domingo, 4 de septiembre de 2022

Tenemos que saber elegir aunque cueste y el seguimiento de Jesús nos hace buscar la sabiduría de tomar opciones radicales para vivir la libertad nueva del Reino de Dios

 


Tenemos que saber elegir aunque cueste y el seguimiento de Jesús nos hace buscar la sabiduría de tomar opciones radicales para vivir la libertad nueva del Reino de Dios

Sabiduría 9, 13-19; Sal 89; Filemón 9b-10. 12-17;  Lucas 14, 25-33

Tenemos que saber elegir. Son decisiones que tenemos que estar tomando en cada momento. Entramos en un comercio o en un almacén porque queremos adquirir un determinado artículo que necesitamos y nos vamos a encontrar una variedad grande entre los que tenemos que elegir; que si la calidad, que si el precio, que si las características, que si la funcionalidad que puede tener uno y otro que nos parecen semejantes… y estamos ante una opción que hemos de realizar. ¿Qué elegimos? Lo mismo nos sucede cuando queremos emprender una obra o una tarea donde se nos presenta todo un abanico de planes y de proyectos donde tenemos también que hacer nuestra elección.

Claro que no sé si nos hacemos los mismos planteamientos a la hora de escoger unos valores para la vida, unos principios que determinen qué estilo de vida queremos vivir, en qué cosas queremos insistir más y ponerlas como espejos en la vida donde mirarnos para descubrir lo que somos o hacia dónde queremos caminar. Porque claro, no solo de trata de elegir unas cosas que vamos a poseer, unos vestidos que nos vamos a poner o unos adornos con los que queremos embellecernos. Son planteamientos más hondos que hay que hacer en la vida si no queremos contentarnos con una vida superficial; incluso para ello también tenemos que hacer nuestras opciones.

La vida, cualquiera que sea el lugar o las circunstancias en que vivimos, nos exige que nos hagamos serios planteamientos, que nos tracemos un camino o que hagamos opción por lo que se nos ofrece. Y también son muchas las cosas que se nos ofrecen. Es un campo amplio el que tenemos delante de nosotros. Son muchas también las influencias que podemos recibir de un lado o de otro, están unas tradiciones que hemos heredado, será la educación que hayamos recibido, o los ejemplos de los que nos rodean desde la familia o desde la misma sociedad que pueden influir en nosotros. No todo es malo, hemos de reconocer, pero tenemos que encontrar aquello que nos dé una mayor plenitud a nuestra vida. Esa calidad que nos es tan difícil de elegir en muchas ocasiones.

Es lo que se nos plantea en el encuentro con el evangelio de Jesús. La Palabra de Jesús nunca nos deja adormilados; es siempre una palabra incisiva porque es una palabra viva que quiere llegar a lo más profundo de nosotros. Como decía la Escritura es como espada de doble filo que se mete hasta el tuétano. Así nos inquieta, así nos interroga, así nos hace planteamientos, pero a nosotros nos toca responder, a nosotros nos toca hacer la elección. Y como hemos venido diciendo, hemos de saber elegir.

En lo que hoy nos dice Jesús mismo nos pone unos ejemplos; el hombre que quería construir una torre y que antes de comenzar ha de plantearse si en verdad puede llevarla hasta el final, no es solo hacer unos bonitos planos de algo muy grandioso o muy bello, sino ver si en verdad podemos llevarlo a cabo; nos habla también del rey que va a hacer la guerra, que tiene que saber con qué ejércitos cuenta, para de lo contrario buscar las mejores condiciones de paz.

Jesús nos invita a vivir el Reino de Dios, ha sido su anuncio desde el primer momento, y nos invita a seguirle. Y es ante esa invitación ante la que hemos de detenernos para descubrir de verdad el camino al que Jesús nos invita. ¿Qué significa el evangelio para nosotros?, podemos preguntarnos. ¿Cuál es el evangelio que Jesús anuncia a nuestra vida? es un anuncio y una invitación que nos hace, es un camino a realizar, unos valores a vivir, un sentido nuevo de vida el que hemos de tomar.

Nos está invitando a vivir el Reino de Dios. ¿Qué cosas serian incompatibles con la vivencia del Reino de Dios? Todo aquello que nos ate o nos esclavice es incompatible con un reino de libertad profundo al que Jesús nos invita. Por eso nos invita a despojarnos, arrancar de nosotros aquellas actitudes, aquellas obras de sombras y tinieblas incompatibles con la luz del Reino, con los valores del Reino. Por eso incluso radicalmente nos hablará de que aun aquellas personas más cercanas a nosotros si son impedimento para vivir en ese sentido y estilo del Reino de Dios, tenemos que renunciar a ellas.

Nos pudiera parecer que son duras y destructivas las palabras de Jesús que nos pone en la tesitura de elección entre la familia y el Reino de Dios; no quiere Jesús destruir a la familia, cuando por otra parte nos está enseñando un camino de amor, pero es como un ejemplo de esas actitudes egoístas e insolidarias que pudiera haber en nosotros en que pensamos más en nosotros mismos o nuestras cosas, de lo que tendríamos que saber desprendernos.

Ese desprendimiento cuesta, porque el orgullo y el amor propio pesan mucho dentro de nosotros, porque las vanidades de la vida nos atraen, porque muchas veces queremos nadar y guardar la ropa y queremos vivir detrás de apariencias que se convierten en falsedades de la vida, porque el egoísmo tiende a encerrarnos en la insolidaridad de pensar solo en mí mismo, y olvidarnos de nosotros mismos no es fácil. Por eso nos habla de cruz, no porque de una forma masoquista busquemos el sufrimiento, sino que tenemos que saber pasar por el dolor del desprendimiento, para poder llegar a vivir el gozo de la libertad verdadera que es lo que Jesús nos ofrece.

Tenemos que saber elegir. Y son cosas fundamentales, son cosas importantes, tenemos que saber dónde está el primer mandamiento y hasta dónde nos lleva. Pero el Señor está con nosotros y nos acompaña siempre la fuerza de su Espíritu. Es toda una sabiduría.

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