viernes, 9 de julio de 2021

Sagacidad, vigilancia, atención, ojo avizor pero sin dejar meter la malicia en el corazón porque solo los sencillos y limpios de corazón podrán ver a Dios

 


Sagacidad, vigilancia, atención, ojo avizor pero sin dejar meter la malicia en el corazón porque solo los sencillos y limpios de corazón podrán ver a Dios

 Génesis 46,1-7.28-30; Sal 36; Mateo 10,16-23

Hay un dicho o refrán popular que dice que ‘camarón que se duerme, se lo lleva la marea (se lo lleva la corriente)’. Como todos los refranes populares encierra una sabiduría popular que nos previene contra la pereza, el descuido, las irresponsabilidades con que podemos vivir la vida. Cuántas oportunidades perdemos por no saber estar atentos y vigilantes para cuando pueda aparecer esa oportunidad; pero de cuántos peligros nos libraríamos también si tuviéramos ese ojo avizor que está atento a lo que sucede a su alrededor y de las cosas que nos pudieran afectar negativamente en la vida.

Creo que dentro de la madurez humana a la que todos aspiramos está esa vigilancia y atención a cuanto sucede en nuestro entorno, para evitar peligros, para aprovechar oportunidades, pero también para saber sacar provecho de aquello que nos sucede para ese nuestro crecimiento y maduración como personas.

Esto es algo que hemos de tener muy claro en el camino de nuestra vida cristiana. En nuestra oración, en la oración que nos enseñó Jesús, pedimos no caer en la tentación y vernos libres del mal, pero de alguna manera cuando lo hacemos estamos pidiendo esa luz, esa perspicacia, esa vigilancia con que hemos de estar para no vernos invadidos por el mal, y eso contando con la gracia del Señor.

Es lo que hoy también quiere decirnos Jesús en el evangelio. El camino no siempre es fácil; la tarea del anuncio del Reino de Dios que Jesús nos confía va a encontrar mucha contradicción a nuestro alrededor; mantener nuestra fidelidad y nuestra fe algunas veces se convierte en una tarea difícil por todas las influencias que podemos recibir de nuestro entorno; el camino del evangelio no se convierte en un camino de rosas, porque muchas van a ser las zarzas y las espinas que nos encontremos en el camino; quien lleva la luz del evangelio se convierte en un signo de contradicción en medio del mundo.

¿No fue ese el camino de Jesús? ¿No lo había anunciado así el anciano Simeón a su madre María? La imagen del hijo del hombre, varón de dolores, que nos presentan los profetas nos describe bien el camino de pasión de Jesús; y el discípulo no es más ni mejor que su maestro.

‘Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas’, les dice Jesús a sus discípulos. Y a continuación les hablará de cómo van a ser traicionados, cómo van a ser entregados a los tribunales para ser condenados, de todo el camino de persecuciones con que se van a encontrar. El león rugiente está acechando buscando a quien devorar, nos recordará san Pedro en sus cartas. Hoy Jesús nos habla de lobos que rodean a las ovejas, aunque ya en otro momento hablará de los buenos pastores que cuidan de su rebaño y están atentos a cuando pueda venir el lobo. Pero de alguna manera ahora nos está señalando lo que va a ser el día a día de nuestra vida.

Y nos pide Jesús, sagacidad y sencillez. Sagacidad que es lo mismo que vigilancia y atención, ese cuidado con ojo avizor con que hemos de estar en nuestra vida para que nos pueda venir la tentación. Pero al mismo tiempo nos habla de sencillez porque en esa vigilancia y atención, en esa sagacidad, no poder dejar meter la malicia, la mala intención o el mal deseo.

Estar vigilantes para no caer en las redes del mal no significa que llenemos el corazón de violencia o de deseos de venganza. Es también una tentación que nos puede aparecer en nuestro corazón. Por algo en las bienaventuranzas llamará dichosos a los que son limpios de corazón que además serán los que verán a Dios; no han dejado que se enturbie el corazón y por eso tendrán los ojos claros para ver las obras de Dios, la presencia de Dios.

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