sábado, 2 de julio de 2022

Nos falta alegría en la Iglesia, a los cristianos, todavía andamos con remiendos, o con odres viejos, y tenemos que vestir y vivir el traje nuevo del hombre nuevo del Evangelio

 


Nos falta alegría en la Iglesia, a los cristianos, todavía andamos con remiendos, o con odres viejos, y tenemos que vestir y vivir el traje nuevo del hombre nuevo del Evangelio

Amós 9, 11-15; Sal 84; Mateo 9, 14-17

A veces somos más conservadores de lo que queremos reconocer. En los muchos sentidos de la palabra. Queremos mantenernos en lo de siempre, si además siempre nos ha ido bien, para qué vamos a cambiar nos decimos; miramos para detrás en la vida y en la historia y a veces nos parece que fueron tiempos mejores, y ojalá pudiéramos volver a aquellas cosas que eran tan bonitas; aunque nos decimos modernos y queremos ser muy prácticos en lo que tenemos, en nuestra manera de vestir o de plantearnos la imagen de la vida, soñamos con suntuosidades, volvemos a fórmulas de antes porque nos parecen tan solemnes o tan fantasiosas, hasta cuando nos queremos divertir en nuestras fiestas somos capaces de resucitar viejos estilos y prendas que en verdad recuerdan otros tiempos pero que nos parecen tan suntuosas; y estamos hablando de generalidades, de las cosas comunes que tenemos o hacemos en la vida, pero no entremos en nuestros ritos y experiencias de religiosidad donde seguimos tan cargados de tradiciones y de expresiones solemnes que hasta nos hacen derramar alguna lágrima de emoción.

Cuánto nos cuesta una renovación; cuánto nos cuesta llegar a encontrar una autenticidad en aquello que hacemos o que vivimos y no quedarnos en la apariencia de lo suntuoso; cuánto nos cuesta llegar a dar una profunda vitalidad a lo que hacemos dejándonos en verdad conducir por la fuerza e inspiración del Espíritu.

Fue lo que le costó a mucha gente de su tiempo el aceptar el mensaje de Jesús. Pero nos sigue sucediendo hoy como en todos los tiempos. Hoy vemos que van reclamándo a Jesús por qué sus discípulos no ayunan como lo hacían los discípulos de Juan o los discípulos de los fariseos. Pero Jesús les responde que cómo van a andar vestidos de luto los amigos del novio cuando están participando en su boda; si están en la fiesta de la boda, todo tendrá que ser alegría, no tienen por qué estar tristes.

¿Qué nos quiere decir Jesús? El nos está enseñando el sentido nuevo que tiene la vida desde la vivencia del Reino de Dios que nos anuncia y que se ha de instaurar; la relación con Dios ha de tener un sentido nuevo; no podemos seguir viviendo bajo los temores que se manifestaban en la religión en el Antiguo Testamento, donde llegar a tener una experiencia de la visión de Dios parecía como que se tenía que morir. No era la relación de los hijos con el padre, sino era la relación desde el temor, por eso siempre había que estar haciendo cosas como para aplacar a Dios.

Pero ha venido quien nos ha redimido, quien ha derramado su sangre entregándose por nosotros para que tengamos vida y salvación. Derramará su sangre Jesús, la Sangre de la nueva Alianza, la Sangre de la Alianza nueva y eterna para que obtengamos el perdón de nuestros pecados. No estaremos ahora haciendo méritos, porque ya ha habido uno que nos ha merecido el perdón y la paz para nuestros corazones. ¿Por qué envolver con colgaduras de tristeza todo lo que significa religión, relación con Dios?

¿No andaremos todavía nosotros en nuestras expresiones religiosas con ese tipo de colgaduras? ¿Vivimos en verdad la alegría de la fiesta en nuestras celebraciones cristianas y en todo lo que es la vida del cristiano? ¿Seguiremos aun con las colgaduras negras de la tristeza y del llanto? Os confieso algo que me llegó a lo hondo del corazón y me llenó de satisfacción grande; fue tras la celebración de unas primeras comuniones cuando un señor, que había sido invitado por una familia a dicha celebración, se me acercó y me dijo para felicitarme, ‘la celebración de la primera comunión de estos niños fue una verdadera fiesta, así lo estaban viviendo los niños y así lo he estado viviendo yo’, me decía.


Tenemos que reavivar nuestra fe y la vivencia de nuestro ser cristiano para vivirla con alegría, para llenarnos de alegría y con ella contagiar a cuantos nos rodean. Tenemos que desterrar esas colgaduras con las que queremos a veces expresar nuestras suntuosidades, para darle auténtico sentido a aquello que vivimos y que celebramos.
 

