial por la fe que tienen las personas. Siempre resaltará la fe, lo hemos escuchado repetidas veces a lo largo del evangelio; la fe de la mujer cananea, la fe de Jairo que pedía la salud de su niña, la fe del centurión, la fe de la mujer que sin decir nada se adelantó a tocar el manto de Jesús. Si no despertamos la fe en el corazón nunca podremos ver las obras de Dios, las señales del amor de Dios que se derrama en nuestras vidas, en nuestros corazones.

Quizá tendríamos que preguntarnos por nuestra fe; en lugar de pedir milagros para creer, porque esa es la postura cómoda que muchas veces tomamos, vamos a confiar, vamos a poner fe y los milagros de Dios se realizarán en nuestra vida. Dios se revela los que se hacen pequeños, a los que son humildes, a los que con capaces de sentir admiración por las obras de Dios. No vayamos por la vida como quien viene ya de vuelta de todo. Dejémonos sorprender por tantas maravillas que Dios va poniendo a nuestro paso. Y que esa sea también la actitud de confianza que tengamos en los demás.

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