jueves, 23 de diciembre de 2021

En la ya inmediata navidad que vamos a celebrar dejémonos sorprender por Dios que quiere ser Emmanuel en nuestra vida, algo quiere decirnos

 


En la ya inmediata navidad que vamos a celebrar dejémonos sorprender por Dios que quiere ser Emmanuel en nuestra vida, algo quiere decirnos

Malaquías 3, 1-4. 23-24; Sal 24; Lucas 1, 57-66

Tenemos el peligro hoy de perder la capacidad de sorpresa. El ritmo de la vida o el ritmo con que todo progresa, de manera que ahora podemos contemplar cosas que ni podíamos imaginar hace muy poquitos años, puede hacernos perder esa sensibilidad, nada nos sorprende, damos casi por sentado que las cosas cambian de un momento a otro y nos iremos encontrando cosas nuevas a cada instante.

Aceptando incluso ese ritmo vertiginoso de la vida no podemos perder la capacidad de la sorpresa, porque en cosas que nos pueden parecer normales y sencillas sin embargo podemos descubrir grandes maravillas, o podemos describir cosas que nos pueden engrandecer, nos puede ayudar en nuestro camino como personas en medio del mundo, para no ser unos autómatas. Y nos sorprenden no solo las cosas que nos asustan o llenan de temor, sino que nos hemos dejar sorprender por algo sencillo que sin embargo puede llenar de alegría nuestro corazón.

El nacimiento de Juan en casa de Zacarías e Isabel allá en las montañas de Judá aunque en una cierta cercanía de Jerusalén estuvo lleno de sorpresas no solo para la propia familia, sino también para sus vecinos y los habitantes de aquel lugar. El mismo hecho del embarazo de Isabel siendo ya una mujer mayor causó admiración entre sus vecinos y ya nos dice el evangelista en su relato que la felicitaban porque Dios había obrado con misericordia con ella. Ya también era algo que no entendían por qué Zacarías se había quedado mudo desde que nueve meses antes había regresado de su servicio en el templo.

Pero las sorpresas aún con la alegría del nacimiento de un niño fueron grandes en los siguientes momentos. A la hora de la circuncisión era el momento de la imposición del nombre al recién nacido; lo normal para todos ellos era que se llamara Zacarías como su padre, pero la madre insistía en que había de llamarse Juan; no era un nombre que llevara ninguno de sus familiares pero sorprendía la insistencia de Isabel. Preguntan por señas al padre cómo había de llamarse y escribiendo en una tablilla – estaba aún mudo – señaló que había de llamarse Juan.

‘¿Qué va a ser de este niño?’, se preguntaban todos asombrados; el nombre tiene también su significado y Juan viene a significar ‘Dios ha tenido misericordia con él’, que se correspondería como dicen algunos analistas de significados como el hombre que es respuesta a esa misericordia se mantiene fiel a Dios por encima de todo. Ya los mismos vecinos habían felicitado a Isabel porque Dios había tenido misericordia con ella al concederle el don de la maternidad, algo que era muy apreciado en Israel. No ha de extrañar, pues, el nombre que se le quiere imponer. Pero las gentes se sorprenden y se admiran porque están viendo que la mano del Señor se está allí haciendo presente.

¿Seremos capaces de ver nosotros la mano de Dios que también se hace presente de mil maneras en nuestra vida? A todo hoy queremos darle explicaciones naturales y racionales, pero sigue habiendo misterio en la vida del hombre, se sigue haciendo presente el misterio de Dios en nuestra vida. Es lo que el corazón de un creyente ha de saber intuir y descubrir, es precisamente la base que nos hace creyentes. Dejémonos sorprender por Dios, incluso en aquellas cosas que nos suceden que nos puedan resultar o incomprensibles o duras. Dios nos está queriendo decir algo, Dios quiere manifestarse en nuestra vida, dejemos actuar a Dios.

¿Nos hará falta esa capacidad de sorpresa y admiración ante la cercana navidad en las circunstancias concretas en que tendremos que vivirla en este año? ¿Qué nos estará queriendo decir el Señor cuando así de esa manera se hace, se sigue haciendo Emmanuel, Dios con nosotros?

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