Nos falta alegría en la Iglesia, nos falta alegría a los cristianos. Todavía andamos con remiendos, o con odres viejos, y tenemos que vestir y vivir el traje nuevo del hombre nuevo del Evangelio, como termina diciéndonos hoy Jesús. ‘A vino nuevo, odres nuevos’. Por algo tenemos el Espíritu de Jesús con nosotros; dejémonos conducir por El.

viernes, 1 de julio de 2022

El relato del evangelio nos interpela y nos interroga para analizar bien a quienes escogemos como compañeros de camino también en la vida de nuestras comunidades

 


El relato del evangelio nos interpela y nos interroga para analizar bien a quienes escogemos como compañeros de camino también en la vida de nuestras comunidades

Amós 8,4-6.9-12; Sal. 118; Mateo 9,9-13

Seguimos llevándonos por las apariencias. Aunque digamos que no, que no discriminamos a nadie. Pero pensemos a los amigos que vamos a llevar con nosotros si queremos emprender un camino; pensemos a quien escogemos si vamos a realizar una tarea ardua en la que se pueden poner en juego muchas cosas y que de alguna manera podría marcar un futuro; pensemos en los cuestionamientos que nos hacemos si hay una tarea social en nuestro entorno en la que podríamos participar, pero para ver qué clase de personas son las que van a participar.

Y pensemos en las ciertas reticencias o desconfianzas que no las decimos pero las tenemos por dentro ante un inmigrante, un latino que haya venido de América, alguien que haya llegado de más allá de las fronteras de Europa, o una persona de color que haya llegado a nuestras tierras, ya fuera en patera o por cualquier otro medio; y vemos a la hija que se ha hecho muy amigable de aquel muchachito de color y comenzamos a preguntarnos de donde viene, y quien es, y qué hace, y no se cuántas cosas más… De muchas maneras, sutiles muchas veces, seguimos llevándonos por las apariencias.

Sucede hoy como ha sucedido siempre, pero no significa que ésas tengan que ser nuestras posturas. La elección que Jesús hace en aquella ocasión de alguien a quien invita a seguirle produce muchos comentarios, o en una palabra, no era bien vista por todos, como no lo eran las compañías de las que se rodeaba Jesús.

En lo que hoy nos relata el evangelio vemos que Jesús al pasar por delante de la garita de un recaudador de impuestos, se detiene e invita a aquel hombre al que todos consideraban un publicano para seguirle y para estar con El. Leví está allí en sus tareas de cobrador de impuestos, de cambista o prestamista que era algo que iba unido en aquella profesión y pasó Jesús le dijo ‘Sígueme’, y nos dice que ‘se levantó y lo siguió’.

Podría haber tenido otros criterios Jesús en la elección de sus seguidores, y sobre todo de aquellos que luego de una manera especial iba a llamar para ser los apóstoles. Como un día se había detenido al pie de aquella higuera para decirle al que estaba escondido entre sus ramas que quería hospedarse en su casa, y era también un publicano.

Los fariseos, los maestros de la ley eso no lo entienden ni lo entenderán nunca. ‘Vuestro maestro come con publicanos y pecadores’, les echarán en cara a los discípulos de Jesús. ¿Cómo es que os mezcláis con tan variada gente sin mirar a quien Jesús está escogiendo?, podría ser la consideración que de alguna manera en su crítica le estaban haciendo. ¿Es que también vosotros os mezcláis con todos, sea quien sea?

Quizá sea una consideración que aun nosotros llevamos en nuestro interior. Algunas veces seguimos sin entender, o no nos atrevemos a dar el paso a la manera de Jesús. Tenemos que ser sinceros con aquellas consideraciones que nos hacíamos para comenzar esta reflexión. Tendríamos que analizarlo en nuestras actitudes personales, en las cosas que realizamos y que no les damos importancia, pero que de alguna manera ocultan esas discriminaciones que tantas veces en la vida vamos haciendo.

Tendríamos que analizarlo en nuestro actuar como iglesia en nuestras comunidades, porque quizá seguimos reservando puestos de honor, porque quizás seguimos dejando a la puerta aquellas personas que no nos agradan, porque quizá aun no todos se sienten a gusto en nuestras comunidades porque notan ciertas miradas quizá compasivas, pero que no siempre son las miradas limpias y llenas de amor de quienes sabemos acogernos los unos a los otros.

