sábado, 27 de febrero de 2021

El amor cristiano no es para los mediocres, pero tampoco hace falta hacernos los héroes, simplemente sintámonos hijos amados de Dios y correspondamos con un amor igual

 


El amor cristiano no es para los mediocres, pero tampoco hace falta hacernos los héroes, simplemente sintámonos hijos amados de Dios y correspondamos con un amor igual

Deuteronomio 26, 16-19; Sal 118;  Mateo 5, 43-48

Bueno,  no nos pongamos así, exigentes, que la cosa no es para tanto, yo hago lo que puedo; bueno, yo no soy tan mala persona, soy amigo de mis amigos. Y así nos ponemos a jugar a las rebajas porque, decimos, una cosa son los ideales, y otra es la realidad con que nos tropezamos cada día, porque hay cada uno.

Y esto no lo dice uno que vive alejado de todo sentimiento religioso, uno de tantos que nos podemos encontrar por ahí, sino que muchas veces esto lo oímos en el seno de la propia comunidad cristiana, entre los que vamos a misa el domingo, los que nos llamamos cristianos y hasta quizás nos hemos apuntando a alguna asociación religiosa o alguna cofradía. Así andamos los cristianos con nuestras mediocridades, así andamos sin metas ni ideales, así vamos poco menos que arrastrándonos haciendo, como solemos decir, lo que podemos pero no me exijan más.

Y hoy directamente nos pregunta Jesús ¿Qué estás haciendo de especial cuando dices que te llamas cristiano? Si amas solamente a los que te aman, ayudas a los que te ayudan y de ahí no pasas, eso lo hacen también los que no son cristianos, los gentiles, en una honradez y rectitud de quienes comparten un mismo mundo. En algo tendremos que diferenciarnos. ‘Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles?’

Con esa mediocridad andamos por la vida. En tantos aspectos, en todo lo que pueda significar superación o espíritu de sacrificio para alcanzar mejores objetivos, más altas metas. Es la mediocridad de nuestro amor con el que no convencemos a nadie. Porque no somos más cristianos porque llevemos una medalla al cuello, sino cuando con nuestra vida estamos reflejando el amor de Dios en el amor que nosotros tenemos a los demás.  ‘Para que seáis hijos de vuestro Padre celestial’, nos viene a decir.

La meta que nos propone Jesús es que lleguemos a amar a los enemigos, a los que nos hacen mal. Es la sublimidad del amor cristiano; bien distinto de aquello que tan fácilmente decimos de que somos amigos de mis amigos. Ser amigo del que ya es amigo mío no tiene nada de especial, es simplemente corresponder. Y es que en el camino del amor cristiano siempre tenemos que ir por delante, ser capaces de tomar la iniciativa, no estamos esperando a que nos amen para nosotros amar.

Por eso hoy nos dice claramente Jesús contraponiéndolo a lo que parece que seria lo normal o lo  habitual: ‘Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos’.

Amar que significa llegar a rezar por aquellos que nos hacen mal. No es fácil, pero si quieres comenzar a tener un amor en el estilo de Jesús comienza por ahí, aunque te repugne comienza por rezar por aquel que te haya injuriado, por aquel que te ha hecho mal, por aquel que dice mal de ti, por aquel a quien cualquiera consideraría un enemigo; para nosotros no es un enemigo, para nosotros es un hermano al que tengo que amar y comienzo por rezar por él; cuando seas capaz de hacerlo, estarás amándolo ya casi sin darte cuenta. Hacedlo que al final no es tan difícil, porque lo que por otra parte comenzarás a sentir en tu corazón bien merece la pena.

El amor cristiano, es cierto, no es para los mediocres, pero tampoco hace falta hacernos los héroes; simplemente sintámonos hijos amados de Dios y comencemos a mirar con los ojos de Dios, como en otro momento hemos reflexionado, y a amar con el amor de Dios.

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