sábado, 12 de marzo de 2022

Porque nos sentimos amados, nos vemos impulsados a amar también entrando en una órbita que nos lleva por caminos de plenitud como perfecto es el Padre Dios que nos ama

 


Porque nos sentimos amados, nos vemos impulsados a amar también entrando en una órbita que nos lleva por caminos de plenitud como perfecto es el Padre Dios que nos ama

Deuteronomio 26, 16-19; Sal 118; Mateo 5, 43-48

El que se siente amado se ve impulsado a amar también. Es una experiencia maravillosa el sentirse amado. Sabes que tú le importas a alguien. Sabes que se te valora y se te tiene en cuenta. Sabes que tú eres importante para alguien cuando te considera digno de su amor. Por eso las experiencias negativas son tan traumatizantes. En todos los sentidos, en todos los seres que tienen sentimientos. Quien no ha experimentado en si mismo lo que es el recibir el amor de alguien se siente incapaz de amar, podríamos decir que aunque es algo innato en la persona sin embargo no ha aprendido a amar.

Lo necesitamos en todos los caminos de la vida; lo necesitamos para nuestras relaciones con los demás; lo necesitamos para tener amigos; lo necesitamos en el seno familiar que tendría que ser la mejor cuna y escuela del amor; lo necesitamos para comprender el sentido de la vida; lo necesitamos para aprender a valorar la vida misma y para comprender el mundo en el que vivimos y nuestro lugar en él. Es importante sentirnos amados.

Es la base y el fundamento que da sentido a nuestra vida, es la base y el fundamento de nuestra fe. Porque es el amor de Dios el que nos llama, Es el amor que se nos descubre y que nos hace buscar y responder. Es el amor de Dios el que nos abre caminos para ir no solo al encuentro con el Dios que nos ama, sentirnos gozosamente amados por El, sino que nos llevará necesariamente al encuentro con los demás porque nos pone en el camino del amor verdadero.

Cuando nos sentimos amados de Dios nuestros ojos, nuestra vida se abre a una nueva visión. Es una claridad que llega a nuestra vida y disipa las sombras; es una claridad que nos hace mirar con una visión nueva y distinta cuanto nos rodea, que nos hace mirar con una visión y nueva y distinta a los demás. Ellos también son amados de Dios y eso nos hace amar nosotros también.

Y Dios nos ama no porque nosotros hagamos merecimientos, sino que es una muestra de su generosidad, es iniciativa de Dios, es el mismo ser de Dios que es amor que nos ama y nos hace sus hijos. Daremos o no daremos respuesta, pero Dios sigue amándonos, Dios sigue llamándonos con sus señales de amor, Dios quiere tenernos junto a sí. ¿No tendremos, pues, que dar esas mismas señales de amor para con los demás?

Por eso nuestro amor tiene que hacerse generosamente ilimitado; no caben ni límites ni excepciones; no tienen sentido las discriminaciones; romperá siempre fronteras porque se hace universal como lo es el amor de Dios. Hoy nos habla Jesús del amor a los enemigos, porque cuando comenzamos a amar de verdad se tuvieron que acabar para siempre los enemigos; cuando comenzamos a amar de verdad se curaron las heridas y se borraron las cicatrices que pudieran quedar. Por eso nos dirá Jesús que incluso tenemos que rezar por aquellos que pudieran habernos hecho daño. Y todo ¿por qué? Porque queremos sentirnos de verdad hijos de Dios.

Por eso nos da esos detalles tan bonitos Jesús. ‘Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles?’ Algo distinto tiene que ser nuestra vida cuando nos sentimos amados de Dios. Con un amor distinto comenzaremos a amar. Y es que estamos entrando en una órbita que nos lleva a la plenitud, una órbita en crecimiento continuo porque termina diciéndonos ‘sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto’.

¿Queremos algo más hermoso?

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