El relato del evangelio nos interpela, nos interroga por dentro; no nos quedemos en juzgar las actitudes de las gentes en los tiempos de Jesús sino que ahí tenemos que ver cómo eso quizá se está reflejando de alguna manera en nuestras actitudes o en nuestra manera de actuar. El relato nos anima a abrir los ojos con una mirada nueva y distinta, a que evitemos esas miradas superficiales con las que vamos tantas veces en la vida, fijándonos solo en apariencias, buscando honores o reconocimientos, pero no teniendo la apertura de corazón que nos pide Jesús. Sepamos descubrir el misterio de Dios que se oculta en cada persona y aprendamos entonces a amarla de verdad.

jueves, 30 de junio de 2022

No todos entienden que los milagros son signos de lo nuevo que Jesús nos ofrece, esa transformación de nuestra vida, el perdón como auténtica liberación interior

 


No todos entienden que los milagros son signos de lo nuevo que Jesús nos ofrece, esa transformación de nuestra vida, el perdón como auténtica liberación interior

Amós 7, 10-17; Sal 18; Mateo 9, 1-8

¿Por qué siempre tenemos que estar con la mosca detrás de la oreja, llenos de desconfianza y de sospechas ante lo que hacen los demás? Siembra desconfianza y harás que todo se vea con ojos torcidos, con ojos turbios. Ya puede ser la cosa más buena del mundo lo que hace el otro, que siempre estarás viendo una segunda intención, tu mirada estará llena de malicia, y no serás capaz de admirar lo bueno y lo bello que puedan hacer los demás.

Así andaban algunos con Jesús. Algunos no lo veían con buenos ojos. La gente sencilla habitualmente se admiraba de las cosas que Jesús hacía y sabía descubrir las maravillas de Dios, aunque también podían ser manipulables y un día a los que ahora todo eran alabanzas podían volverlos en contra. Así andaban los principales del pueblo en contra de Jesús; ¿podían ver en peligro los privilegios que se habían arrogado para su dominio y manipulación de los demás? ¿Estaban anquilosados en sus viejas rutinas y tradiciones y no eran capaces de descubrir la novedad que Jesús les presentaba del sentido del Reino de Dios? Por eso, mientras unos alaban y bendicen a Dios porque están contemplando su gloria en las obras de Jesús, otros lo tienen por blasfemo y podríamos decir que iban acumulando cosas para el día en que presentaran acusaciones contra El, porque había que quitarlo de en medio.

Es lo que sucede en este episodio que nos narra hoy el evangelio. Se están manifestando los signos de que el Reino de Dios ha llegado y viene a hacerlo todo nuevo, pero la postura de aquellos fariseos y letrados es ponerse como enfrente para observar, para juzgar, para condenar. ¿Será lo que algunas veces nosotros podemos hacer cuando estamos siempre en actitud crítica y no somos capaces de reconocer lo bueno?

Unos hombres vienen portando en una camilla a un paralítico para que Jesús lo cure. El relato de los otros evangelistas nos hablará de las dificultades para llegar a los pies de Jesús y las iniciativas que toman. Mateo simplemente nos dice que lo pusieron a los pies de Jesús. Y Jesús vio la fe de aquellos hombres. Descubrir la fe de los sencillos, como tenemos que saber hacerlo sin prejuicios ni suposiciones. No era fanatismo, era la fe de aquellos hombres lo que Jesús valora. Y allí se va a manifestar que llega el Reino de Dios. Jesús cura, pero cura desde lo más hondo. Por eso sus palabras primeras son ‘tus pecados quedan perdonados’.

Cuando reconocemos en verdad que Jesús es el Señor estamos expresando nuestra fe en el Reino de Dios; cuando reconocemos que Jesús es el Señor nuestras vida se transforma, se liberan de todo el mal más hondo que pueda haber en ella. No importa ya si nuestros miembros se ven liberados de sus limitaciones, si nuestras piernas comienzan a caminar o caen las escamas de la ceguera de nuestros ojos. Lo importante es esa liberación interior que nos trae la paz, ese perdón de Dios que nos llena de nueva vida. Es la forma de decir que el Reino de Dios está cerca. Esos signos externos manifestarán lo más hondo que se produce en nosotros, ese perdón, esa liberación, esa vida nueva que comenzamos a vivir.

