jueves, 16 de junio de 2022

Cuando hay amor de verdad en nosotros porque nos sentimos enamorados buscamos ansiosos la manera de estar con quien amamos, disfrutemos así de la oración

 


Cuando hay amor de verdad en nosotros porque nos sentimos enamorados buscamos ansiosos la manera de estar con quien amamos, disfrutemos así de la oración

Eclesiástico 48, 1-14; Sal 96; Mateo 6, 7-15

Nos enseña Jesús a orar. Lo necesitamos. Quizás alguna vez nos hayamos preguntado si oramos bien, si están bien nuestros rezos; quizás nos sentimos fríos y parece que la oración no nos dice nada, quizás nos damos cuenta que muchas veces nuestra oración está vacía, quizás nos preguntamos si Dios nos escucha, quizás en ocasiones nos sentimos desganados y tenemos la tentación de dejarlo, o lo hacemos a la carrera, deprisa y corriendo, como un cumplimiento. En el fondo algunas veces quisiéramos que nos enseñaran a rezar, que nos enseñaran a orar. ¿A quién mejor pedírselo?

Muchas veces nos hablará Jesús de la oración, alabará la oración de la gente humilde y sencilla o nos irá planteando cómo hemos de darle profundidad a nuestra oración; nos responde a esas preguntas sobre el valor de la oración y si merece la pena hacerla, o nos hablará de la insistencia y constancia con que hemos de hacerla; o nos dirá, como nos enseña hoy mismo, que es muy sencillo, que solo se trata de dejarse inundar de la presencia de Dios. Que no será necesario llevar muchas cosas preparadas ni cuestión de hacer una lista interminable de peticiones porque decimos que tenemos muchas necesidades, sino solamente saborear a Dios, su presencia, su amor.


Ya nos ha hablado de meternos en el cuarto escondido, para que sepamos hacer silencio, para que nos aislemos de tantas cosas y ruidos que nos perturban, de convertirlo en un tú a tú de amor para dejarnos sorprender por esa presencia, por ese amor, por esa vida de Dios que nos llena y nos trasciende, que nos hace echar raíces hondas pero que nos eleva a una órbita sobrenatural.

Las palabras que pone hoy Jesús en nuestros labios para enseñarnos a orar eso es lo que pretenden, que saboreemos la presencia y el amor de Dios; que tengamos el gusto de llamarle Padre y sentirnos amados porque somos en verdad sus hijos; que nos gocemos con Dios y con todo lo que Dios ama queriendo envolver, más aún, empapar nuestra vida de ese sabor de Dios.

Nos está diciendo quién es Dios y lo que es el amor de Dios; nos está diciendo cómo nos sentimos engrandecidos con su amor de manera que después de hacer esta oración todo tiene que ser distinto en nosotros porque ya no queremos otra cosa sino amar con su mismo amor. Esa es la gloria de Dios que hemos de buscar, eso es lo que nos hace sentir lo que es la grandeza del nombre de Dios de manera que ya en su nombre salgamos a los caminos de la vida proclamando con nuestra manera de hacer y de decir qué grande es el nombre de Dios, porque ya en su nombre seremos capaces de hacer todo lo bueno necesario para que el mundo sea mejor.

Nos sentimos amados de Dios y nunca nos sentiremos abandonados; nos sentimos amados de Dios y en El ponemos toda nuestra confianza para que no nos falte el pan de cada día; nos sentimos amados de Dios y queremos ir repartiendo ese amor y esa paz que El nos da a todos ofreciendo generosamente el perdón, porque también nos sentimos perdonados en nuestras debilidades y tropiezos; nos sentimos amados de Dios y su presencia se hace fuerza en nosotros para luchar contra lo malo, para no dejarnos arrastrar por el mal y el pecado. Siempre tendremos presente ante nosotros la gloria del Señor que hemos de buscar y manifestar.

Disfrutemos de la oración, porque disfrutamos de la presencia y del amor de Dios que nos envuelve con su Espíritu. Cuando hay amor de verdad en nuestro corazón porque nos sentimos enamorados buscamos ansiosos la manera de estar con quien amamos. Sea ese el deseo de Dios, sea esa la prontitud con que nos disponemos para el encuentro con el Señor en la oración.

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