viernes, 26 de noviembre de 2021

Hay algo que sí es inmutable y permanente que es el amor de Dios y su Palabra, por eso buscamos a Dios y en todo queremos sentir siempre su amor escuchando su Palabra

 


Hay algo que sí es inmutable y permanente que es el amor de Dios y su Palabra, por eso buscamos a Dios y en todo queremos sentir siempre su amor escuchando su Palabra

Daniel 7,2-14; Sal.: Dn. 3, 75-81; Lucas 21,29-33

Todo pasa, decimos algunas veces con un cierto sentido fatídico de destino inexorable ante el que nos tenemos que someter; todo pasa decimos cuando quizás queremos restarle importancia a lo que sucede si acaso no podemos hacerle frente a lo que sucede o nos vemos impotentes sin entender demasiado las cosas; todo pasa quizás pensamos porque nos damos cuenta que las cosas se van transformando, que unas pueden ser raíz y causa de otras, o también que nosotros somos los que vamos construyendo la vida y mucho pueda depender de las actitudes o posturas con las que nosotros nos enfrentemos. ¿Habrá algo que permanezca inmutable, que no tenga cambio, que sea como un sentido permanente para lo que es la vida y lo que nos sucede? Algunas veces parece que no sabemos responder.

Es cierto que la vida es un continuo caminar, pero es un caminar donde somos nosotros los que vamos dando los pasos envueltos por el tiempo, herederos de un pasado, pero siempre con el anhelo de ser constructores de un futuro. Hay cosas, es cierto, que sucede por la naturaleza de las mismas cosas; hay cosas que pueden parecernos que son fruto de un azar; hay fuerzas que provienen de la misma naturaleza y que en su devenir pueden transformar esa misma naturaleza o pueden obligarnos a transformarnos nosotros mismos.

Pero siempre está el hombre, la persona, con su vida, con su propia fuerza, con la creatividad que nace de si mismo, con una capacidad de transformación para mejorar o también para destruir. ¿Qué hacemos? ¿Qué estamos poniendo de nuestra parte? ¿Estaremos contribuyendo a la construcción y desarrollo, o nos habremos convertido algunas veces en destructores?

Pero el creyente sabe que detrás de todo eso, de ese devenir y de ese caminar de la historia, incluso de eso que con nuestra voluntad, con nuestra libertad podemos hacer, está Dios. Nos sentimos su criatura, pero una criatura en cuyas manos ha puesto Dios la misma vida y ese mundo también en que vivimos. Desde Dios que todo lo ilumina, también sentimos la responsabilidad de nuestros actos, de lo que podemos hacer a partir precisamente de esa libertad.

Y hay algo que sí es inmutable, permanente que es el amor de Dios y su Palabra. Y reconocemos que todo eso que ha puesto en nuestras manos desde nuestra vida misma es un regalo de su amor que nos hace grandes, que nos dignifica y que también nos compromete. Por eso el creyente busca a Dios y quiere sentir su amor; busca a Dios y quiere escuchar su palabra para descubrir todo lo que es su designio de amor para nosotros y para nuestro mundo; el creyente confía en Dios aunque muchas veces no termine de comprender cuanto sucede y por qué sucede. Muchos interrogantes pueden surgir en su corazón, pero se fía de Dios, busca a Dios, quiere escuchar a Dios.

A veces nos encontramos con momentos difíciles y oscuros en que nos parece no entender nada; dejémonos iluminar por su palabra, abramos nuestro corazón a la confianza y a la esperanza, intentemos seguir caminando en fidelidad, agarrándonos de su mano como el niño que se confía de su padre y se deja conducir por él. Dios siempre va a hacer surgir algo nuevo incluso de eso tumultuoso y doloroso que nos pueda estar sucediendo. Es la fe y la esperanza que ponemos por encima de todo en Dios y que es nuestra fuerza para caminar, para seguir adelante, para no dejarnos hundir en la oscuridad.

No entendemos pero abramos nuestro corazón a su Espíritu y el irá dictando esos caminos que hemos de seguir, que hemos de seguir construyendo.

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