domingo, 21 de agosto de 2022

Seriamente tenemos que plantearnos si realmente estamos viviendo como cristianos que tenemos esperanza de vida eterna o acaso como unos paganos más

 


Seriamente tenemos que plantearnos si realmente estamos viviendo como cristianos que tenemos esperanza de vida eterna o acaso como unos paganos más

Isaías 66, 18-21; Sal 116; Hebreos 12, 5-7. 11-13;  Lucas 13, 22-30

Seguro que en más de una ocasión lo hemos oído, ha sido el consejo que incluso en algún momento alguien nos ha dado. Disfruta, pásalo bien, diviértete todo lo que puedas que de aquí no nos llevamos nada sino lo que hemos disfrutado. Puede parecer una frase ligera, que se dice en un momento de euforia o de fiesta, pero puede tener detrás todo un sentido de la vida; como quien dice, no hay nada más que esto que ahora tenemos, disfrutémoslo, que no hay otra cosa.

Por eso, pienso, que lo que hoy le plantean a Jesús en el evangelio no es precisamente lo que entre en la preocupación de la mayoría de la gente de nuestro entorno, o de nosotros mismos. Dice el evangelio que Jesús mientras subía a Jerusalén al pasar por las distintas poblaciones iba enseñando a la gente y es cuando uno se acerca a Jesús para preguntarle. ‘Señor, ¿son pocos los que se salven?’ eran tantas las normas y preceptos que se habían acumulado en torno a la ley de Moisés, que parecía poco menos que imposible cumplirlo todo, luego serían pocos los que se salvaran. Es lo que le plantean a Jesús.

¿Entrará entre nuestros parámetros y esquemas ese tema de la salvación en el ultimo día como le planteaban entonces a Jesús? creo que tenemos que preguntárnoslo con toda sinceridad. Es cierto que quienes vamos a la Iglesia cuando proclamamos en credo de nuestra fe confesamos que creemos en quien por nosotros y por nuestra salvación se hizo hombre y murió en la cruz; es cierto que terminamos el credo confesando la resurrección de la carne y la vida eterna o la vida del mundo futuro; es cierto que rezamos por nuestros difuntos y los encomendamos en la celebración de la Eucaristía deseando que vivan en la vida eterna, aunque no sé si en vida nos preocupamos de vivir de manera  que pudiéramos alcanzar esa vida eterna.

Pero, cuidado, no sean solo palabras que repetimos pero el sentido de nuestra vida esté lejos de eso, de ese pensar en la vida eterna, de ese pensar en la salvación eterna. Miremos nuestra vida, nuestra manera de actuar, nuestros agobios por el día a día de nuestra vida, por los problemas económicos a los que nos enfrentamos, por nuestra forma de actuar y hasta, tenemos que pensar, por nuestra forma de divertirnos.

¿Le damos verdadera trascendencia a nuestra vida? Y no solo es pensar que lo que hacemos tiene una trascendencia porque tiene una repercusión en los que nos rodean, que sería una trascendencia muy terrena y también necesaria, sino pensando en Dios, en el evangelio, en los planteamientos que Jesús nos hace en el evangelio que tendría que ser nuestra vida.

Aunque nos decimos creyentes y cristianos muchas veces nuestra vida no se diferencia mucho de la de cualquier pagano, de la de cualquiera que no tiene fe. Ya nos lo plantea Jesús en el sermón del monte cuando nos habla de nuestra manera de amar, de saludar a los demás, de amar al enemigo y de perdonar. ¿Vamos a hacer lo mismo que hacen los gentiles?, nos plantea Jesús entonces.

‘No sé quienes sois’, terrible esa respuesta de Jesús; que no seamos reconocidos, aunque hayamos comido y bebido con El. Y no podemos alegar que nosotros sí vamos a Misa, y a las procesiones, y a Semana Santa y le llevamos ramos de flores a la Virgen, porque a pesar de todo eso nos puede decir Jesús, ‘no sé quienes sois’.

En otros momentos del evangelio nos ha hablado de dar la cara por Jesús pero también en ese momento nos dice que quienes ahora no damos la cara por El, tampoco seremos reconocidos por El ante el Padre del cielo. ¿Daremos en verdad la cara por Jesús?

Cuántas veces oímos hablar mal de la Iglesia y nos callamos; cuántas veces escuchamos una blasfemia en la manera de hablar de los que están a nuestro lado, y nos callamos; cuántas veces tenemos ante nosotros una mano tendida de alguien que nos pide ayuda, y pasamos de largo como aquellos de la parábola. ¿Damos la cara por Jesús? ¿Expresamos con valentía lo que son nuestros valores del Evangelio frente a un mundo tan materialista y tan hedonista que nos rodea? ¿No pensaremos nosotros también, como aquello que decíamos al principio, divirtámonos ahora que nada más nos vamos a llevar?

¿Creemos en verdad en la salvación que ha venido a traernos Jesús y queremos vivir en su gracia? ¿Tenemos viva la esperanza de la vida eterna que Jesús nos ha prometido para quienes creemos en El? Tenemos que plantearnos seriamente todas estas cosas, porque a lo mejor no estamos viviendo como cristianos sino como unos paganos más.

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