jueves, 16 de diciembre de 2021

En este camino de adviento que estamos realizando escuchemos al Bautista y dejémonos purificar por la gracia de la Palabra de Dios que nos salva

 


En este camino de adviento que estamos realizando escuchemos al Bautista y dejémonos purificar por la gracia de la Palabra de Dios que nos salva

Isaías 54,1-10; Sal 29; Lucas 7,24-30

‘Yo envío mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti...’ Es lo que había anunciado el profeta. Una referencia clara a Juan Bautista. No era otra su misión, pero ¡qué excelsa misión! El que preparaba el camino, el que caminaba delante señalando el camino, por eso lo llamamos el Precursor.

No todos comprendieron el mensaje de Juan. Muchas veces los mensajes de los profetas pueden parecer enigmáticos para el resto de los mortales. No es como poner un calco para que todo salga igual, pero sí vemos en la misión, las palabras y la presencia del profeta algo que nos dice, que nos llama la atención, que nos obliga a aterrizar en la vida para de una forma concreta ver hecho realidad lo que antes está anunciado en profecía.

Es lo que vemos en Juan. Cuando aquella embajada había venido en nombre Juan preguntando si era El o habían de esperar a otro, los enviados se convirtieron en testigos, lo que parecían los enigmas comienza a ser descifrado, todo se convierte en una palabra profética que nos invita a nuestras actitudes, a nuevos actos de servicio, a nuevo estilo de vida. Y con palabras y con hechos tenemos que encontrar la respuesta.

Ya la figura de Juan en si misma es todo un gesto profético. Su andar por los desiertos, su estilo de vida, su austeridad y su pobreza, sus vestiduras y aquello silvestre de lo que se alimentaba. Todo va indicando que nos encontramos con alguien superior, no es como el resto de los mortales aunque él sea también un simple mortal.

Todos sus gestos, todas sus palabras, todos los signos que emplea nos están hablando. No viste a la manera de los que andan en los palacios, su vestidura hecha de piel de camello, y la frugalidad de su comida, saltamontes o miel silvestre, estarán poniendo en un interrogante la vida de los que lo contemplen. No hay modo de que nos comparemos con El. Es pequeño, pero es grande, sus palabras y enseñanzas parecen sencillas pero tienen una profundidad y unas exigencias grandes. Son un fiel espejo en el que tenemos que mirarnos, nuestras ropas de marca, nuestro estilo cómodo de vida, la exquisitez que buscamos en nuestros alimentos pueden estar hablándonos de nuestras superficialidades.

Por eso su palabra exige un cambio en nosotros, nos habla de conversión. Y nos hablará de fuego que purifica, como de hacha que está dispuesta para arrancar todo lo inservible porque ha de ser el principio de un hombre nuevo, que si va a recibir alguna unción será la que nos consagrará como sacerdotes profetas y reyes. ¿Estaríamos dispuestos a esa purificación, a dejarnos arrancar esas ramas inservible que nada de fruto dan y que solo merecerán el fuego de la hoguera donde todo es purificado?

‘¿Qué salisteis a ver en el desierto?’ Les pregunta Jesús. No al hombre que viste ricos ropajes ni el que habita en el confort de un palacio. Es el que viene con una misión, aquel que ha sido escogido como precursor, el que va delante y va marcando el camino. Cuando utilizamos estos medios técnicos y electrónicos para escribir en la pantalla va apareciendo algo que llamamos el cursor que nos está indicando por donde irán apareciendo las letras, las palabras, los dibujos que nosotros vayamos componiendo o realizando. Es la misión del bautista; por eso lo llamamos el precursor, el que va delante, el que nos va señalando el camino.

‘Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta… Porque os digo, entre los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan. Aunque el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él. Al oír a Juan, todo el pueblo, incluso los publicanos, recibiendo el bautismo de Juan, proclamó que Dios es justo. Pero los fariseos y los maestros de la ley, que no habían aceptado su bautismo, frustraron el designio de Dios para con ellos’.

Nosotros ¿escucharemos a Juan o frustraremos el designio de Dios? ¿Queremos en verdad escuchar la Palabra de Dios? ¿Queremos en este camino de adviento que estamos realizando dejarnos purificar por la gracia de la Palabra de Dios que escuchamos?

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