jueves, 23 de junio de 2022

Juan Bautista hoy nos ayuda a encontrar ese silencio y ese desierto para aprender a rumiar los designios de Dios y la misión que nos quiere confiar hoy en medio de nuestro mundo

 


Juan Bautista hoy nos ayuda a encontrar ese silencio y ese desierto para aprender a rumiar los designios de Dios y la misión que nos quiere confiar hoy en medio de nuestro mundo

Isaías 49, 1-6; Sal 138; Hechos 13, 22-26; Lucas 1, 57-66. 80

Siempre podemos encontrarnos con personas en la vida a las que realmente tendríamos que llamar personajes porque por su manera de ser y de actuar, por el compromiso con que viven su vida se convierten en algo así como un punto de referencia para la sociedad. Siempre los recordamos, contamos sus hazañas y de alguna manera los convertimos en iconos de nuestros pueblos o de los lugares donde hayan desarrollado su tarea.

Tenían siempre una palabra certera, sus palabras aunque en momentos parecieran duras sin embargo sembraban inquietud en los corazones, por su manera de ser despertaban esperanzas y de alguna manera en la historia de ese pueblo los años de su existencia se convierten en eje de su propia historia con un antes y con un después. Siempre se recordarán aunque quizá para algunos su presencia resultara incómoda por lo que suscitaba y despertaba en el corazón, cosas que no siempre estaríamos dispuestos a aceptar. Si fuéramos capaces de emplear un lenguaje medianamente religioso diríamos que fueron como profetas en medio de nuestros pueblos.

Hoy sí, recordamos y celebramos, a uno de esos grandes personajes de la historia, porque aun al paso no solo de los años sino de los siglos lo seguimos recordando y celebrando. Nos referimos a Juan Bautista, que este año estamos celebrando un día adelantado, por la coincidencia de otra fiesta litúrgica de gran relevancia en la vida de la Iglesia que es la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús que celebraremos el viernes y por lo que se hace este adelanto de la fiesta de san Juan Bautista.

Ya se preguntaban las gentes de su entorno, allá en las montañas de Judea, por cuanto sucedió en torno a su nacimiento ‘¿Qué va a ser de este niño?’ Porque como nos dirá el evangelista al írnoslo presentando ‘la mano de Dios estaba con él’. Al celebrar su nacimiento estamos recordando todas aquellas circunstancias que lo rodearon, pues sus padres eran mayores y no tenían descendencia, el ángel del Señor que se le manifiesta a Zacarías en el templo a la hora de la presentación del incienso, el haberse quedado mucho hasta el nacimiento del niño por su resistencia a terminar de creer en las palabras del ángel, y ahora el mismo nombre que se le va a imponer, que no entraba en la propia tradición familiar.

Era un elegido del Señor; un elegido del Señor con una misión muy concreta, preparar los caminos del Señor. El venía como el profeta que iba a reunir a las tribus dispersas de Israel, como habían anunciado también los profetas, y se iba a convertir en profeta del Altísimo preparando los caminos del Señor. Un elegido del Señor por cuantas manifestaciones de que la mano del Señor estaba con él, pero que supo asumir su papel y por eso marcha al desierto viviendo en la austeridad más total, para abrir su corazón a Dios y a la misión que le iba a encomendar.


Las horas y los tiempos de desierto son tiempos para rumiar la presencia de Dios, para rumiar y terminar de descubrir lo que es la voluntad de Dios. Algunas veces nos parece como anecdótica esa manera de presentarse con tal austeridad, vestido con una piel de camello, alimentándose de saltamontes y miel silvestre como nos lo describen los evangelistas – ya algunos lo apuntarían para esas modas ecologistas que algunos pretenden vivir o hacer vivir – pero todo ello era un signo de algo profundo que se iba realizando en su corazón en su apertura a Dios y a descifrar la misión que Dios le encomendaba. Si llegaba a tener esa certeza y contundencia en sus palabras, aunque a algunos les parecieran duras, significaban sin embargo una profundidad de vida en el Espíritu para poder anunciar esa Palabra de Dios.

Hoy escuchamos el mensaje del Bautista cuando también en nuestro corazón queremos preparar los caminos del Señor y de manera especial litúrgicamente cuando nos acercamos en el Adviento a la Navidad, al Nacimiento del Señor. Pero la figura del Bautista que hoy también contemplamos sigue siendo en todo tiempo un revulsivo a nuestras conciencias, pero también una lección de esos pasos tan necesarios que tenemos que saber dar en la vida, para encontrar ese silencio, para encontrar ese desierto donde aprendamos a rumiar los designios de Dios para nuestra vida y la misión que el Señor también a nosotros nos quiere confiar hoy en medio de nuestro mundo.

Ojalá lleguemos a sentir también que la mano del Señor está con nosotros; ojalá seamos capaces de dejar que el Espíritu del Señor nos dé un revolcón en nuestra vida, como significó la presencia de María que llevaba ya a Dios en su seno cuando la visita a la montaña de Judá y ya el niño saltaba también de alegría en el seno de su madre Isabel, como ella reconoce. Silencios y austeridades penitenciales, pero revolcones a lo divino serán los que en verdad nos motivaran y harán que seamos capaces también hoy como profetas de ayudar a nuestra generación a preparar en verdad los caminos del Señor.

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