lunes, 28 de marzo de 2022

Queremos ser buenos y avanzar en los caminos de la fe y una y otra vez nos llenamos de dudas, pero nos ponemos en camino fiándonos de la Palabra de Jesús

 


Queremos ser buenos y avanzar en los caminos de la fe y una y otra vez nos llenamos de dudas, pero nos ponemos en camino fiándonos de la Palabra de Jesús

 Isaías 65, 17-21; Sal 29; Juan 4, 43-54

No me lo puedo creer; lo estábamos esperando con mucho ardor, lo pedíamos continuamente a quien tuviera posibilidad de que se nos concediera, pero cuando llegó el momento y alguien nos lo ofreció, no lo terminamos de creer, nos parecía imposible. Esto lo podemos referir a muchos aspectos o cosas de la vida, sea un premio, sea la consecución de un sueño, la meta alcanzada tras duros esfuerzos, en muchas cosas de la vida podemos leer esto que estamos hablando.

De alguna manera se quedó boquiabierto aquel funcionario que subió hasta Caná para pedirle que fuese a curar a su niño enfermo. El funcionario insiste ante los comentarios de Jesús de que solo creen si ven signos y prodigios. Si Jesús va a tardar mucho y se entretiene en cualquiera que le sale a su paso, piensa él, en lo que baja a Cafarnaún el muchacho se le muere; por eso insiste a Jesús: ‘Señor, baja antes de que se me muera mi niño’. Pero Jesús le dice que su hijo ya está curado, no hace falta que Jesús baje hasta Cafarnaún para esto. ‘Anda, le dice, tu hijo vive’. Aun no se lo cree porque cuando se encuentra en el camino a los criados que vienen desde Cafarnaún anunciándole que su hijo está curado, aun quiere hacer una comprobación más, preguntando por la hora en que lo dejó la fiebre. La misma hora en que Jesús le había anunciado que su hijo estaba vivo.

El hombre quiere creer, pero duda; el hombre viene con fe hasta Jesús, pero quiere de alguna manera palpar con sus manos, verlo con sus propios ojos, lo que Jesús hace para curar a su hijo; el hombre quiere creer todo lo que le anuncian pero aun no se lo puede creer y quiere hacer algunas comprobaciones más. Parece como si el amor que siente por su hijo le cegara para no terminar de creer en las palabras de Jesús, aunque le está pidiendo con la insistencia de la fe que vaya a curar a su hijo.

Nos pasa quizá tantas veces en los derroteros de nuestra fe. Pedimos pero dudamos; pedimos pero parece que no tuviéramos la certeza de que nos van a conceder lo que estamos pidiendo; pedimos pero queremos ver cosas extraordinarias y maravillosas y no parece que no nos valen las cosas pequeñas y sencillas.

Y queremos ser buenos y avanzar en los caminos de la fe y una y otra vez nos llenamos de dudas; nos dejamos arrastrar por las cantinelas que como cantos de sirena suenan alrededor; parece que nos puede mucho más el racionalismo imperante a nuestro alrededor; vivimos tan materializados en las cosas de cada día en las que luchamos por obtenerlas, pero se nos queda lejos el campo de lo espiritual, de lo sobrenatural.

No tenemos que dejarnos arrastrar por nuestras dudas y por nuestros miedos; no tenemos que acomplejarnos porque cuando vamos caminando este camino espiritual de la fe, los que caminan a nuestro lado no lo entienden y nos preguntan para qué nos sirve la fe; tenemos que aprender a caminar seguros en nuestras convicciones, con los pies bien firmes en ese camino de la fe para no tambalear ante cualquier corriente, ante cualquier vientecillo que quisiera apagarnos esa luz que nos puede parecer mortecina; tenemos que aprender a dejar de estar pidiendo tantas pruebas, para dejarnos conducir, para dejar que el Espíritu del Señor guíe en verdad nuestros corazones, nuestras decisiones, nuestros pasos.

Tenemos que creer en la palabra de Jesús y ponernos en camino. A donde quiera llevarnos el Espíritu. A dar nuestro testimonio valiente. A iluminar nuestro mundo con esa luz de la fe convencidos de verdad que en Jesús está la salvación.

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