jueves, 7 de julio de 2022

Cuando Jesús nos envía a anunciar el Reino nos está diciendo que el anuncio que hacemos es el del regalo de Dios y que como regalo hemos de saber ofrecer

 


Cuando Jesús nos envía a anunciar el Reino nos está diciendo que el anuncio que hacemos es el del regalo de Dios y que como regalo hemos de saber ofrecer

Oseas 11, 1-4. 8c-9; Sal 79; Mateo 10, 7-15

¿Qué beneficio tengo yo de todo esto que estoy haciendo? ¿Cuánto gano? Son preguntas que nos hacemos, son preguntas que nos pueden definir por dentro. ¿Seremos capaces de hacerlo de forma gratuita sin ganar nada? Hemos mercantilizado demasiado la vida, lo que hacemos, aquello por lo que nos movemos; siempre aparecen unos intereses por medio, intereses que muchas veces se quedan en lo material o lo económico.

Queremos que nos paguen, o queremos pagar cuando alguien nos hace algo con lo que nos puede ayudar. Nos parece que pagando ya no quedamos en deuda por algo que gratuitamente se nos ha dado o regalado; no nos queda la deuda de que tengamos nosotros que actuar de la misma manera con esa persona. Hasta los favores se pagan o queremos pagar con favores. Es la espiral en la que nos vemos envueltos. Algunos no llegan a entender que se hagan las cosas gratuitamente, porque todo ha de tener su pago. Nos cuesta entender lo gratuito.

Y cuidado que esto se nos puede meter hasta en lo más sagrado. Tenemos que pagar nuestras promesas, porque lo que hacemos muchas veces con Dios se parece más a un contrato de compraventa que a una relación de amor. Si me concedes esto – y vaya ahí la curación de un dolor o una enfermedad, tener suerte en un examen, que gane nuestro equipo, o sacarnos la lotería… - yo te prometo que… y vienen las promesas, los regalos que le tenemos que hacer a Dios, y lo en deuda que nos sentimos y que tenemos que pagar.

Y hoy viene y nos dice Jesús ‘lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis’. Es el envió que Jesús hace de sus discípulos, a aquellos doce apóstoles que había escogido, para que vayan a anunciar el Reino. Y es cuando Jesús habla de esa gratuidad. Es ese nuevo estilo y sentido de hacer las cosas. Les ha dado, es cierto, autoridad para curar enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos y expulsar demonios. Como ya hemos expresado en más de una ocasión son los signos con los que se ha de manifestar que ha llegado el Reino de Dios. Y es que todo aquello que han sentido en sus vidas cuando se han puesto a seguir a Jesús y han ido viendo como sus vidas se transformaban, es lo que ahora tienen que ir realizando con los demás. Es el regalo de Dios.

Por eso no han de ir apoyándose en lo material, en su poder particular o en su propia sabiduría, no van a ir comprando voluntades con lo que tienen, sino que han de ir, por así decirlo, con las manos vacías de cosas materiales. Ni dinero en la bolsa, ni túnicas ni sandalias de repuesto, ni previsiones de riquezas para tener donde hospedarse. Solo un bastón para el camino. Por eso se hospedarán donde los acojan y los reciban, porque siempre se han de manifestar como mensajeros de paz, no mensajeros de ningún otro poder humano. Ellos simplemente van a repartir el regalo de Dios porque se sienten regalados por Dios. Y es que lo gratuito es una señal precisamente de esa llegada del Reino de Dios.

Escuchemos lo que nos dice Jesús y nosotros seguimos con nuestras aspiraciones y sueños de grandezas, nuestras manifestaciones de poder, nuestro apoyo en lo material para todo lo que hagamos, nuestra poca confianza en la Providencia divina, nuestras búsquedas de seguridades y garantías. ¿Dónde estamos confiando en la gratuidad de lo que Dios nos ofrece y que de la misma manera nosotros tenemos que hacerlo? Muchas veces la Iglesia también se ha dejado seducir por la manera de obrar de nuestro mundo y pareciera que confiamos más en los medios que podamos tener que en la acción del Espíritu que es el que guía en verdad la Iglesia.

¿No necesitaremos ponernos con sinceridad ante Dios y ante su Palabra para aprender a actuar a la manera de Jesús, a la manera del evangelio?

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