sábado, 23 de julio de 2022

Hagamos un buen cultivo de la viña que el Señor ha puesto en nuestras manos haciendo crecer en nuestro interior una verdadera espiritualidad cristiana

 


Hagamos un buen cultivo de la viña que el Señor ha puesto en nuestras manos haciendo crecer en nuestro interior una verdadera espiritualidad cristiana

Gálatas 2, 19-20; Sal 33; Juan 15, 1-8

Lo contemplo todos los días en mis paseos mañaneros o de la tarde. Vivo rodeado de campos de cultivo en especial dedicados al cultivo de la vid. Aparte de haberlo mamado de lo que contemplaba hacer a mi padre, con el que tantas veces tuve que colaborar en los cultivos, ahora veo una vez más el mimo con que el agricultor cuida su viña; que no es solo en una época del año que pensaríamos cuando ya las vides están cargadas de racimos próximos a la vendimia, sino todo el año siempre hay algo que hacer, aunque muchas veces nos pudieran parecer plantas muertas; será la poda, será el prevenir de las plagas, será la atención de sus ramajes en la medida en que van creciendo y ofreciendo sus frutos, muchas cosas que día a día hay que ir realizando para poder obtener unos buenos frutos que nos den ricos mostos y generosos vinos.

Hoy Jesús nos habla de la vida, de los sarmientos, de los frutos; nos habla del cuidado de la vid o de su poda para poder obtener los mejores frutos; pero nos habla de la fortaleza de su ramaje, de sus sarmientos bien unidos a la cepa para recibir la regeneradora savia; nos habla de los sarmientos que no dan fruto o que se han desgajado del tronco del que ya no recibirán la savia de la vida; y nos habla Jesús de nuestra vida, que como los sarmientos tenemos que estar unidos a la vid para que podamos dar fruto. Sin El nada somos y ningún fruto bueno podrá aparecer en nuestra vida.

Tenemos la imagen muy clara delante de nuestros ojos y qué pronto olvidamos su mensaje. Seguimos con nuestras tendencias individualistas e insolidarias; seguimos pagados de nuestra autosuficiencia en que nos creemos que por nosotros mismos lo podemos todo; seguimos con el orgullo que nos seca el corazón y no sabemos reconocer nuestra debilidad en que si no buscamos el agua viva pronto nos iremos debilitando y perdiendo vigor para terminar con las ramas secas de nuestra vida que como los sarmientos inservibles solo valemos para el fuego. Lo sabemos, pero ¿qué hacemos?

Cuánto nos cuesta cultivar nuestro espíritu. Tenemos que enraizar profundamente nuestra vida. cuando el árbol está fuertemente enraizado podrán venir los temporales fuertes, que aunque dañen superficialmente sus ramas, sin embargo no los pueden arrancar; aunque la tierra parezca áspera y reseca alrededor, sus raíces sabrán buscar en las profundidades de la tierra allí donde haya humedad para poder obtener los necesario nutrientes; bien enraizado y con la humedad necesaria para darle los nutrientes, las hojas vueltas hacia la luz del sol sabrán catalizar toda la energía que viene de esa luz del sol para darle verdadero esplendor a su ramaje y hacer que las flores que surjan un día nos puedan dar la semilla de su fruto.

Es la vida espiritual que necesitamos, esa profunda espiritualidad en nuestra vida que nos llene de la seguridad y fortaleza del espíritu que inunde nuestros corazones. Surgirán así comunidades vivas, habrá verdaderos apóstoles comprometidos en el anuncio de la buena nueva del Evangelio y en ir construyendo ese Reino de Dios en medio nuestro. Es en lo que en verdad tendríamos que preocuparnos los cristianos, será lo que dará verdadera vitalidad a nuestra Iglesia, es lo que hará presente en nuestro mundo los frutos del Reino de Dios.

¿Estaremos haciendo un buen cultivo de esa viña que el Señor ha puesto en nuestras manos?

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