No todos lo entienden. No todos entienden que los milagros son signos de lo nuevo que Jesús nos ofrece, esa transformación de nuestra vida; no todos entienden este tema del perdón como auténtica liberación interior, y nos podemos quedar en un mero rito, como se podían quedar aquellos hombres solo con lo externo de la curación. Pero Jesús nos está manifestando esa auténtica liberación de nuestra vida con su poder. No todos lo entienden, por allí andan los que dirán que está blasfemando porque el perdón es solo cosa de Dios. Pero Jesús nos esta diciendo que también el perdón es cosa nuestra, que podemos y tenemos que ofrecer perdón para que los corazones se llenen de paz. Cuánto nos cuesta entenderlo también.

Ante los pensamientos perversos de los que estaban allí acechando Jesús manifiesta que sí tiene ese poder del perdón. ¿Quién puede dar la vida sino Dios? Y es lo que Jesús nos ofrece, ha dado su vida para que nosotros tengamos vida. ‘¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y echa a andar? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados —entonces dice al paralítico—: Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa. Y aquel hombre cargó con su camilla y fue a su casa.

¿Qué hacemos o qué decimos nosotros? ¿Buscamos también esa liberación, ese perdón y esa paz que Jesús nos puede ofrecer? ¿Andaremos también con nuestras desconfianzas y nuestra falta de fe?

miércoles, 29 de junio de 2022

Habrá que renovar y reavivar de nuevo ese momento de encuentro con Cristo para que de nuevo caldeemos nuestro espíritu y lo pongamos en verdadera sintonía de amor


Habrá que renovar y reavivar de nuevo ese momento de encuentro con Cristo para que de nuevo caldeemos nuestro espíritu y lo pongamos en verdadera sintonía de amor

Hechos 12, 1-11; Sal 33; 2Timoteo 4, 6-8. 17-18; Mateo 16, 13-19

Hay momentos que resultan transcendentales en la vida de una persona, encuentros con alguien que nos cautiva y no pensamos ya en lo físico sino porque encontramos en esa persona algo que nos llama la atención, algo que nos hace plantearnos las cosas de otra manera, algo que nos hace dar un viraje a nuestra existencia. Una palabra, una mirada, un gesto que nos llama la atención, una cercanía que no encontramos en otro lugar, nos hace persistir en aquella amistad, en aquella nueva sintonía que ha surgido en lo más hondo, aunque también haya momentos en los que dudamos o hasta nos echamos para detrás. Pero siempre vamos a encontrar aquella mirada que nos invita a seguir caminando, a levantarnos porque con esa persona junto a nosotros sabemos que todo puede ser distinto, todo va a ser distinto.

Aquel pescador del lago de Tiberíades hubiera pasado el resto de su vida en el anonimato y quizá no hubiera destacado en nada especial. Es cierto que era trabajador y muy impulsivo, pero su corazón latía con fuerza en su propia dirección en sus intereses hasta que encontró una nueva sintonía, en una mirada, en una llamada, en un encuentro en el que sintió desde el primer momento que confiaban en él.

La palabra de su hermano Andrés, a pesar de sus reticencias, le había hecho ir al encuentro con Jesús, pero desde el primer momento sintió que había algo especial, porque sin conocerle ya le anunciaba que algo grande podría suceder en su vida. Y aunque manteniendo su trabajo con las redes en aquel lago había ido acercándose a Jesús. Con El se sentía invitado a algo nuevo, le anunciaba que otra sería su pesca cuando pasaba Jesús junto a ellos en las playas de aquel lago.

Y tras aquel momento en que él también había confiado en la palabra de Jesús, pues en su nombre había echado las redes cuando sabía que no había pescado, se había encontrado que en verdad algo nuevo había en Jesús pues la pesca había sido muy abundante. Entonces se sintió pequeño y pecador y casi quería irse lejos porque descubría que el misterio de Dios se manifestaba en Jesús. Pero Jesús le había dicho que en adelante sería pescador de otros mares, con otras redes, porque seria pescador de hombres.

Ya para entonces sus caminos serían los caminos de Jesús. Con Jesús recorrería las aldeas y poblaciones de Galilea y con Jesús subiría a Jerusalén. Su casa, por no decir su corazón, había comenzado a ser la casa de Jesús, pues en Cafarnaún se había establecido. Se sentía especialmente guiado por Jesús, porque a El y a otros que había llamado para conformar el grupo de los Doce les enseñaba las cosas del Reino de manera especial.

