miércoles, 13 de julio de 2022

Hagamos camino con el camino de Jesús que no es otro que nuestro propio camino que quiere hacer con nosotros para revelarnos todo el misterio del amor de Dios

 


Hagamos camino con el camino de Jesús que no es otro que nuestro propio camino que quiere hacer con nosotros para revelarnos todo el misterio del amor de Dios

Isaías 10, 5-7. 13-16; Sal 93; Mateo 11, 25-27

Es justo y humano que queramos crecer en conocimientos; podríamos decir que es exigencia de nuestra condición humana, pues en nuestra dignidad como personas estamos dotados de una inteligencia y de una voluntad, que nos engrandece. Exigencia, porque tenemos que desarrollar nuestras capacidades; exigencia porque desde esa inteligencia vamos creciendo en el conocimiento y crecer en el conocimiento es una manera de crecer como personas, pero es lo que intelectualmente nos hace ir investigando, creando esa cultura científica en todos los aspectos. Decimos que una faceta de esa sabiduría es ese crecimiento de conocimientos y todo ese desarrollo que podemos ir haciendo de nosotros mismos y de nuestro mundo.

Algo que tendría que hacernos más humanos, crear humanidad en nuestras relaciones como en nuestra manera de ser, reconociendo incluso nuestras limitaciones aunque cada día vayamos avanzando más y más. Esa ciencia, ese conocimiento no nos puede hacer autosuficientes para creernos dioses o para ponernos por encima de los demás, aun cuando no hayan sido capaces de ese desarrollo al que nosotros hemos llegado. Esa autosuficiencia y ese orgullo a la larga nos destruyen como personas y nos impedirán alcanzar otra sabiduría de la vida que nos viene, por así decirlo, por otro camino.

Decíamos que es exigencia de nuestra propia humanidad, pero que también lo podemos descubrir como una exigencia de nuestra fe; y no tiene por qué haber enfrentamiento entre esa sabiduría que vamos alcanzando en nuestro desarrollo y nuestra fe. Es necesario un camino de humildad, de reconocimiento incluso de aquello a lo que no podemos llegar por nosotros mismos.

Nos sorprende Jesús hoy con sus palabras. Nunca nos podemos acostumbrar a las palabras de Jesús y darlas siempre por conocidas y entendidas. Da gracias al Padre porque ha querido rebelarse, no a los sabios y entendidos, sino a los que son pequeños, a los que han sabido ser pequeños.

¿Reñida esa revelación de Dios con el desarrollo de nuestra inteligencia y de nuestra ciencia? De ninguna manera. Es la actitud del que se cree entendido lo que le hace incapaz de recibir esa revelación de Dios; la autosuficiencia de creer que todo nos lo podemos saber por nosotros mismos nos cierra a lo más grande que podemos recibir, esa revelación que Dios hace de si mismo. No hay ninguna contradicción con lo que hemos venido diciendo, sino todo lo contrario. Es una sabiduría que solo podemos recibir de Dios pero si tenemos el corazón humilde y abierto como para dejarnos enseñar por Dios.

Es lo que recibimos por Jesús, Palabra y revelación de Dios. ‘Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar’. Jesús quiere revelársenos, Jesús viene del Padre y nos revela el misterio de Dios, Jesús es la luz que nos ilumina, pero como nos sucede tantas veces por nuestra autosuficiencia las tinieblas no quieren recibir la luz.

Recorramos las páginas del evangelio y veremos quienes son los que escuchan a Jesús; aquellos que han llenado su corazón de autosuficiencia, los veremos que siempre están a distancia de Jesús, al acecho; pero quienes son pequeños y saben hacerse pequeños, aquellos que caminan con corazón pobre y humilde serán los que escuchan y siguen a Jesús.

¿Cuál es nuestra posición ante Jesús? ¿Nos quedaremos quizás en mirar de lejos para filtrar las palabras y los gestos de Jesús? ¿Seremos capaces de ponernos a pie de calle para caminar al lado de Jesús, aunque muchas veces el camino se haga duro o se haga calle de amargura que nos lleve al Calvario para dejarnos inundar por el amor de Jesús?

El ha venido a caminar a nuestro lado, a hacer nuestros caminos, a llegar a la casa de la suegra de Pedro donde hay sufrimiento o a la casa de Jairo donde están las plañideras de la muerte, pero el viene para curarnos, para llenarnos de la vida y de la sabiduría de Dios. Hagamos camino con su camino que no es otro que nuestro camino que Jesús quiere hacer con nosotros.

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