martes, 15 de junio de 2021

Seamos capaces de entrar en la órbita del amor que incluye también a los enemigos y rezar por los que hacen el mal, aunque no nos entienda el mundo que nos rodea

 


Seamos capaces de entrar en la órbita del amor que incluye también a los enemigos y rezar por los que hacen el mal, aunque no nos entienda el mundo que nos rodea

2Corintios 8,1-9; Sal 145; Mateo 5,43-48

‘Hacer lo políticamente correcto’, es una expresión que oímos con frecuencia hoy y que se convierte en algo así como norma de comportamiento para tenernos contentos a todos. Los políticos han de hacer lo que se considera políticamente correcto para no salirse del grupo dominante dentro de su formación y aunque quizá en conciencia se considere que las cosas se deben hacer de otra manera, hay que contentar al que está en el poder porque si no hago lo políticamente correcto según consideren esos dirigentes me puede ir mal en mi carrera política. Pero eso tiene sus influencias en los comportamientos en la vida social y por ese sentido hacemos lo que la mayoría quiere aunque consideremos que las cosas son de otra manera o hay que actuar de otra forma.

Y esto es algo que se va contagiando en nuestra sociedad y en nuestro mundo y pudiera llegar a afectar a nuestra forma de vivir nuestra fe y nuestro sentido cristiano de la vida. Quizás muchas veces no damos la cara desde los principios y los valores del evangelio, porque en el ambiente que vivimos en nuestro entorno son otras las formas de entender las cosas. Y claro la moralidad de unos actos no se marca por unos votos porque la mayoría piense que hay que hacer lo contrario.

Tenemos unos valores, tenemos unos principios que nos ha dejado el evangelio y que quienes creemos en Jesús hemos de tomar como norma, estilo y sentido de nuestro actuar y muchas veces vamos a chocar con lo que se piensa alrededor, con la manera de actuar de la mayoría de los que están a nuestro lado. Y ¿qué hacemos? ¿Lo que políticamente es correcto porque lo que pretendemos es contentar o agradar a la mayoría?

Las palabras que escuchamos hoy en el evangelio son de esas cosas que nos dice Jesús que chocan frontalmente con lo que se vive en torno nuestro. Hoy Jesús nos pide no solo perdonar a los enemigos sino además rezar por ellos, rezar por los que hacen el mal o por los que nos hayan dañado. ¿En qué cabeza cabe esto?, pensarán algunos. ¿Cómo voy a rezar incluso por el que es mi enemigo, o por el que ha cometido tan tremendo crimen, o por quien me haya podido hacer mal? Y nos ensañamos en la condena, y no veas todas las cosas que somos capaces de decir y hasta lo que estaríamos dispuestos a hacer.

Por eso, recordar estas cosas que nos enseña Jesús en el evangelio entraría dentro de lo que políticamente no es correcto; y quizás no tenemos la valentía de decirlo, de predicarlo, porque claro el ambiente que vivimos algunas veces está tan enrarecido que eso va a provocar la ira de tantos en contra nuestra. Un poco de todo eso está pasando en estos momentos, y cuando alguien levanta la voz para proclamar claramente el evangelio es rechazado y hasta condenado. No se entienden estas palabras del evangelio, no se entiende lo de la misericordia y el perdón, y todos tenemos la tendencia a dejarnos resbalar por esa pendiente de la condena, de la revancha, de la venganza. Y en esa tentación podemos caer los cristianos.

No olvidemos que los cristianos tenemos que remar en la vida muchas veces a contracorriente. No es fácil. No es fácil que nos entiendan y nos pueden hacer la vida imposible. Pero ya Jesús nos previno y nos prometió la fuerza de su Espíritu para poder vivir el evangelio y para proclamarlo delante del mundo.

Es un mandamiento radical el que Jesús nos deja cuando nos manda amar y amar también a nuestros enemigos. Está en juego lo que significa el seguimiento de Jesús. Está en juego lo que significa la construcción del Reino de Dios. ‘Amor al prójimo que incluye al que te fastidia, al que te odia o te amenaza. Un amor valiente, que reclama y lucha por la justicia como esqueleto de convivencia y relación. Pero un amor que supera esa normativa para promover la misericordia y la compasión. Orar por vuestros enemigos, devolved bien por mal, amad, reconoced al otro como hijo de Dios, sed compasivos con el que te perjudica, perdonad hasta setenta veces siete’.

¿Seremos capaces de entrar de verdad en esa órbita del amor aunque tengamos que ponernos enfrente del mundo que nos rodea que no llega a entenderlo?

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