En aquellos caminos por los alrededores de Galilea, fuera casi de sus fronteras, allá en las fuentes del Jordán, había llegado un momento importante. Jesús hacía una encuesta, qué piensa la gente, qué pensáis vosotros del Hijo del hombre. Tras las generalidades que recogían las expresiones que les escuchaban a la gente, será Simón Pedro el que se adelante para dar la respuesta. ‘Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo’. Y ahora había sido la confirmación de la promesa que se vislumbrara en aquel primer encuentro, porque Jesús le dirá, ‘Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia’.

Ya Pedro no veía sino por los ojos de Jesús, aunque hubiera momentos en que no entendiera del todo las palabras y los anuncios de Jesús. Había hablado Jesús de una nueva Pascua, porque había hablado de entrega y de muerte por amor, pero eso Pedro no lo podía entender, ni él quería tampoco permitirlo. ‘Eso no puede pasarte a ti’, aunque Jesús lo aparte a un lado como si fuera una tentación.

Pero seguía con Jesús, seguía empapándose de Jesús. En otro momento de crisis cuando incluso la gente abandona porque no entienden las palabras de Jesús, allá en la sinagoga de Cafarnaún cuando lo del pan de Vida, lo del pan bajado del cielo y lo de comer su carne, será Pedro el que responderá que a donde van a ir si solo Jesús tiene palabras de vida eterna. Lo había encontrado todo en Jesús aunque en su audacia por estar cerca de Jesús, incluso después del prendimiento, dudará y se acobardará ante las palabras y preguntas de unos sirvientes porque ahora sí teme que a él le pueda pasar lo mismo.

Pero la mirada al paso de Jesús le había hecho comprender el error de aquel momento de debilidad, y más será cuando en un nuevo encuentro con Jesús, de nuevo junto al mar de Galilea, a pesar de su caída, Jesús le dirá que solo importa que le ame y que le siga amando. Sería pescador de nuevos mares, sería pastor de nuevos rebajos, ovejas y corderos que Jesús confiaba, seguía confiando a su cuidado.

Y todo había comenzado en un momento, en un encuentro, en una mirada quizás, en un sentir que alguien ya desde el primer momento confiaba en él. Bástenos en esta fiesta de san Pedro hacer este rápido de recorrido para que también nosotros nos hagamos preguntas. Un recorrido semejante podríamos hacer con aquel Saulo que un día se encontró con aquel Jesús a quien en este caso perseguía en el camino de Damasco. Desde ese encuentro también todo había sido distinto, porque ya luego no seria Saulo sino Pablo que se convertiría en el apóstol de los gentiles, y quien diría que su vivir era Cristo y nada más. También hoy lo recordamos y lo celebramos.

¿Cuál ha sido nuestro momento de encuentro con Cristo? No puede ser que simplemente nos hayamos acostumbrado a ser o a llamarnos cristianos desde siempre. Tenemos que detenernos un poco, pararnos a pensar en ese momento que habrá sido decisivo en nuestra vida para mantenernos firmes en nuestra fe y que se habrá convertido en ese motor, en esa brújula de nuestra existencia.

Habrá quizá que renovar y reavivar de nuevo ese momento para que de nuevo caldeemos nuestro espíritu para que lo pongamos en verdadera sintonía de amor. Como a Pedro, porque nosotros hemos sido y somos también muy débiles, Jesús nos está diciendo que con solo nuestro amor basta. Queremos seguir amando, queremos intensificar nuestro amor, queremos decirle también como Pedro, ‘Tú, Señor, lo sabes todo, Tú sabes que te amo’.


martes, 28 de junio de 2022

No es Jesús el que está durmiendo en medio de nuestras tormentas, somos nosotros los que hemos adormilado nuestra fe y no somos capaces de vivir su presencia

 


No es Jesús el que está durmiendo en medio de nuestras tormentas, somos nosotros los que hemos adormilado nuestra fe y no somos capaces de vivir su presencia

Amós 3, 1-8; 4, 11-12; Sal 5; Mateo 8, 23-27

Cómo desearíamos que la vida fuera una travesía tranquila, sin sobresaltos, sin peligros inesperados, sin momentos de zozobra, que tantas veces nos aparecen y nos llenan de dudas y agobios y nos hace en ocasiones sentirnos desorientados y perdidos. La vida es lo que es, como se suele decir. En la vida de cada día se conjugan muchos factores y hacen que surjan dificultades, es el encuentro y el camino de muchas personas diferentes muchas veces con distintas perspectivas y eso nos desorienta y vienen los peligros de pérdida de rumbo y de sentido, y muchas veces parezca que nos encontramos en medio de una fuerte tormenta. ¿Quién no ha pasado por esos momentos de congoja? ¿Momentos en que nos sentimos perdidos y perdemos toda esperanza? ¿A quién gritamos para hacernos salir de esas situaciones?

