jueves, 28 de enero de 2021

Aprendamos a saborear la buena noticia que es Jesús y pongamos bien alto el candil de la luz del evangelio para que renazca la esperanza en nuestro mundo

 


Aprendamos a saborear la buena noticia que es Jesús y pongamos bien alto el candil de la luz del evangelio para que renazca la esperanza en nuestro mundo

 Hebreos 10,19-25; Sal 23; Marcos 4,21-25

‘¿Qué hay de nuevo? ¿Qué me cuentas?’ Así en una expresión muy coloquial le preguntaba hace unos momentos a un amigo a través del WhatsApp por noticias de su vida o de su tierra. Cuando nos hablamos tratamos de comunicarnos las noticias de lo que sucede, intentamos que sean cosas buenas y agradables, pero muchas veces nuestras noticias son muy duras porque nos hablan quizá de las dificultades de la vida, de situaciones difíciles por las que estemos pasando o tantas noticias de crespón negro que se suceden continuamente en nuestra sociedad. Forma parte de nuestras relaciones entre unos y otros y de lo que es la vida misma de la sociedad en la que vivimos. Ojalá tuviéramos la oportunidad de estar trasmitiéndonos buenas noticias.

Claro que para nosotros los cristianos siempre tenemos una Buena Noticia que trasmitirnos, que comunicarnos, aunque muchas veces medio que la ocultamos o ya no parece que ser algo que pueda salir en la primera página de los periódicos o de los noticieros. Esa buena noticia que para nosotros – y también para nuestro mundo aunque no se lo crea – es Jesús. ¿Es que puede haber algo más grande que la noticia del amor de Dios que para nosotros es Jesús? Hemos cambiado la expresión por la palabra griega, pero muchas veces olvidamos lo que en sí misma significa, evangelio. Y eso un cristiano no tendría que olvidarlo nunca. Porque es buena noticia de amor y de salvación sigue hoy inundando nuestro corazón y tendría que enfervorizarnos de otra manera, porque desgraciadamente hemos caído en una terrible atonta espiritual y cristiana.

¿Habremos ocultado el candil debajo del cajón o nos habremos decidido ya de una vez por todas a poner el candil en el candelero, la luz en un lugar bien alto que pueda alumbrar a todos? ¿Qué estamos haciendo de la luz del evangelio?, tendríamos que preguntarnos con sinceridad o también con cierto temblor para que nos diera vergüenza de cómo hemos desvirtuado el mensaje del evangelio. Como decíamos antes hemos llegado al punto en que Jesús ya no es noticia de primera página. Pero es que los cristianos tampoco estamos destacando mucho ni haciendo todo lo posible porque esa buena noticia sea en verdad una revolución de corazones, una revolución para nuestro mundo.

Quejarnos es una cosa que fácilmente sabemos hacer. Nos quejamos de la situación que vivimos, de los problemas de nuestro mundo, de la atonta de la vida vivida con tanta superficialidad y frialdad, de que no sabemos cómo salir del atolladero en que se encuentra la sociedad, de que no encontramos soluciones. Como plañideras andamos con nuestras lágrimas de desesperanza que enturbian la vida, que enturbian los corazones.

¿Y la Buena Noticia de Jesús no nos dice nada? ¿No siembra inquietud en nuestros corazones para buscar caminos de cosas mejores? ¿No se despierta nuestra esperanza con el camino que Jesús nos ofrece? ¿Será acaso que no hemos llegado a saborear bien el sabor del evangelio de Jesús? Pongamos esa luz de Jesús delante de nuestros ojos, bien alta para que el mundo la vea también. Y mirando y escuchando a Jesús creo que podremos aprender mucho para esa solidaridad que tanto necesitamos en nuestro mundo, para ese compromiso de lucha por el bien emprendiendo los caminos de la generosidad y del amor, emprendiendo caminos de mayor responsabilidad en las funciones que tenemos que realizar en nuestra sociedad.

‘Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa; fijémonos los unos en los otros, para estimularnos a la caridad y a las buenas obras’, nos decía la carta a los Hebreos.

Con esas premisas del evangelio seguro que encontraremos caminos para hacer nuestro mundo mejor. Pero no nos pongamos a llorar, sino pongámonos a hacer, a comprometernos, a ser responsables, a ser más solidarios, a pensar menos en nosotros mismos para pensar más en los demás. Es lo que contemplamos en Jesús, es la Buena Nueva que Él quiere transmitirnos, es la luz que dará un sentido nuevo a nuestra vida, pero que iluminará también nuestro mundo para emprender nuevos caminos. El Evangelio sigue siendo luz para el mundo de hoy.

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