viernes, 7 de octubre de 2022

María, la agraciada del Señor, es regalada con una presencia especial de Dios en su vida, con una disponibilidad como la de María merezcamos ser también esos agraciados de Dios

 


María, la agraciada del Señor, es regalada con una presencia especial de Dios en su vida, con una disponibilidad como la de María merezcamos ser también esos agraciados de Dios

Zacarías 2, 14-17; Sal.: Lc. 1, 46b-55; Lucas 1, 26-38

‘El ángel, entrando en su presencia, dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo… has encontrado gracia ante Dios…’ Es lo que nos relata hoy el evangelio y que tantas veces hemos escuchado y meditado. Es el saludo del ángel, pero también la réplica que le hace porque María se siente turbada ante la presencia del ángel y sus palabras meditando lo que el ángel quería decirle.

Podríamos decir que el ángel que viene de parte de Dios con un mensaje claro para María al entrar en la presencia de María se encuentra con Dios. Eres ‘la llena de gracia, el Señor está contigo… has encontrado gracia ante Dios’. Dios que estaba en María y que ahora de una manera especial iba a hacerle sentir más fuerte su presencia. Es la agraciada del Señor, es la regalada de Dios, porque Dios en ella en especial se complace. Va a ser la Madre de Dios, ‘el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios’.

‘Alégrate y goza, Sión, pues voy a habitar en medio de ti…’ había anunciado el profeta. También proféticamente el anciano Zacarías en el nacimiento del bautista iba a bendecir a Dios, ‘porque ha visitado a su pueblo suscitándonos una fuerza de salvación… según lo había predicho por boca de sus santos profetas… y por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz’. Se está realizando en María. Es Dios que viene a visitar a su pueblo, Dios que se hace presente entre nosotros, el Emmanuel, Dios con nosotros.

María se deja llenar por esa gracia de Dios. Se siente en su humildad sorprendida por los anuncios y por las palabras del ángel, pero es que María se había dejado hacer por Dios. Es la disponibilidad de su vida lo que hace posible esa presencia de Dios en ella. Dios, es cierto, quiere estar con nosotros, pero Dios quiere contar con nosotros. Es lo que ahora está haciendo con esta embajada angélica. Pero María había ido respondiendo con la disponibilidad de su vida a esta acción de Dios, a esta invitación de Dios. Por eso no podrá al final responder de otra manera. ‘He aquí la esclava del Señor, hágase en mí, le dice al ángel, según tu palabra’.

Nos estamos haciendo esta reflexión en torno al evangelio en esta fiesta tan entrañable de María. Es la fiesta del Rosario. Algo más que una corona de rosas que queramos ofrecer a María con nuestra oración, con el rezo del rosario, a lo que también nos está invitando esta fiesta. Y es que el rezo del rosario con esas rosas cuyos pétalos vamos desgajando mientras repetimos una y otra vez el saludo del ángel, es contemplar todo el misterio de Dios que en María se nos manifiesta. María, podríamos atrevernos a decir, es como una revelación de Dios, porque en María Dios se hace presente de una manera especial para la humanidad. ¿No habíamos dicho antes que entrando el ángel en la presencia de María se había encontrado con Dios?

Es aquí donde tenemos mucho que imitar de María para que Dios nos visite y nos inunde como a María. Si ella era la agraciada del Señor – había encontrado gracia ante Dios, decíamos – Dios quiere hacernos a nosotros también sus agraciados, porque Dios también a nosotros quiere regalarnos su presencia. Pero necesitamos ser como María, tener la disponibilidad desde lo hondo de nuestro corazón que tuvo María.

Nos cuesta abrirnos así a Dios, porque parece que siempre queremos reservarnos algo para nosotros mismos. Pero Dios quiere contar con nosotros, no nos obliga, quiere también suscitar en nosotros una fuerza de salvación, quiere venir a nosotros ese sol que nace de lo alto, pero ¿seremos capaces como María de decir que somos también los esclavos del Señor y queremos que se haga en nosotros siempre lo que es su voluntad? Dejemos que la misericordia del Señor nos inunde con su gracia. Que por nuestra humildad, por nuestra disponibilidad como María hallemos gracia ante Dios, seamos los agraciados del Señor.

Reconozcamos, como María, que en nuestra pequeñez, a pesar incluso de nuestras debilidades, el Señor sigue realizando en nosotros cosas grandes. Encontraremos así la paz para nuestro corazón, ‘guiará nuestros pasos por el camino de la paz’.

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