Es el camino de la vida con problemas personales, problemas familiares, tropiezos que podemos tener con los demás, dificultades en el trabajo o que nuestros proyectos salgan adelante, o son las inseguridades interiores en que nos podemos encontrar porque quizá no pusimos unos cimientos firmes al edificio de la vida, o porque no encontramos ese ancla que nos dé seguridad en medio de los combates. Y viene el cómo se nos revuelve la fe y todo se nos hace oscuridades, vienen las dudas en aquellas cosas en que nos apoyábamos y que parece que ahora no nos dan seguridad, y viene hasta la desconfianza en Dios y en que esté a nuestro lado para ayudarnos.

Hoy el evangelio nos habla de una travesía de Jesús y sus discípulos atravesando el lago de Tiberíades o mar de Galilea como también se le suele llamar; un lago aparentemente tranquilo, en fin de cuentas no es un mar abierto donde pudieran surgir malas corrientes y tempestades. Pero en aquel tranquilo lago, dado la cercanía de las montañas del Hermón, muchas veces se producían esas tormentas.

Lo que hoy parecía una travesía tranquila, casi para descansar – Jesús se había dormido sobre un almohadón a popa -, se convirtió en una fuerte tormenta. Aunque eran pescadores acostumbrados a navegar por aquellas aguas, ahora se llenaron de temor y tenían miedo de que la barca se hundiera. Parecía que tampoco les daba seguridad de que Jesús estuviera con ellos, pues estaba tan profundamente dormido que ni el vendaval lo despertaba. Y a El acudieron gritándole y suplicándole, ‘Señor, sálvanos que perecemos’.

Jesús estaba dormido, o muchas veces nosotros los hemos dejado dormido, porque nos hemos ido acostumbrando a ir caminando por la vida que poco contamos con El; nos vamos resolviendo nosotros los problemas, y nos creemos autosuficientes; perdemos el sentido trascendente de nuestra vida y ya ni nos damos cuenta de su presencia junto a nosotros; aunque decimos que no hemos dejado de ser creyentes, nos hemos acostumbrado a hacer la vida como si El no estuviera, a ir construyendo nuestra vida sin Dios contagiándonos del espíritu de ese mundo que nos rodea, un mundo sin Dios.

¿Tendremos que despertar a Jesús o más bien tendríamos que despertarnos nosotros? Es cierto, vamos como adormilados por la vida; quizás nos creemos que porque un día optamos por seguir a Jesús ya todos nuestros problemas estaban resueltos y nada nos podía pasar. Estar con Jesús, querer seguir el camino de Jesús no significa que no vayamos a tener problemas o dificultades; lo sí es cierto que habiendo optado por Jesús y queriendo contar con El siempre, sabemos que su presencia, su fuerza y su gracia no nos va a faltar para esa luchas que hemos de mantener, para ese esfuerzo que hemos de hacer por superarnos, para encontrar esa luz que nos ilumine y nos haga encontrar caminos y salidas.

‘¡Hombres de poca fe!’, les dice Jesús y nos dirá a nosotros también. Despertemos esa fe, despertemos esa vida, busquemos esa luz, sintamos esa presencia que es regalo de gracia para nosotros, no temamos porque con nosotros está.

lunes, 27 de junio de 2022

Qué libertad de espíritu sentimos en nuestro interior cuando nos despojamos de todos los innecesarios apegos del corazón y sabremos lo que es la verdadera felicidad

 


Qué libertad de espíritu sentimos en nuestro interior cuando nos despojamos de todos los innecesarios apegos del corazón y sabremos lo que es la verdadera felicidad

Amós 2,6-10.13-16; Sal. 49; Mateo 8, 18-22

Siempre andamos buscando seguridades, garantías; no nos gusta arriesgarnos; si tenemos que hacerlo que haya algunas garantías de que las cosas no me van a salir mal, que no voy a salir perjudicado; todo muy seguro, todo atado y bien atado. Será lo que intentamos en nuestros juegos, pero también en las cosas más serias como nuestros negocios; pero cuando la vida va con cierta normalidad y tenemos garantizadas nuestras seguridades, si algo nuevo se nos ofrece, tenemos que saber bien lo que vamos a hacer y las garantías que nos puedan dar.

