martes, 20 de septiembre de 2022

Tenemos que ser como la madre de Jesús, ser ante los demás la madre de Jesús recorriendo como ella y señalando también el camino de la escucha de la Palabra de Dios

 


Tenemos que ser como la madre de Jesús, ser ante los demás la madre de Jesús recorriendo como ella y señalando también el camino de la escucha de la Palabra de Dios

Proverbios 21, 1-6. 10-13; Sal 118; Lucas 8, 19-21

¿Quién no necesita a una madre o a unos hermanos a su lado en determinados momentos? Nos queremos hacer fuertes y autosuficientes y decimos que no necesitamos de nadie, que nosotros solos nos valemos, que sabemos lo que tenemos que hacer, que no somos unos niños que necesitan ser llevados de la mano; pero quizá en nuestro interior necesitamos momentos así, aunque quizás queremos que nadie nos vea porque parece que eso haría que nos sentimos débiles y necesitados; pero lo necesitamos.

Será también la madre que viene, que nos ha dejado correr por nuestra cuenta, que confía en nosotros y sabemos que sabemos ir solos por la vida, pero es la madre que viene y que no se deja notar, pero ahí está en la lejanía observando o a nuestro lado en silencio sin decir nada, pero cuánto nos sentimos reconfortados sabiendo que está ahí, que nos mira y que podemos mirarla y aunque no nos crucemos palabras con la mirada nos decimos tantas cosas.

Hoy nos habla el evangelio de la presencia de María y los familiares allí donde Jesús está predicando rodeado de gente, como siempre solía ocurrir. Algunas veces este evangelio nos desconcierta, pero algo muy hondo que quiere decirnos. ¿Por qué esa presencia de María? ¿Necesitaría el hijo de la presencia de la madre en momentos como aquellos? ¿Por qué esa búsqueda? Es lo que le anuncian a Jesús sin más.

Nos recuerda otras búsquedas de María, como cuando se quedó en el templo en medio de los doctores. Allí llegó María y como madre recriminó al hijo y le hizo las clásicas preguntas del por qué de lo que había hecho. Ahora es una presencia silenciosa, como aquello que antes decíamos de la presencia de la madre que mira, que observa, que se alegra de lo que hace su hijo, de verlo volar por sí mismo. Aunque quizá esa presencia se María se dé la vuelta sobre sí misma, y será María la que nos servirá de ejemplo.

Efectivamente Jesús va a preguntarse, va a preguntar a los que le escuchan, nos va a preguntar a nosotros. ¿Quiénes son mi madre y quiénes son mis hermanos? Jesús nos va a manifestar lo que significaba aquella presencia de María. El evangelista al hacernos este relato que nos puede parecer tan insignificante, podría estar recordando lo que ya había escrito sobre María.

¿Quién era María? ¿Cuáles eran los valores o las actitudes de María? La había presentado, allá en Nazaret, como la que estaba llena de Dios, la llena de gracia, la que había encontrado la sonrisa de Dios; Dios se complacía en María. Es que ella era la disponible para Dios; esa es su predisposición y esas eran sus actitudes. Ella se consideraba a sí misma como la esclava del Señor para que en ella se realizara lo que era la voluntad de Dios. ‘Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra’, era la presentación que el Evangelista hiciera de María, aunque luego casi poco más se hablara de ella en el Evangelio.

Ahora aparece la figura de María, la figura de la Madre. ¿Quién era su madre? Todos aquellos que hicieran como su madre, todos aquellos que estuvieran dispuestos también a plantar la Palabra de Dios en sus corazones, todos aquellos que se abrieran a Dios como lo había hecho María. Es lo que señala Jesús, es lo que está diciendo a aquella gente, y lo que está diciendo de aquella gente. Aquellos que venían a escucharle, aquellos que como tierra buena abrían sus corazones a la semilla, aquellos que escuchando a Jesús emprendían el camino del Reino de Dios.

Seremos como la madre de Jesús, seremos ante los demás la madre de Jesús que como ella recorremos y señalamos también el camino. Somos, tenemos que ser la madre y los hermanos de Jesús. Está poniendo en nuestras manos un testigo que tenemos que transmitir en la carrera con los demás, dejar también en las manos de los demás. ¿Será así cómo nosotros animemos a la manera de la madre, a los que caminan a nuestro lado para seguir a Jesús?

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