viernes, 29 de enero de 2021

 


Nos duele el tiempo del silencio y de la espera pero lo necesitamos para poder enraizarnos en lo que va a dar plenitud y sentido a nuestro vivir

Hebreos 10,32-39; Sal 36; Marcos 4,26-34

Vivimos el tiempo de la inmediatez; todo lo queremos al instante, no tenemos paciencia para esperar, nos duele ese tiempo y ese silencio de la espera; cuando nos parece que el ordenador va lento y tarda en darnos respuesta a las órdenes que le damos, nos desesperamos, aunque solo sean una segundos los que tenemos que esperar. Pero yo diría que todo, hasta lo más inmediato tiene su tiempo.

Estamos diciendo de los ordenadores porque es la herramienta de trabajo que hoy tenemos más a mano, ya sea en un propio ordenador personal, una tablet, un móvil o celular de última generación y a todo le pedimos, le exigimos la inmediatez. Como no lo vemos ni acaso sentimos ningún ruido de motor no nos damos cuenta, pero también todo eso en estos instrumentos también tiene su proceso, que como decíamos algunas veces se nos retarda. Y como decíamos antes, nos duele el tiempo y el silencio de la espera. Pero lo necesitamos aunque no queremos reconocerlo.

No había estas herramientas en el tiempo de Jesús y por eso sus parábolas parten de lo que era la vida habitual de entonces, sobre todo vida en el campo. En sus parábolas para hablarnos del reino de Dios nos habla entonces con esas imágenes de la siembra de la semilla, de la germinación de la misma y el brotar de la planta que irá creciendo, y que todo tiene su tiempo y tiene su silencio.

Como nos dice, no sabemos cómo, pero la semilla en el silencio de la tierra donde está enterrada germinará, brotará y hará surgir una nueva planta prometedora de hermosos frutos, o como nos dice de la mostaza, pequeña entre las semillas, crecerá como una hermosa hortaliza a cuya sombra hasta los pajarillos pueden hacer sus nidos.

Creo que nos damos cuenta por donde quiero llevar esta reflexión. Y nos valen las palabras de las parábolas de Jesús como nos valen las modernas herramientas que hoy tenemos en nuestras manos con la informática. Quiero pensar en ese tiempo del silencio y de la espera. Necesitamos en la vida de esos silencios y de saber esperar hasta que llegue su tiempo, que todo tiene su tiempo. Es el tiempo del rumiar interiormente, es el tiempo que necesitamos incluso para encontrarnos con nosotros mismos, pero también para ir madurando donde eso que va cayendo en nuestra vida; como la semilla a la que hay que dar un tierra en la tierra con la correspondiente humedad para que pueda germinar.

Son esos tiempo de silencio interior que nos harán en verdad crecer como personas; son esos tiempos que en silencio dedicamos a reflexionar y a meditar, a preguntarnos y a buscar, a interiorizar y a llegar a lo más profundo, a descubrir bien donde hemos hacer llegar nuestras raíces para arraigar bien en la vida y ningún viento pueda llegar a tumbarnos; es la planta que va enterrando poco a poco sus raíces para afianzarse bien, para encontrar los nutrientes que necesita, para encontrar vida en esa humedad del subsuelo y que hará que luego la planta crezca esbelta, llena de hojas, de flores y de frutos.

Nuestras carreras en la vida nos impiden saborear esos procesos interiores que tendríamos que saber hacer; nuestras prisas y nuestras búsquedas de los inmediato casi no nos dejan ver la flor porque queremos el fruto ya, ni disfrutar del verdor y de la frescura de sus hojas y no sabemos entonces tener ese buen nido de nuestra vida que sea nuestro apoyo y nuestro refugio. Y cuando nos va faltando todo eso nos va faltando esa espiritualidad que necesitamos, ese crecimiento de nuestro espíritu y por eso andamos por la vida tan superficialmente.

¿Sabremos anclar bien nuestras raíces en Jesús y en su evangelio para que en verdad lleguemos a dar frutos de vida? Si no estamos así enraizados en Jesús, ¿qué es lo que podemos ofrecer al mundo que está necesitando una luz, una sabia nueva, un sentido nuevo para llegar a una vida en plenitud?

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