domingo, 13 de noviembre de 2022

El anuncio del evangelio trata de sembrar siempre esperanza y paz en los corazones, aún en los momentos difíciles invitándonos a la responsabilidad y al compromiso

 


El anuncio del evangelio trata de sembrar siempre esperanza y paz en los corazones, aún en los momentos difíciles invitándonos a la responsabilidad y al compromiso

Malaquías 3, 19-20ª; Sal 97; 2Tesalonicenses 3, 7-12; Lucas 21, 5-19

La historia es un devenir de situaciones que en momentos nos parecen difíciles y complicadas, situaciones de crisis donde todo parece que se pone en duda, con otros momentos si no de prosperidad total sí de un cierto bienestar y prosperidad que muchas veces parece que nos hacen olvidar cual es el camino y cual es la meta que perseguimos en la vida.  unos y otros momentos según la manera en que los vivamos o nos enfrentemos a esas situaciones pueden devenir en cierta crisis, una veces por los miedos que nos paralizan y otras porque hay cosas que nos pueden llevar a una pérdida de los verdaderos valores que le podrían dar un mejor y mayor sentido a nuestras vidas.

Siempre en medio de todas esas situaciones nos aparecen profetas, muchas veces profetas de calamidades que nos anuncian hecatombes que nos pueden llenar de angustias. Son esos ‘profetas’ (y los tenemos que poner entre comillas) que no nos anuncian sino destrucción y muerte, que no encienden la esperanza, que nos llenan de angustia el alma con lo que nos sentimos más turbados y cegados para encontrar caminos que nos puedan llevar a la luz.

¿No los tuvimos también en medio de los momentos difíciles que hemos pasado últimamente con pandemias, con catástrofes naturales, con guerras como hemos estado viviendo? Cuantos mensajes de desaliento hemos recibido también de esos profetas de calamidades, como hemos querido llamarlos. Aprovechan cualquier situación difícil o los mismos acontecimientos de la naturaleza para llenarnos el alma de esos miedos hablando de tiempos apocalípticos, sin haber entendido siquiera lo que en si significa la palabra Apocalipsis.

Hoy nos encontramos con una de esas páginas duras del evangelio a las que se les da muchas veces ese apelativo de apocalípticas. Se entremezclan diversas consideraciones en el texto del evangelio, desde situaciones que ya había vivido quizá el propio evangelista que nos trasmite el mensaje del evangelio, como había sido la destrucción del templo y de la ciudad de Jerusalén, que es cierto Jesús proféticamente había anunciado, como hoy mismo escuchamos.

Quizás en los momentos en que se escribió el evangelio los judíos y en consecuencia también los cristianos habían comenzado a pasar por momentos difíciles desde los caprichos de las autoridades romanas que lo llenaban todo de destrucción y muerte con sus diversas persecuciones que vivieron también los propios judíos. Y cuando se están viviendo situaciones difíciles así fácilmente nos lleva a considerar que esto es el fin, que se nos viene encima el final de los tiempos. Es lo que nos aparece hoy en el evangelio.

Pero el evangelio es buena noticia, como su misma palabra indica. El anuncio que  nos hace el evangelio no puede ser un anuncio de muerte. El anuncio que se nos hace en el evangelio trata de sembrar esperanza y paz en los corazones, a pesar de los momentos difíciles por los que puedan estar pasando los destinatarios del evangelio. Es el sentido de la palabra Apocalipsis, esperanza, un rayo de luz que siembra esperanza en medio de las oscuridades por las que podamos estar pasando.

Es a lo que nos invita hoy el evangelio. ¿Cómo ha terminado el texto que hoy se nos ofrece? Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas’.


Ha ido repasando diversas situaciones, como hemos recordado, la destrucción de Jerusalén, lo que pueden ser los tiempos finales que un día han de llegar, pero antes en el camino de en medio, podríamos decir así, no faltarán momentos de dificultad, momentos incluso de persecución. ¿Y qué nos dice Jesús? No tengáis miedo. No tenemos ni por qué preocuparnos con qué palabras hemos de defendernos; nos promete la asistencia del Espíritu Santo que como Defensor estará con nosotros. ‘Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro’.

Como hemos venido diciendo el evangelio de Jesús siempre es un anuncio de esperanza. Es una invitación a la perseverancia, a vigilar, a estar despiertos para no dejarnos envolver por esos nubarrones de pesimismo y de muerte; para no dejar que el miedo se nos meta dentro y nos llene de angustia, para no dejarnos confundir con falsos profetas. Tenemos una tarea que realizar y sabemos que no es fácil, pero no estamos solos. El nos prometió que estaría siempre con nosotros hasta el final de los tiempos. Siempre tendremos la luz al final del túnel, al final del camino.

Es la esperanza que siempre tiene que reinar en nuestro corazón. Es el compromiso con que hemos de vivir nuestra vida. Aquello que nos dice san Pablo que el que no trabaja que no coma, es esa invitación a la responsabilidad en nuestra tarea, en el lugar que ocupamos en la vida, en las tareas que tenemos que realizar, en ese compromiso por el evangelio que tenemos que anunciar.

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