sábado, 6 de agosto de 2022

La transfiguración del Señor transfigurará nuestras vidas y de ello tenemos que ser testigos ante el mundo que nos rodea

 


La transfiguración del Señor transfigurará nuestras vidas y de ello tenemos que ser testigos ante el mundo que nos rodea

2Pedro 1,16-19; Sal 96; Lucas 9, 28b-36

Si queremos tener buenas perspectivas hay que estar en el lugar adecuado; si queremos contemplar una amplia panorámica habrá que colocarse en la altura en el lugar más propicio para poder abarcar toda la amplitud del paisaje; si queremos abarcar en nuestra visión todo el conjunto tendremos que separarnos para poder contemplar toda su belleza. Necesitamos cambiar, buscar aunque nos cueste esfuerzo para poder contemplarlo desde el lugar adecuado, si queremos elevar nuestro espíritu por encima de cosas terrenas tenemos que ir a lo alto.

La vida toda nos está invitando a subir, a elevarnos, a buscar otra perspectiva, a ver las cosas de otra manera, y eso exige esfuerzo y al mismo tiempo sacrificio; nos costará arrancarnos de donde estamos pero el caminar hacia la altura hará que todo cambie y podremos ver las cosas de otra manera; si queremos una plenitud para nuestra vida hemos de darle trascendencia a lo que hacemos y eso nos hará olvidarnos de querer mirarnos solo los pies.

Hoy nos está invitando Jesús a subir a lo alto, podremos contemplar toda la trascendencia de su vida, encontraremos sus más hondos motivos y hará que se eleve también nuestro espíritu. Nos invita ahora a ir con El hasta lo alto pero con la conciencia de que allí por ahora no nos quedaremos porque tenemos que bajar de nuevo a la llanura de la vida por donde seguiremos caminando, pero ahora con nuestros motivos o con nuevas perspectivas después de haberle contemplado en la altura.

Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan a una montaña alta para orar. ¿Estarían orando ellos también o dando cabezadas porque habría aparecido el cansancio y la somnolencia después del esfuerzo de la subida? Nos pasa tantas veces, que no sabemos aprovechar el momento y nos dormimos, volvemos a la pesadez de nuestros ojos o de la rutina de lo que siempre hacemos. Nos pasa en la oración, nos dejamos dormir, aunque digamos qué bueno es dormir en los brazos del Señor. Pero El nos pide estar despiertos porque algo nuevo nos quiere ofrecer.

Aunque daban cabezadas los discípulos pudieron darse cuenta de lo que estaba sucediendo, porque en la oración Jesús se había transformado, se había transfigurado; así eran sus resplandores que podían encandilar. Pero vislumbraron que alguien estaba con Jesús, allí estaban Moisés y Elías, los símbolos de la Ley y de los Profetas, y hablaban con Jesús de lo que había de suceder que ellos no acababan de entender. Pero ahora todo les parecía maravilloso y querían quedarse allí para siempre. ‘¡Qué bien se está aquí! Haremos tres tiendas…’

Pero no pudieron terminar de expresar lo que ahora deseaban. Una nube les envolvió. Fácil en la montaña, pero aquella nube era distinta; los estaba envolviendo la gloria del Señor porque así escuchan la voz que viene de los cielos. ‘Este es mi Hijo, el elegido; escuchadle’. Y cayeron de bruces, pensaban que morían. Si contemplaban a Dios pensaban que morían, pero era algo distinto lo que sucedería después de escuchar así directamente a Dios, sus vidas habían también de transformarse.

Igual que cuando Moisés bajó de la montaña después de haber hablado con Dios, que su rostro resplandecía, de manera que tenía que cubrírselo con un velo, porque los israelitas no soportaban aquel resplandor. Ahora ellos también habían de resplandecer con un nuevo brillo, después de haber contemplado la gloria del Señor. Pero sus mentes seguían cerradas y no terminaban de entender, y no podían hablar de aquello a nadie porque tampoco lo entenderían.

Subamos a la montaña nosotros y dejémonos también envolver por la gloria del Señor. Subamos a la montaña para encontrarnos con la gloria de Dios, para escuchar su voz, para conocer profundamente a Jesús, para sentirnos igualmente nosotros transformados. Subamos a la montaña que nos da nuevas perspectivas, que nos abre horizontes, que nos hace descubrir de verdad cual es nuestra misión, que nos hará bajar a la llanura de la vida, porque por ahí tenemos que seguir caminando, pero ahora tenemos una nueva visión, ahora sabemos con quien caminamos y por qué lo hacemos, ahora comprenderemos mejor lo que es el Reino de Dios que tenemos que anunciar.

Es la montaña que eleva nuestro espíritu; es en la montaña donde nos llenamos de Dios, del encuentro con Dios; es la montaña de nuestra oración y es la montaña de la contemplación; es desde donde hemos de bajar a los caminos de la vida con una nueva luz, con un anuncio claro que tenemos que realizar, con una buena noticia que tenemos que proclamar. Jesús es el Hijo elegido y amado de Dios a quien tenemos que escuchar.

La transfiguración del Señor transfigurará nuestras vidas y de ello tenemos que ser testigos ante el mundo que nos rodea.

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