sábado, 27 de agosto de 2022

Conformismo, brazos cruzados, miedo a arriesgarnos por algo nuevo y mejor, cosas que tenemos que arrancar de nosotros quienes queremos ser los hombres nuevos del evangelio

 


Conformismo, brazos cruzados, miedo a arriesgarnos por algo nuevo y mejor, cosas que tenemos que arrancar de nosotros quienes queremos ser los hombres nuevos del evangelio

1Corintios 1,26-31; Sal 32; Mateo 25,14-30

Yo con eso me las arreglo, no necesito más, para que me voy a estar agobiando ahora con nuevas cosas, con nuevos trabajos, además a mi edad ya no necesito tanto. Una postura conformista, pero al mismo tiempo una postura cómoda, ¿Para qué esforzarnos más? O son los criterios de aquellas personas que se planteaban para que dar unos estudios a sus hijos, sus padres no sabían leer ni sabían de cuentas y sacaron a la familia adelante, o como le decía aquella mujer a una madre que quería que su hijo estudiase y se estaba sacrificando para ello, tú pon a tu hijo a estudiar y que haga carrera y el día de mañana se va a avergonzar de ti.

Y con ese conformismo enterramos tantos valores y tantos talentos, con ese conformismo no veríamos nunca avanzar el mundo y la vida, con ese conformismo no nos superamos por no esforzarnos, con ese conformismo dejamos el tesoro enterrado por no esforzarse a cavar para desenterrarlo y con esto creo que estamos entiendo muchas situaciones, muchas posturas, muchas comodidades con que vivimos la vida, con ese conformismo no queremos arriesgar y queremos sentirnos seguros con lo que ya tenemos aunque sea poco, con ese conformismo decimos yo no sé pero no queremos aprender y nos consideramos o nos hacemos inútiles a nosotros mismos.

Una postura pobre, una postura que manifiesta nuestra pobreza, no porque nada tengamos, sino porque ni siquiera tenemos sueños de poder conseguir algo mejor; la pobreza muchas veces está no en que no tengamos cosas, sino las actitudes pasivas y negativas con que andamos por la vida. Nos conformamos y ya está, no ganaremos, pero no corremos el riesgo de poder perder, pero quien no se arriesga nunca llegará a ninguna parte, nunca tendrá la posibilidad de ganar.

Y no es que vayamos actuando en la vida solo por ambición y nuestros sueños sean puro materialismo, sino por el deseo de crecimiento personal que significa también un desarrollo de cuanto somos y que muchas veces está escondido dentro de nosotros, pero que hemos de saber sacar a flote. Es el valor del saber arriesgarse, es el valor que me hace crecer, es el valor que voy poniendo en la vida para alcanzar una mayor plenitud y dignidad. Pero será una riqueza que alcanzamos no solo para nosotros mismos, sino que es una riqueza que estoy ofreciendo a los que están a mi lado, que estoy ofreciendo a la comunidad en la que vivo, a mi sociedad que así la quiero hacer mejor.

De esto nos está hablando hoy Jesús en el evangelio con la parábola que nos propone. Aquellos talentos repartidos entre sus servidores cuando marchó de viaje; unos talentos que unos supieron desarrollar, mientras unos talentos que el que no quería arriesgar para no perderlos los enterró. Pero no era esa la misión que le habían confiado; pero eso su amo le recriminará a la vuelta porque no supo negociarlos para tener mucho más.

Es la vida que Dios ha puesto en nuestra manos; es ese mundo que nos ha confiado; son esas cualidades y valores que todos tenemos; son los hijos o la familia que están a nuestro cuidado; con los amigos con los que comparto tantas cosas en la vida; es todo cuanto tenemos que cuidar y valorar, es eso por lo que hemos de trabajar para que nuestro mundo sea mejor, para que los que nos rodean se sientan también estimulados, es esa riqueza de la fe que llevamos en el corazón pero que no hemos de dejar encerrada dentro de nosotros sino que tenemos que trasmitirla, con la que hemos de iluminar a los demás, desde la que nos tenemos que sentir comprometidos por hacer un mundo mejor que vive en los parámetros del Reino de Dios.

Tenemos quizá que preguntarnos si acaso no andamos demasiado con los brazos cruzados y no estamos poniendo mano para hacer algo nuevo y distinto.

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