jueves, 11 de marzo de 2021

Decir que Dios es el Señor de nuestra vida significa que la construimos desde unos valores que nos trasmite el evangelio que llamamos el sentido cristiano de la vida

 


Decir que Dios es el Señor de nuestra vida significa que la construimos desde unos valores que nos trasmite el evangelio que llamamos el sentido cristiano de la vida

Jeremías 7,23-28, Sal 94, Lucas 11,14-23

En la vida social y política de un pueblo nos vamos encontrando con diversas manifestaciones u opiniones de cual es el concepto que nosotros tenemos de sociedad y conforme a ello cual sería el sentido que le quisiéramos dar a esa sociedad. Queremos crear una asociación, por ejemplo, y hemos de tener claro que es lo que pretendemos, cuales son sus fines y sus objetivos, que queremos aportar con esa asociación a la sociedad en la que vivimos y nos sentimos integrados; y quienes pertenecen a esa asociación tienen que estar bien imbuidos en esos principios con que la hemos constituido.

Decimos de una asociación, como decimos de la sociedad en su conjunto, y vienen las ideas, las proposiciones cada uno según aquello desde lo que cree que se debe constituir la sociedad; movimientos de opinión, partidos políticos que desde sus principios tienen una idea del estado, opiniones desde la vida cultural, o cada uno según sus propias ideas. Y es bueno que tengamos claras las ideas en este sentido, aunque nos parezca que estamos hablando de política, pero estamos hablando mejor de lo que consideramos lo mejor para nuestra sociedad.

Pero esta previa reflexión que quizá se necesitaría ahondar en muchas cosas muy concretas, sin embargo la expreso ahora casi como un ejemplo para que lleguemos a entender bien lo que ha de significar el evangelio para el cristiano. Hablamos mucho de evangelio, de valores evangélicos, del Reino de Dios y no sé si siempre los cristianos lo tenemos claro. Al hablar del Reino de Dios no sé cual es la idea que podamos tener en la cabeza, porque se nos puede quedar como en una institución o una idea que poco tiene que ver luego con lo que es la vida nuestra de cada día. Y de ello nos está hablando Jesús continuamente en el evangelio.

¿Qué significará decir Reino de Dios? ¿Qué significará nuestra pertenencia al Reino de Dios? ¿Algo así como a una asociación a la que nos apuntamos como podemos apuntarnos a otras cosas? En cuantas cosas nos apuntamos simplemente para figurar en una lista pero sin ninguna repercusión en la vida. Pues hablar del Reino de Dios no lo podemos mirar así, una lista a la que nos apuntamos y que acaso nos obligue a asistir en alguna ocasión a algún acto. De ninguna manera, podemos pensar así.

La palabra misma nos lo dice, Reino de Dios. ¿Qué significa? ¿Tendrá que ser un reconocimiento de que Dios es el único Señor de nuestra vida? aquí hay algo muy importante que tenemos que tener muy claro.

Hoy Jesús en el evangelio curó a un hombre que era mudo, y en la expresión muy propia del evangelio de aquellos tiempos, nos habla de la expulsión de un demonio de un hombre que era mudo. Era como decir que el maligno se había apoderado de aquel hombre y el mal se estaba manifestando en que no podía hablar, en la limitación de no poder hablar, de ser mudo. Y Jesús lo libera de aquel mal.

Ya decimos muchas veces que los milagros de Jesús son signos, signos de la liberación profunda que quiere realizar en nosotros y no es solo el mal de una limitación física o una enfermedad lo que Jesús quiere realizar en nosotros sino una transformación total de nuestra vida viéndonos liberados del mal más profundo que puede afectar a la persona.

Al escuchar el evangelio vemos que se originó una controversia con aquellos que no reconocían el poder de Jesús y que le achacan lo que hace al poder del príncipe de los demonios. No entramos demasiado en ello ahora en estos momentos. Pero Jesús termina aclarándonos que sin con dedo de Dios, el poder de Dios El está liberándonos del maligno, es señal de que el Reino de Dios ha llegado a nosotros.

Queremos vivir el Reino de Dios, queremos vernos liberados del mal, queremos que el mal nunca se enseñoree de nuestra vida; de cuantas cosas nos sentimos atados, cuantas cosas nos oprimen y nos quitan la libertad, cuantas cosas dejamos meter en nuestra vida enseñoreándose de nosotros y no dejando que sea Dios en verdad el único Señor de nuestra vida.

Pero cuando decimos que Dios es el Señor de nuestra vida significa que esa vida que vamos construyendo la hacemos desde un sentido, desde unos valores; es lo que decimos que nos trasmite el evangelio, es lo que llamamos el sentido cristiano de nuestra vida, porque es el sentido de Cristo, el sentido de Jesús. Significará entonces cómo tenemos que parecernos a Jesús, hacer las cosas según su sentido y su estilo, dejarnos impregnar de su amor.

Era lo que tanto les costaba a los discípulos cuando seguían obsesionados en los primeros puestos, cuando no habían entendido el sentido del servicio en la vida, cuando les era tan difícil aceptar aquella entrega de amor que Jesús les anunciaba que iba a realizar con su subida a Jerusalén. Si somos seguidores de Jesús no son otros los valores que tengamos que vivir, si nos decimos miembros del Reino de Dios es el sentido que hemos de darle a nuestra vida. Ojala escuchemos la voz del Señor.

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