jueves, 20 de enero de 2022

Partamos de la conversión del corazón para que haya un verdadero seguimiento de Jesús sin fanatismos y que se manifiesta en un compromiso de vida cristiana auténtica

 


Partamos de la conversión del corazón para que haya un verdadero seguimiento de Jesús sin fanatismos y que se manifiesta en un compromiso de vida cristiana auténtica

1Samuel 18, 6-9; 19, 1-7; Sal 55; Marcos 3, 7-12

Los entusiasmos a veces nos pueden llevar a confusiones. Y por otra parte qué fáciles de manipular son unas multitudes enfervorizadas o entusiasmadas por algo. Basta que surja una voz que diga por aquí, para que todos a una corran en aquella dirección. Las manifestaciones tienen a veces consecuencias que no somos capaces de prevenir muy bien, cuando una multitud entusiasmada se ciega ante unas consignas no sabemos en lo que puede terminar; fijémonos en las violencias que provocan en ocasiones incluso en personas que nos parecía que eran muy pacíficas.

Pero esto puede hacer referencia a muchas cosas en la vida. Un entusiasmo por la amistad con alguien algunas veces puede llevar a confusiones donde no sabemos qué es realmente la verdadera amistad o las pasiones que se pueden desbocar. Nos podemos cegar en nuestro entusiasmo y realmente no lleguemos a captar lo verdadero y mejor de un mensaje, y en el aspecto religioso – que también en otros aspectos de la vida social – pueden desembocar en fanatismos, que no llevan en si mismos la verdadera paz del espíritu.

No quería Jesús que fuese ese el camino de los que le seguían y se convertían en sus discípulos. En el evangelio vemos con frecuencia esas multitudes que acuden de todas partes a Jesús porque quieren escucharle en las nuevas esperanzas que se suscitan en sus corazones, pero muchas veces solo buscando al taumaturgo que milagrosamente nos libere de todos los males, pero no dejando que se liberen de verdad los corazones. De ello nos está hablando hoy el evangelio. ‘Al enterarse de las cosas que hacia, acudía mucha gente de Judea, Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón…Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo’.

Al principio hay unas previsiones que podríamos llamar de orden público o de protección civil empleando lenguajes de nuestro tiempo, ‘porque encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío’. Pero pronto vemos que Jesús quiere hacerles reflexionar en algo más. No dejaba que los que habían sido curados de los espíritus inmundos divulgaran lo que Jesús hacía o lo que ellos decían que era Jesús. ‘Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer’. No busca Jesús que su seguimiento sea simplemente por esos entusiasmos milagreros. El ha venido a anunciar la llegada del Reino de Dios y todo ha de comenzar por la conversión de los corazones. Mientras no haya esa conversión del corazón no habrá un verdadero seguimiento de Jesús.

¿Cuál es nuestra manera de seguimiento de Jesús? ¿Partiremos en verdad de esa conversión de los corazones? Bien conocemos nuestra realidad que en cierto modo es tan variada. Somos dados a movernos solamente desde cosas extraordinarias y fácilmente nos entusiasmamos con hechos milagrosos. Ha seguido siendo así a pesar del cambio de los tiempos. Sin quitarle el valor que esos lugares pudieran tener y ser también un signo que nos llame a la conversión, pero qué fáciles somos para correr de acá para allá buscando esos santuarios y lugares que encontramos más milagrosos. Seguimos buscando ese milagro que, decimos, fortalezca nuestra fe.

Nos entusiasmamos con manifestaciones multitudinarias en torno a una imagen sagrada, pero quizá no somos capaces de abrir con el mismo entusiasmo los oídos del corazón para escuchar la llamada del Señor a una vida mejor y una vida más santa. Cuidado no caigamos en la pendiente de los fanatismos religiosos por los que fácilmente podemos resbalar y cuando pase ese momento de verdad todo se pueda quedar en un vacío.

Creo que tenemos que ir haciendo paradas en la carrera de nuestra vida para entrar en momentos de mayor reflexión y de mayor interiorización, de un crecimiento de una verdadera espiritualidad que interiormente nos haga crecer y que se manifieste luego en ese compromiso de una vida cristiana auténtica, de una vida de un verdadero seguimiento de Jesús.

 

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