martes, 19 de octubre de 2021

El creyente verdadero tendría que saber descubrir la presencia del Señor que viene a nosotros y se hace presente en nuestra vida en muchos momentos y de tantas maneras

 


El creyente verdadero tendría que saber descubrir la presencia del Señor que viene a nosotros y se hace presente en nuestra vida en muchos momentos y de tantas maneras

Romanos 5,12.15b.17-19.20b-21; Sal 39; Lucas 12, 35-38

‘Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame’. Nos habla hoy Jesús de la vigilancia que hemos de tener en la vida; nos habla de esperanza.

Vigilante tiene que estar aquel a quien le han confiado la seguridad de un lugar, de un edificio, de unas personas, y tiene que estar atento a todo cuanto pueda suceder para que no haya ningún daño, para que nadie se sienta perjudicado, ni nadie pueda perder lo que tiene porque se lo arrebaten.

Estamos acostumbrados en el mundo en el que vivimos a ver esos guardias de seguridad que tanto cuidan de un edificio o de una obra en construcción, como hacen de escolta de personas a las que se considera importantes para que no sufran ningún daño, o cuidan de la seguridad de nuestras casas o nuestras calles. Responsabilidad del vigilante es estar atento a cuanto sucede, para ser capaz de prevenir el perjuicio que se pudiera ocasionar.

Muchas cosas podríamos decir de esa actitud necesaria de vigilancia y pensamos en la responsabilidad de unos padres que tienen que estar atentos al bien de los hijos y de la familia, o la responsabilidad de quien ha asumido una función pública que tiene que atender debidamente porque allí está puesto para trabajar por el bien de todos.

Pero vigilancia es la actitud necesaria que todos hemos de tener en la vida para saber responder con responsabilidad a la vida misma, pero también para cuidar todo lo que sea necesario para su crecimiento y desarrollo personal; no nos podemos descuidar en nuestra preparación de cara al futuro de nuestra propia vida, por lo que hemos de tomarnos la vida misma como una gran responsabilidad. Cuidamos el desarrollo de nuestras capacidades y de nuestras cualidades, cuidamos el cultivar los mejores valores que engrandezcan la vida misma y nos hagan alcanzar la tan ansiada madurez.

Pero en esa responsabilidad de la vida no pensamos ya solo en nosotros mismos sino que sabremos estar abiertos a ese mundo en el que vivimos y a esas personas con las que convivimos; de ahí surge la responsabilidad que tenemos que asumir también en relacion a nuestro mundo y hemos de cuidar que cada día sea mejor. Y eso es también vigilancia. Muchas consecuencias van surgiendo para nuestra vida.

Aquí tendríamos que comenzar a pensar en todo ese ámbito de nuestra vida espiritual, de nuestra vida de fe, de la vida cristiana del seguimiento de Jesús. Quizás algunas veces parece que actuamos con mayor seriedad desde esos necesarios parámetros de vigilancia y responsabilidad para nuestras tareas o responsabilidades que asumamos en la vida que todo lo que atañe a nuestra vida de fe y a nuestra vida cristiana. Nos decimos cristianos, nos decimos personas de fe pero esos aspectos de la vida los hemos relegado tanto a un segundo término que algunas veces actuamos como si no tuviéramos fe.

Necesitamos vigilancia y atención en nuestra vida espiritual, para no dejarnos impregnar por ese materialismo y sensualismo que nos circunda en la vida. Es una gran tentación en la carrera loca de la vida; nos falta esa vigilancia para cuidar nuestra vida espiritual, para cuidar nuestra vida de fe, para impregnarnos de esos valores que nos trasmite el evangelio. 

Nos habla Jesús en las imágenes que nos ofrece hoy en el evangelio de estar preparados para la llegada del Señor a nuestra vida; y ahí actuamos muchas veces ciegamente, hemos perdido esa sensibilidad espiritual y ya no sabemos sintonizar con lo sobrenatural, con el mundo de la gracia.

Es un toque de atención el que nos hace hoy Jesús en el evangelio.  El creyente verdadero tendría que saber descubrir esa presencia del Señor que viene a nuestra vida, que se hace presente en nuestra vida en muchos momentos y de tantas maneras. En la insensibilidad en que nos ha metido ese materialismo en que vivimos es que vivimos como si nada esperáramos de esa presencia de Dios en nuestra vida. Cuidado que nos digamos creyentes y cristianos y nuestra vida sea más bien la de un ateo que prescinde de Dios en su vida. ¿Por qué podemos llegar a eso? Por la falta de vigilancia y por la falta de una auténtica esperanza. Cuánto daño nos estamos haciendo en nuestro camino hacia la plenitud. Despertemos para Dios.

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