viernes, 27 de mayo de 2022

Hoy podemos sentir que a pesar de tantas penumbras y oscuridades como nos da la vida, sin embargo no nos faltará nunca la luz de Jesús como nos había prometido

 


Hoy podemos sentir que a pesar de tantas penumbras y oscuridades como nos da la vida, sin embargo no nos faltará nunca la luz de Jesús como nos había prometido

Hechos de los apóstoles 18, 9-18; Sal 46; Juan 16, 20-23a

Cuando nos garantizan que tras aquel momento difícil, luego todo cambiará somos capaces de superar los temores que podríamos tener ante cómo afrontar esa situación y hasta pondremos de nuestra parte la mejor voluntad para salir adelante. Cuando nos señalan y convencen que una partida y una separación es necesaria para poder tener luego la certeza de que nunca más nos separaremos del ser amado somos capaces de afrontarlo. No es fácil, por nuestra mente y por nuestro corazón pasarán algunas nubes que nos suenan a borrascosas, pero sabemos que detrás luce el sol y terminará brillando con fuerza.

Es lo que Jesús trata de decirles en los momentos y en las circunstancias que viven los discípulos. Habla de la madre que va a dar a luz y sabe que los dolores del parto son fuertes, pero que ante la vida que viene todo merece pasarlo. Es lo que va a significar toda aquella pascua que va a vivir Jesús y que van a vivir sus discípulos. Es un paso, de la muerte a la vida, por la muerte a la vida. Es la pascua que nosotros hemos de vivir, donde tendremos que arrancarnos mucho de nosotros mismos para poder vivir esa vida nueva que Jesús nos ofrece.

Y eso va a costar, eso va a ser doloroso y difícil en muchos momentos, y de alguna manera nos resistimos. Hoy queremos vivir una vida sin dolor, sin sacrificio, sin esfuerzo; queremos que todo poco menos que se nos regale, porque no siempre estamos dispuestos a ese sacrificio, a ese esfuerzo, a ese trabajo; de todo nos quejamos, y rehuimos lo que signifique sudor de nuestra frente, o dolor en nuestra carne por lo que de nosotros tenemos que arrancar. Quizás estamos perdiendo las perspectivas de trascendencia que han de tener nuestros actos, que ha de tener cuanto hacemos. No somos capaces del valor que vamos a encontrar más allá de esa frontera que nos parece oscura y dolorosa.

Sucede en todos los ámbitos de la vida, porque sucede en el trabajo en que parece que tenemos miedo de responsabilizarnos hasta tener que esforzarnos; nos sucede en nuestro camino de superación personal, que incluso no queremos pasar por ese periodo que nos puede parecer oscuro del aprendizaje para poder llegar a tener dominio sobre lo que hacemos. No queremos aprender ni para crecer en nuestra propia vida; queremos que se nos facilite todo y algunas veces como educadores también vamos dando tantas facilidades que el discípulo no termina de aprender.

Hoy Jesús nos habla de la alegría que vamos a tener al final. Quienes en la vida no tenemos miedo al esfuerzo, tenemos la experiencia también de la satisfacción de lo que al final hemos logrado con ese esfuerzo. No es masoquismo, sino la realidad de lo que significa aprender y crecer. En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría’.

Y nos habla Jesús de una presencia nueva; nos habla de la presencia del Espíritu que nos estará haciendo presente al mismo Jesús. Es la acción del Espíritu en la Iglesia, es la acción del Espíritu en los sacramentos, por la que es Jesús mismo quien bautiza, por la que es Jesús mismo quien se nos da en el pan de la Eucaristía y ya no hablaremos de pan, sino de Cristo mismo, de su Cuerpo y de su Sangre que se hacen presentes, que se han vida y alimento para nosotros.

‘También vosotros ahora sentís tristeza, les dice Jesús; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada’. Es lo que podemos sentir hoy en la presencia de Jesús en su Iglesia. Es lo que nos hace sentir hoy que a pesar de tantas penumbras y oscuridades como nos da la vida, sin embargo no nos faltará nunca la luz de Jesús. Es lo que ahora nos anima y nos da esperanza.

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