Y andamos haciéndonos nuestras reservas y nuestras previsiones, previsión de futuro decimos en tantas cosas; y no es simplemente la previsión de la seguridad social o el futuro de unas pensiones sino que en aquello bueno que hacemos o intentamos hacer también queremos esas garantías. ¿Será la búsqueda de una recompensa por lo que hacemos? pero es que hasta en la hora de la generosidad siempre estamos pensando hasta dónde podemos llegar, porque no nos vamos a quedar sin nada. Qué complicado es todo esto.

Se nos complica, por decirlo así, cuando viene Jesús y nos invita a seguirle, o nosotros en un momento de fervor decimos que queremos seguirle, y nos dice que no tendremos donde reclinar la cabeza. Y se nos pone de modelo El. ‘Las raposas tienen sus madrigueras, y los pájaros tienen sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza’. ¿Es que eso es lo que vamos a obtener si respondemos a su llamada y optamos por seguirle?

Y a otro que anda preocupado de cómo andan las cosas por su casa o por su familia, que si tiene que ir a enterrar a su padre que ha muerto, le dice tajantemente que los muertos se encarguen de los muertos. ¿Podría parecer inhumano? Ya algunos dirán que dura es su doctrina; algunos cuando Jesús les pide que sean capaces de vender lo que tienen para repartir su dinero entre los pobres, dan la media vuelta y se marchan, a pesar de que hasta entonces habían manifestado una grandeza de corazón intentando ser fieles y cumplidores, pero a eso no están dispuestos, como le sucedió a aquel joven rico.

¿Es así de radical el Reino de Dios? ¿Es así de radical el seguimiento de Jesús? Nos asusta. Pero Jesús a nosotros también nos dice: ‘Tú, sígueme’. Optar por el Reino de Dios no es cualquier cosa. Mucha tiene que ser la transformación que se haga de la vida para hacer que en verdad sea Dios el centro de nuestra vida. ¿No decimos que es nuestro rey? ¿No decimos que es el Señor? Nos dirá que no podemos servir a dos señores.

Es poner las cosas en su sitio. Es buscar en verdad lo que es lo primero y lo importante y convertirlo en nuestro centro. ‘Buscad el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura’, nos dirá en otro momento. No es abandonar así porque sí, es buscar lo primordial. Porque no quiere que andemos con amarguras, nos quiere felices, pero cuando vivimos con ataduras no podremos ser felices porque nuestro corazón estará apegado a aquellas cosas de manera que si le faltan parecería que le habían arrancado un trozo del corazón.

Es lo que pasa cuando nos estamos haciendo reservas, parecería que esas reservas son lo importante. ¿Dónde está la disponibilidad y la generosidad? Qué libertad de espíritu sentimos en nuestro interior cuando nos despojamos de todo lo innecesario y nos arrancamos esos apegos en el corazón. Sabremos entonces lo que es la verdadera felicidad.

domingo, 26 de junio de 2022

El Reino de Dios es el camino nuevo que hemos de aprender a seguir, camino de amor y de desprendimiento, en el que sentiremos la alegría de la verdadera libertad

 


El Reino de Dios es el camino nuevo que hemos de aprender a seguir, camino de amor y de desprendimiento, en el que sentiremos la alegría de la verdadera libertad

1Reyes 19, 16b. 19-21; Sal 15; Gálatas 5, 1. 13-18;  Lucas 9, 51-62

¿Qué nos suele pasar cuando nos rechazan? Decíamos que íbamos con buena voluntad, que queríamos hacer las cosas bien, nuestro afán era bueno y lo que pretendíamos es ayudar, o quizá en un momento determinado simplemente que nos escucharán lo que teníamos que decirle… pero nos rechazaron, nos sentimos heridos, ofendidos, despreciados o minusvalorados, y reaccionamos porque apareció el amor propio, nuestro orgullo personal y no fuimos capaces de superar aquella situación, apareció el rechazo también airado por nuestra parte, aparece fácilmente la violencia. Son cosas que nos suceden todos los días; y encendemos espirales que son difíciles de detener.

Así nos estamos construyendo nuestro mundo. No hemos sabido simplemente disfrutar de lo bueno que ofrecíamos, aunque la reacción fuera negativa. Son las rupturas de los amigos que se hacen irreconciliables; son los malentendidos que aparecen entre compañeros de trabajo que hará que ya nos miremos mal para siempre; serán las desconfianzas con que miramos a los que viven a nuestro lado porque un día no supieron apreciar algo que le ofrecimos y se lo tomaron a mal y de ahí nacieron distanciamientos y enemistades, son tantas cosas en este sentido con que nos vamos encontrando día a día. Cuántos sufrimientos que se generan.

