jueves, 29 de julio de 2021

Necesitamos abrazarnos a los pies de Jesús como Marta y María de Betania para experimentar en nosotros la palabra de vida que nos ofrece

 


Necesitamos abrazarnos a los pies de Jesús como Marta y María de Betania para experimentar en nosotros la palabra de vida que nos ofrece

Éxodo 40, 16-21. 34-38; Sal 83; Juan 11, 19-27

La súplica de Marta cuando llega Jesús tras la muerte de su hermano es bien semejante a la súplica y hasta el desencanto por el que hayamos pasado nosotros, o contemplamos a nuestro alrededor, en circunstancias semejantes. Nos cuesta aceptar el hecho de la muerte y en la enfermedad y enfermedad grave de un ser querido es lo que suplicamos con mayor insistencia en nuestra oración al Señor. El Señor no nos escuchó, decimos resignados cuando no nos ha quedado más remedio que aceptar el hecho de la muerte. Es muy humano, tendríamos que reconocer. Valoramos la vida, no queremos perderla, no queremos perder a los seres queridos; y surgen los interrogantes y las preguntas en el corazón.

Es lo que contemplamos en aquel hogar de Betania, cuando hoy estamos celebrando a santa Marta, una de los tres hermanos de aquella familia. Un hogar en el que se manifiesta la cercanía de Jesús. Era un hogar abierto y muchas veces dieron acogida a Jesús, en su paso hacia Jerusalén cuando subía desde Galilea, precisamente por el camino del valle del Jordán y Jericó para luego subir hasta Jerusalén atravesando aquel pueblecito de Betania. Pero en algún momento nos habla el evangelio de cómo Jesús estando en Jerusalén venía a hospedarse a Betania.

Cuando celebramos esta fiesta de santa Marta en muchas ocasiones nos hemos fijado también en aquel episodio de la acogida de Jesús y sus discípulos en aquel hogar. Marta se afanaba por tener todo preparado en ese sentido tan hermoso y profundo de hospitalidad, mientras María se sentaba a los pies de Jesús para escucharle, que motivaría las quejas de Marta por la inacción de María de Betania. Son diálogos y episodios cargados de humanidad en la cercanía de unos corazones que sentían y resplandecían por su amor.

Creo que esos breves episodios pueden ser muy significativos para nosotros al escucharlos en el evangelio. Es la Buena Nueva que nos habla de la cercanía de Jesús pero es también toda esa carga de humanidad en quienes saben abrir las puertas del corazón para la acogida y para la escucha. Cercanía nos ofrece Jesús, pero es la cercanía que nosotros también hemos de saber buscar. ¿Sabremos nosotros vivir en esa cercanía de Jesús porque también le busquemos  y sintamos el gozo de estar con El? ¿Habremos aprendido a disfrutar de nuestra oración porque en verdad nos sentimos a gusto en la presencia del Señor?

Cuando estamos disfrutando de la visita de alguien podríamos decir que los relojes se detuvieron y se acabaron las prisas.  ¿No solemos decir cuando hemos estado a gusto con alguien que nos vino a visitar y llega la hora de la partida ‘por qué te vas tan pronto’? ¿Será así nuestro estado de ánimo cuando vamos a una celebración o cuando hacemos nuestras oraciones? ¿Acaso muchas veces no estaremos demasiado pendientes del reloj porque luego tenemos tantas cosas que hacer? ¿Qué será lo más importante?

Será así en esa quietud en la presencia del Señor cuando escucharemos su voz en nuestro corazón y será así cómo se va enfervorizando nuestro corazón para poner a tope también todos nuestros sentimientos en ese gozo de estar con el Señor.

Comenzábamos nuestra reflexión rememorando este episodio de la muerte y resurrección de Lázaro también con nuestras dudas e interrogantes y también con nuestras angustias ante el hecho de la muerte. Creo que necesitamos detenernos para sentir el Señor a nuestro lado cuando tenemos que enfrentarnos a situaciones así para poder escuchar con todo sentido las palabras de Jesús que dan luz a nuestra vida y también a nuestra muerte.

 Que nos abracemos a los pies de Jesús poniendo a tope toda nuestra fe para experimentar en nosotros esa palabra de vida que nos ofrece.

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