lunes, 13 de septiembre de 2021

Lo que necesitamos nosotros es ser confiados, ser humildes, ser constantes en nuestra oración, con la seguridad además de podernos dirigir directamente a El

 


Lo que necesitamos nosotros es ser confiados, ser humildes, ser constantes en nuestra oración, con la seguridad además de podernos dirigir directamente a El

1Timoteo 2,1-8; Sal 27; Lucas 7,1-10

¿A quien tengo que acudir para resolver este problema? Pero algunas veces esa pregunta nos habremos hecho quizás más de una vez ante un problema que se nos presenta, ante una necesidad o una situación difícil, lleva emparejada algo más, porque más bien estamos preguntándonos quién nos podrá servir de intermediario, a quien podemos acudir que tenga influencias en aquella administración o ante aquellas personas concreta, estamos buscando un valedor

El centurión del que nos habla el evangelio parece ser que buscó buenos valedores, porque la carta de recomendación que presentaban ante la petición del centurión era ensalzarle por lo que había hecho por el pueblo colaborando incluso, a pesar de ser un gentil, en la reconstrucción de la sinagoga de Cafarnaún. Parece ser que méritos le sobraban, pero como veremos a continuación no era solo por aquellas obras altruistas que había realizado por los judíos de Cafarnaún sino que Jesús destacará algo mucho más importante aún.

El tema era que aquel hombre tenía un criado, a quien apreciaba mucho, enfermo de gravedad; no sabiendo ya a quien acudir para encontrar remedio, al oír hablar de Jesús piensa que es a El a quien tiene que acudir. Pero no se siente digno, por eso se vale de gentes influyentes e importantes de Cafarnaún. Y Jesús quiere atender a la petición de aquel hombre y se pone en camino. Pero el centurión insiste en su humildad porque si no había ido personalmente a hacer la petición era porque no se consideraba digno, pero su petición seguía en pie y ahora manifestando especial confianza. Sabe que la palabra de Jesús podrá salvarle y solo es necesaria esa palabra de Jesús.

Son tan importantes los sentimientos de fe y de humildad de aquel hombre que la Iglesia ha tomado esas palabras para que sean las que digamos cuando nos vamos a acercar a comulgar. ‘Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para salvarme’. Pero en aquel hombre está la confianza y la fe al mismo tiempo que la humildad, pero con una certeza grande. El tiene autoridad y puede mandar a sus soldados o a sus criados que hagan una cosa u otra y bastará su palabra para que su orden se cumpla. Y es en lo que confía que puede hacer Jesús.

Jesús se sorprende de la fe de aquel hombre y así quiere resaltarlo y que todos los conozcan. ‘Ni en Israel he encontrado en nadie tanta fe’, es la exclamación de Jesús. Aquí están los verdaderos méritos de aquel hombre, su fe inquebrantable y humilde. Y cuando los enviados regresan a casa se encontrarán al criado ya sano. Creyó aquel hombre y creyó toda su familia, destacará el evangelista. ¿Creemos nosotros también? ¿Nos fiamos de igual manera de la palabra de Jesús? ¿Podrá decir Jesús lo mismo de nuestra fe?

Cuántas veces en nuestros aprietos y angustias nos llenamos de dudas. Queremos pedirle al Señor y decimos que no sabemos si vamos a ser escuchados. Pedimos y parece en ocasiones que los dioses somos nosotros porque Dios tiene que hacer las cosas tal como nosotros se lo pidamos. Queremos que las cosas sean a nuestra manera y en la prontitud que se vuelve exigencia y que de alguna manera pone a prueba nuestra fe. Pero los caminos de Dios no son nuestros caminos, aunque sí sabemos que el amor que Dios nos tiene nunca nos falla.

Y tenemos que saber descubrir las respuestas que el Señor va dando a nuestra vida, a nuestras inquietudes, a nuestras angustias, a nuestros aprietos. Algunas veces por la dureza de nuestro corazón tendrá que pasar tiempo para que nos demos cuenta de la respuesta del Señor a nuestras peticiones. Como Padre bueno siempre nos dará lo mejor.

Lo que necesitamos nosotros es ser confiados, ser humildes, ser constantes en nuestra oración, con la seguridad además que directamente nos podemos dirigir a El, no necesitamos de influencias ni valedores, aunque bien sabemos cual es la función de la madre, de María, y cómo también los santos desde el cielo también interceden por nosotros.

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