¿Cuál sería nuestra manera de actuar madura? La persona madura aunque se sienta herida sabe curar sus heridas; la persona madura siente la satisfacción de lo que hace y es como una oferta o un regalo que quiere hacer al otro con su actuar; la persona madura orienta su vida desde otros criterios con los que siempre quiere buscar la paz. Es difícil, nos cuesta; nos es más fácil simplemente dejarnos llevar.

El evangelio nos está contando un episodio que les sucedió a los discípulos de Jesús mientras atravesaban Samaria en su subida a Jerusalén. Buscaban alojamiento y comida y simplemente porque se dirigían a Jerusalén fueron rechazados. Mucho tenían que aprender en aquella subida que estaba emprendiendo de camino con Jesús. Su reacción primaria es la que suele surgir con demasiada frecuencia en casos así. Allí estaban indignados los discípulos contándoselo a Jesús y rogándole que hiciera bajar fuego del cielo sobre aquellos malvados.

Pero ese no es el actuar de Jesús, esos no son los criterios de Jesús. Ya nos había enseñado a amar a los enemigos, rezar por los que nos odian y persiguen, poner la otra mejilla, pero nunca responder con violencia encendiendo esa espiral tan terrible que no sabemos donde va a terminar. San Pablo nos dirá hoy que si nos mordemos y devoramos los unos a los otros, terminaremos destruyéndonos. El evangelio nos dice que Jesús se volvió y los regañó y se marcharon a otra aldea.

Una manera de no recordar – eso que decimos tantas veces que perdonamos pero no olvidamos -, una manera de poner paz en los brotes de violencia y romper la espiral que se podría crear, una forma de decirnos cómo tenemos que saber superarnos y dominar nuestros impulsos, un forma de ir creciendo y madurando como personas y como cristianos. Es el testimonio que tenemos que saber dar y haremos que nuestro mundo sea mejor.

Sigue Jesús su camino de subida a Jerusalén y en el camino se le van agregando muchos nuevos seguidores. Pero Jesús quiere hacernos ver que el camino no es sencillo, que tiene sus exigencias, que necesitamos aprender lo que es la radicalidad de la disponibilidad, del servicio y del amor, que tenemos que calibrar bien en la vida lo que es verdaderamente importante y por lo que tendríamos que llegar a saber dar la vida por ello. Un camino de aprendizaje para los que quieren en verdad ser sus discípulos, como ya habíamos mencionado.

Algunos impulsivamente en decisión que toman por si mismos quieren seguir a Jesús; otros serán invitados por Jesús para seguirle para haciéndoles ver siempre las consecuencias de ese seguimiento. Porque lo de seguir a Jesús no es aquello de querer nadar y guardar la ropa al mismo tiempo, tiene sus riesgos, se necesita una disponibilidad y un espíritu de servicio hasta el sacrificio, es necesario estar dispuestos, como nos dirá en otros momentos, a negarse a sí mismo. Siempre con alegría en el corazón, porque a quien tiene a Jesús no le puede faltar la alegría.

‘Las zorras tienen madriguera y los pájaros, nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza’ le dirá a uno que está dispuesto en su entusiasmo a seguir a donde quiera que vaya. Como un día Pedro dirá que está dispuesto a todo y hasta a dar la vida por Jesús.

Y al que le está pidiendo que le deje atender a sus cosas y asuntos familiares antes de seguirle, le dirá que cuando se opta por seguir su camino se escoge un camino de vida y no de muerte; al que todavía le quedan lazos con las cosas de este mundo le hablará de un camino de libertad y de mirada hacia delante y que tenemos que saber desprendernos de todo tipo de ataduras, porque quien siempre está mirando hacia atrás, hacia esos apegos no sabrá descubrir la meta grande que tiene por delante.

Es el camino del Reino de Dios, es el camino nuevo que hemos de aprender a seguir, es el camino del amor y del desprendimiento, es el camino en que nos encontraremos con la verdad que nos hará en verdad libres.

Aquí tendríamos que mirarnos y preguntarnos muchas cosas. Seguro que a lo largo de la reflexión ya han ido surgiendo en nuestro interior. ¿En verdad estamos dispuestos a seguir el camino de Jesús? ¿Seremos capaces de optar con valentía por esos nuevos valores que Jesús nos está ofreciendo? ¿Aprenderemos a disfrutar de la libertad que se nos da y podemos sentir en lo más hondo de nosotros mismos cuando optamos por el camino del amor y del servicio?