sábado, 29 de octubre de 2022

Aprendamos de las preferencias de Jesús que son los pequeños y hagámonos nosotros los últimos porque seamos servidores de todos

 


Aprendamos de las preferencias de Jesús que son los pequeños y hagámonos nosotros los últimos porque seamos servidores de todos

Filipenses 1, 18b-26; Sal 41; Lucas 14, 1. 7-11

Todos queremos un buen sitio; creo que eso lo tenemos claro; vayamos a donde vayamos, asistamos a los actos que asistamos, tenemos nuestros preferencias, nuestros lugares, porque allí vemos mejor, porque es el sitio que siempre he escogido, porque allí puedo tener más ventajas, porque estoy cerca de los que me interesa estar, porque un lugar preferente no nos hace daño… veinte mil razones diferentes si queremos contar, pero tenemos nuestros gustos.

Pero luego en la loca carrera de la vida, vienen los codazos porque por medio están los prestigios, los reconocimientos, los lugares que consideramos que nos toca por nuestros méritos, aquellos sitios donde podemos ejercer cierta influencia, o donde podemos estar más cerca del poder, de la manipulación, del relumbrón, de la vanidad que todo lo envuelve, en una palabra.

Claro que detrás de todo esto está el concepto que tengamos de la vida, los valores a los que le demos más o menos importancia, que es lo que voy buscando en la vida. Y es aquí donde Jesús quiere hacernos pensar. Parte el evangelio de algo tan corriente como el coger buen sitio en la mesa del banquete; buen sitio para ser mejor servido, buen sitio para estar cerca de las personas importantes y que también a mi me consideren importante, carreras diversas por diversos motivos para buscar un buen sitio en la mesa del banquete. Es lo que observa Jesús un día en que es invitado a una comida por un hombre principal, y al que estaban también invitados los que parecían ser los hombres importantes de la ciudad. Y es cuando Jesús nos deja la sentencia.

‘Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: Cédele el puesto a este. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales…’

Parece la cosa más elemental, el consejo más elemental, para no quedar avergonzado en un momento así. Pero lo que nos está diciendo Jesús es algo más que unos protocolos que hay que seguir para no quedar mal ante nadie. Jesús nos está proponiendo un estilo, un sentido para nuestro actuar en la vida. Nunca podrá ser la apariencia; siempre ha de estar presente el espíritu de servicio y la humildad. No es el buscar pérdidas que nos den luego ganancias, es un estilo de vida de humildad, de servicio, de cercanía, de trato amigable en que no importan los lugares, sino el sitio que verdaderamente ocupemos en el corazón de las personas. ‘Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido’.

Ya nos dirá Jesús en otros momentos donde está la verdadera grandeza de la persona; nunca en la vanidad ni la apariencia, siempre en el servicio para ser capaces de hacernos los últimos y los servidores de todos. Recordamos cuando sus discípulos más cercanos andaban a la greña discutiendo por el camino por los primeros puestos y les dice que será grande el que sea capaz de hacerse el último y el servidor de todos. Recordamos a María la humilde esclava del Señor, pero en quien el Poderoso realiza obras grandes.

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