sábado, 17 de julio de 2021

No convirtamos en campos de batalla los terrenos que entre todos tendríamos que cultivar y sepamos ofrecer siempre la mutua colaboración

 


No convirtamos en campos de batalla los terrenos que entre todos tendríamos que cultivar y sepamos ofrecer siempre la mutua colaboración

Éxodo 12, 37-42; Sal 135; Mateo 12, 14-21

Vamos a decirlo así, pero en las rutinas de la vida está el que por cualquier motivo nos hagamos la guerra los unos a los otros. Bueno, es lo que vemos con facilidad en nuestro entorno y acaso nosotros podamos caer en esas espirales de violencia que nos creamos algunas veces por verdaderas minucias.

Una palabra dicha en un mal momento es suficiente para que el otro se lo tome a mal como una gran ofensa y ya comencemos con nuestras rencillas, resentimientos que poco a poco van en crecida y de lo que hacemos luego un mundo de guerras y batallas. Cuántos vecinos andan a la greña los unos con los otros por un mal entendido en un momento determinado que no se supo perdonar, sino que eso motivó que luego el ya ahora contrincante le haga algo peor.

Cuántas veces en reuniones vecinales que tendrían que llevar a la concordia y a querer trabajar juntos en una misma dirección para resolver problemas de la comunidad, como el otro opina distinto a lo que yo opino, porque se tomó en un momento determinado una dirección que no era lo que yo desde mis ideas o mis intereses quería, terminan por hacerse la guerra los unos a los otros terminando por convertir lo que tenía que ser un intercambio de ideas en un campo de batalla.

Claro que también hay gente pacífica, que busca el entendimiento, que quiere dialogar y confrontar ideas pero con el deseo de llegar a un acuerdo, gente que sabe perder en un  momento determinado para que no se pierda la paz, gente que da un paso a un lado para dejar que las ideas de los otros caminen y son capaces de poner todos sus deseos de colaboración. Es cierto. No todo es negativo. No siempre son campos de batalla.

Es el mensaje que hoy se nos quiere transmitir en el evangelio. El anuncio del Reino de Dios por parte de Jesús había creado malestar en ciertos sectores de los judíos que estaban a la contra. Hoy vemos en el evangelio que ya hay grupos que estaban buscando la manera de quitar de en medio a Jesús. Pero Jesús en estos momentos no entra al trapo, como se suele decir. Da un paso a un lado y se va por otros lugares para seguir haciendo el anuncio del evangelio. Es cierto que aquellos que lo quieren quitar de en medio lo lograrán un día llevándole a la muerte de cruz, aunque bien sabemos, porque es parte de nuestra fe, que la victoria está de parte de Jesús a quien contemplaremos resucitado de entre los muertos.


Ahora el evangelista al hacernos el relato recuerdo textos de los profetas que hablaban del siervo de Yahvé. ‘Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Isaías: Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, en quien me complazco. Sobre él pondré mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, nadie escuchará su voz por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no lo apagará, hasta llevar el derecho a la victoria; en su nombre esperarán las naciones’.

Es Jesús, es cierto, el elegido de Dios, el amado en quien el Padre se complace, como escucharemos en el relato de la transfiguración. Como el mismo Jesús había recordado en la sinagoga de Nazaret es aquel sobre quien está el Espíritu del Señor que le ha consagrado y enviado para anunciar la liberación y el año de gracia del Señor. Pero será el que fue anunciado en su nacimiento como el Príncipe de la paz; su misión no es gritar desde la violencia, su camino es el del servicio siendo capaz de hacerse el último y el servidor de todos. Será el que viene a avivar los rescoldos de esperanza y buena voluntad que quedan en los corazones y el que sabe contar con todos aún con aquellos que son los más despreciados de los hombres.

¿Qué es lo que le vemos realizar en el evangelio? Comerá incluso con los publicanos y los pecadores, porque por encima de su posible pecado El será capaz de apreciar el más mínimo rescoldo de amor. Se le perdonan sus muchos pecados porque amó mucho, dirá cuando la mujer pecadora llore a sus pies y derrame perfumes que llenen con su fragancia toda la casa. Cuenta con todos porque aquellas mujeres pecadoras serán las que lo acompañen incluso hasta el pie de la cruz – allí estaba Magdalena – y un publicano o alguno procedente del grupo de los zelotes formarán parte del grupo de los apóstoles por El especialmente llamados.

¿Aprenderemos nosotros a no convertir en campo de batalla el campo que entre todos hemos de saber cultivar? Creo que el mensaje de Jesús está claro. Si nos dejáramos empapar por este espíritu del evangelio qué distintas serían nuestras relaciones, cuánta colaboración seríamos capaces de poner entre todos.

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