jueves, 7 de abril de 2022

Creemos en la Palabra de Jesús plantándola en nuestra vida y tendremos vida para siempre que es mucho más que esas ansias de plenitud que lleva todo ser humano en su corazón

 


Creemos en la Palabra de Jesús plantándola en nuestra vida y tendremos vida para siempre que es mucho más que esas ansias de plenitud que lleva todo ser humano en su corazón

Génesis 17, 3-9; Sal 104; Juan 8, 51-59

¿Queremos vivir? ¿Queremos morir? Así directamente preguntado, damos por supuesta la respuesta. Nadie quiere morir, todos queremos vivir, aunque bien sabemos la realidad, que un día hemos de morir. ¿Le tenemos miedo a la muerte? ¿Le tenemos miedo a la vida? Es algo complejo, porque aunque muchas veces se nos hace difícil, queremos vivir, no queremos que nos llegue la hora de la muerte. Aunque quizás algunos la deseen, por los problemas que tienen, ¿por cobardía quizá por temor a tener que enfrentarse a los problemas de la vida? Es complejo todo lo que estamos diciendo, y al final amamos la vida, no queremos desprendernos de ella, aunque ¿Cuál sería esa vida de la que no queremos desprendernos para seguir viviendo?

En el fondo del corazón del hombre hay deseos de plenitud; ansiamos que todo eso bueno que vivimos lo podamos vivir en una plenitud para siempre, aunque algunas veces no sabemos ni cómo es eso, y nos llenamos de imaginaciones, como si ese vivir fuera seguir viviendo lo mismo que ahora vivimos. Y tenemos, entonces, que caminar guiados por la fe, en esto y en todo lo que es nuestro vivir. Porque esa plenitud no la vamos a tener por nosotros mismos, porque hay una esperanza en el corazón que nos da un sentido y un valor. Y aunque casi se nos presente como un misterio como seguidores de Jesús queremos creer en su palabra, aunque algunas veces también nos deje un tanto perplejos y desconcertados.

Es lo que le pasaba también a los contemporáneos de Jesús. Se sienten desconcertados con las palabras y las promesas de Jesús. No habían descubierto aún todo el misterio de Jesús, y por eso muchas veces sus palabras las tomaban solamente en un sentido muy humano, muy de tejas abajo. Cuando hoy les habla Jesús de vivir para siempre no lo entienden; como tampoco terminaron de entenderlo allá en la sinagoga de Cafarnaún cuando también les hablaba de que comiéndole a El tendrían vida para siempre. Ahora les habla de confiar en El, de creer en su Palabra, para alcanzar esa vida que dura para siempre.

‘En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre’, les dice. No terminan de entenderlo. Eso de no ver la muerte no les podía caber en sus cabezas. Son palabras, es cierto, difíciles, porque cuando hablamos de vida o de muerte pensamos en la realidad de la experiencia de lo que es nuestro vivir de cada día, comemos, dormimos, trabajamos, disfrutamos de las realidades materiales de la vida, vivimos en contacto con los demás, pero un día este cuerpo se enferma, este corazón se para, y ya parece que todo se acabó. Cogiendo al pie de la letra las palabras de Jesús, ¿por guardar su palabra este cuerpo no se va a enfermar y consumir, este corazón no se va a detener?

Tenemos que darnos cuenta de que Jesús nos está hablando de otro vivir, de algo más profundo que esa vida corporal, de algo que es lo que da verdadero valor a todo eso que material a corporalmente realizamos, de todo eso que más allá de nuestro cuerpo en nuestra mente llevamos y que es realmente lo que nos eleva, nos hace ser espirituales.

No vale entrar ahora aquí en aquellas discusiones que mantenían con Jesús con todas aquellas comparaciones con Abrahán o con los profetas que un día murieron. Jesús les está revelando el misterio de sí mismo, pero no terminan de comprender. ‘En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy’.

Está haciéndoles una revelación del misterio de la divinidad de Jesús, algo que ellos no podían aceptar. Por eso le rechazan, de alguna manera lo están considerando como un blasfemo cuando cogen piedras para apedrearlo. No lo harán ahora, porque Jesús se les escabulle entre las manos – aun no había llegado su hora – pero no tardarán en llevarlo a la cruz y al calvario. Será la Pascua de Jesús, que levantado en lo alto nos va a manifestar todo el misterio de Dios, porque nos va a manifestar ese amor infinito de Dios que nos entrega a su Hijo, como hemos venido reflexionando y como nos estamos queriendo preparar para la celebración de esa Pascua.

Pongamos toda nuestra fe en la Palabra de Jesús y tendremos vida. El ha venido y se ha entregado por nosotros y por todos para que tengamos vida en abundancia, para que tengamos vida eterna, para que no sepamos lo que es el morir, como hoy nos dice. Creemos en la Palabra de Jesús, plantándola en nuestro corazón y en nuestra vida, y tendremos vida para siempre. El se nos da, y como recordábamos, nos ha prometido que quien le come vivirá para siempre, El nos resucitará en el último día, nos hace partícipes de su misma vida.

 

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