sábado, 31 de diciembre de 2022

Despertemos a la luz, despertemos a la vida, quienes la han recibido, han recibido el poder ser hijos de Dios, iluminados vayamos a llevar la luz a los demás

 

Despertemos a la luz, despertemos a la vida, quienes la han recibido, han recibido el poder ser hijos de Dios, iluminados vayamos a llevar la luz a los demás

1Juan 2, 18-21; Sal 95; Juan 1, 1-18

Aquella mujer se había encerrado en un cuarto oscuro y tenía también cerradas todas las puertas y ventanas por donde pudiera entrar un rayo de luz; cuando la encontraron así lo primero que quisieron hacer era abrir las ventanas, encender las luces pero aquella mujer no se los permitió de ninguna manera. ¿Qué le sucedía? ¿Le hacía daño la luz a sus ojos? Algunas enfermedades pueden producir ese efecto, ese daño y esas personas no soportan la luz. ¿O es que se había acostumbrado a aquel mundo de tinieblas y eso le bastaba a ella y no necesitaba otra cosa? Resultaba incomprensible para quienes con buena voluntad querían ofrecerle los resplandores de la luz. Nos parece que un mundo de sombras es incomprensible, imposible de vivir.

Hablando en lenguaje figurado ¿no nos encontraremos también en la vida quienes rechazan la luz? El que no quiere saber, no quiere adquirir conocimientos, el que prefiere no enterarse, el que no busca la verdad, el que solo se busca a sí mismo y solo quiere ser luz para sí, el que quiere vivir aislado en la vida y no soporta que nadie le pueda decir algo, darle una orientación, el que prefiere la maldad de su corazón con sus desconfianzas, sus sospechas, sus juicios condenatorios, el que rechaza la fe. Nos puede suceder que estemos prefiriendo las tinieblas.

No nos puede resultar extraño esto, no nos puede resultar extraña la actitud de aquella mujer que prefería seguir viviendo con las ventanas cerradas para no dejar entrar la luz. Es que nos está sucediendo más de la cuenta. Es lo que nos encontramos en nuestro mundo; es lo que vemos en tantos a nuestro alrededor que no quieren admitir la posibilidad de algo distinto, de algo superior, de algo mejor, porque dicen que se bastan a si mismos, y tampoco quieren necesitar de Dios.

Pudiera suceder también que los que tenemos luz no sabemos ofrecerla a los demás, que nuestras luces no brillen lo suficiente, que no impacten como algo nuevo y distinto que llame la atención. Uno camina por la vida y nos encontramos con tanta gente indiferente, descreída, que ha abandonado toda posibilidad de unos sentimientos mismamente religiosos. Hay más gente en sombras a nuestro alrededor de lo que imaginamos, porque realmente muchas veces los cristianos tampoco pensamos en eso, tampoco tenemos la inquietud de ofrecer nuestra luz a los demás.

Pienso en la sociedad en la que vivo, donde todos nos decíamos cristianos, se hablaba de la España católica con tantos aires quizás de triunfalismo en otros tiempos y vemos por donde van los derroteros de nuestra sociedad en nuestros tiempos. Todavía decimos que hay unos sentimientos religiosos porque hacemos unas fiestas o celebramos con un brío muy grande la semana santa, o todos dicen que estamos ahora mismo en navidad. Pero lo hemos convertido en costumbres y tradiciones para unos momentos determinados, para realizar unos actos que se convierten simplemente en actos sociales, pero el sentido del evangelio, el sentido de Cristo no ha calado en la mayoría de esas personas.

Las tinieblas nos están invadiendo. Realizando actos que tradicionalmente los hemos llamado religiosos sin embargo se sigue caminando a ciegas, y la fe no impregna de sentido las vidas de esas personas. Se realizan en un momento determinado esas tradiciones pero luego se vive como si no se tuviera fe. Terminamos porque incluso la gente va a la Iglesia para unos determinados ritos y ya no sabe ni como ponerse ni qué hacer. Y decimos que vivimos en una sociedad que es cristiana. Habría que poner un interrogante.

Hoy hemos escuchado la primera página del evangelio de san Juan. Se nos habla de la Palabra, de la vida, de la luz. Se nos habla de la Palabra que planta su tienda entre nosotros para hablarnos del misterio de la encarnación de Dios, que hemos venido celebrando, que aún estamos celebrando. Pero se nos habla de las tinieblas que no se quisieron dejar iluminar por la luz. Nos está hablando de nuestra realidad, esa que tenemos a nuestro lado o acaso en nosotros mismos. Despertemos a la luz, despertemos a la vida. Quienes la han recibido, como un don de Dios, han recibido el poder ser hijos de Dios.

Que iluminados con esa luz vayamos a llevarla a los demás. Que demos buen testimonio. Que seamos auténticos testigos de la luz para que vuelva a iluminar nuestro mundo. Lo necesita. Nos necesita. Necesita esa Luz que solo en Cristo podemos encontrar.

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