martes, 18 de mayo de 2021

Conocer es tener vida y conocer a Dios nos llena de vida eterna porque nos hace nacer de nuevo que es como tener una mirada nueva a la vida, a los demás y a Dios

 


Conocer es tener vida y conocer a Dios nos llena de vida eterna porque nos hace nacer de nuevo que es como tener una mirada nueva a la vida, a los demás y a Dios

Hechos de los apóstoles 20, 17-27; Sal 67; Juan 17, 1-11a

Conocer es tener vida. El que no conoce, el ignorante tiene los ojos de la mente cerrados, le falta vida. En su ignorancia desconoce todo, está como cegado, para llegar a conocer hasta las posibilidades de su vivir. Por eso es tan importante la tarea de la educación de las personas; y la educación no es simplemente llevar la mente de alguien en una determinada dirección, sino abrir su mente, su razón para que descubra otras cosas, para que amplíe sus horizontes, para que se sacuda de la modorra de su ignorancia y encuentre un sentido para su vivir. Enseñar y educar no es imponer unos conocimientos sino ofrecer ese abanico de posibilidades que tiene en la vida y pueda encontrar ese sentido que le dé plenitud. Cuando llega a conocer llega a vivir y a encontrar lo que le dé esa plenitud a su existir.

Es lo que vino a hacer Jesús con nosotros. La presencia y las palabras de Jesús abrían horizontes; las palabras de Jesús hacen encontrarse al hombre, a la persona consigo mismo; por eso las palabras de Jesús y su presencia despertaban esperanza. Escuchando a Jesús veían que había otras posibilidades en la vida; las palabras y la vida de Jesús les hacían transcenderse a sí mismos para elevar su espíritu de lo que era la rutina de todos los días a algo más grande y espiritual, les abrían su corazón a Dios.

Empleando otros lenguajes y otros conceptos más teológicos hablamos de revelación y que Jesús es la revelación de Dios. El mismo nos lo dice: ‘nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien se lo quiere revelar’. Por eso decimos de Jesús con el lenguaje del evangelio de Juan que Jesús es la Palabra, el Verbo de Dios que plantó su tienda entre nosotros y a quienes le recibieron, a quienes le aceptaron les dio el poder ser hijos de Dios, que no es obra de la carne o de la sangre sino que es la acción del espíritu en nosotros.

Quienes llegan a tener este conocimiento de Dios que nos revela Jesús se van a sentir transformados desde lo más hondo. Igual que decíamos que aquel que es instruido se le corren esos velos de la ignorancia que le tenían cegado y comienza un nuevo vivir, así se nos dirá en el evangelio que todo será como un nacer de nuevo. Recordamos el diálogo entre Jesús y Nicodemo al que se le habla de un nuevo nacimiento, aunque en principio en su ceguera no lo comprende, un nuevo nacimiento que será por el agua y el espíritu.

Ahora Jesús cuando llega al momento culminante de su vida, su glorificación, y va a hacer su ofrenda de amor al Padre en su entrega pascual podíamos decir que está haciendo con un resumen de lo que ha sido su vida. El es el enviado del Padre y ha venido con una misión que en estos momentos da por cumplida. Por eso hace esta oración sacerdotal – así la llamamos – al final de la cena como esa ofrenda de su amor. El ofertorio de su sacrificio, podríamos llamarlo.

‘Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que me encomendaste’.

‘Todo está cumplido’ dirá en la cruz, momentos antes de su muerte. Ha llevado a cabo la obra que le encomendó el Padre, dar la vida eterna. ¿Y qué es esa vida eterna? ‘Que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo’. El conocimiento de Dios nos da la vida eterna. ¿No decíamos al principio que conocer es tener vida?  Conocer a Dios nos llena de vida eterna. Y es que cuando conocemos y reconocemos al único Dios verdadero estamos entrando en el Reino de Dios, el reconocimiento de que Dios es el único Señor de nuestra vida.

Y cuando esto lo hacemos de verdad con todas sus consecuencias, qué distinta se hace nuestra vida, que distinta es en primer lugar nuestra relación con Dios, pero también qué distinta es nuestra relación con los demás; cuando lo hacemos de verdad es como tener una nueva mirada a la vida, una nueva mirada a los demás, una nueva mirada a Dios. Es otra vida. Es un nacer de nuevo, como antes decíamos.

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