viernes, 4 de diciembre de 2020

Conforme sea nuestra fe el Señor va a ir actuando en nuestra vida y en nuestro mundo y en estas cosas concretas que estamos viviendo y que tanto nos están haciendo sufrir

 


Conforme sea nuestra fe el Señor va a ir actuando en nuestra vida y en nuestro mundo y en estas cosas concretas que estamos viviendo y que tanto nos están haciendo sufrir

Isaías 29, 17-24; Sal 26; Mateo 9, 27-31

No sé que experiencia habréis tenido de oscuridad. En la oscuridad se siente uno como oprimido; envuelto en las tinieblas se sientes como atado, no sabes a donde ir, no sabes que hacer, es algo más o algo distinto al miedo aunque también lo es. Cuando hablo de oscuridad no es que en un momento determinado nos falle la energía y nos quedemos a oscuras; eso sentimos que es algo momentáneo, que pronto se va a restablecer la luz o buscamos unos sustitutivos, porque encendemos una vela, nos valemos de baterías y podemos encender una linterna o algún punto de luz; es otra oscuridad a la que quiero referirme, es como hallarse en un túnel oscuro y largo donde no vemos el final, pero tampoco sabemos lo que podemos encontrar, caminamos a tientas queriendo seguir una orientación pero no se termina nunca la oscuridad, no se termina el túnel para ver un punto de luz aunque sea a lo lejos y al final. Es opresivo. ¿Habremos pensado alguna vez seriamente como se siente un ciego que no ha visto nunca la luz?


En la vida ¿no habrá situaciones en las que nos encontremos de alguna manera así? Los problemas nos abruman y no vemos salida, todo se nos vuelve un sin sentido y no sabemos que rumbo tomar. Más o menos los problemas ordinarios los vamos timoneando y vamos buscando salidas, pero hay cosas que nos pueden llegar de repente y no sabemos qué respuesta dar. Y alguna vez alguno de los problemas parece que coge el centro de todo y hasta nos olvidamos de otros problemas que podamos tener porque quizá todo lo centramos en aquella situación nueva que nos ha aparecido, pero todo sigue sin encontrar salida, sin encontrar solución.

¿No nos estará sucediendo ahora con la problemática que estamos viviendo en nuestro mundo con la pandemia? La repetición una y otra vez de las mismas noticias, el ver que no hay una pronta solución ya nos va agobiando y hasta quizás no queremos ni oír las noticias. Pero ¿no nos damos cuenta que hay otros muchos más problemas en el mundo y parece que hasta los hemos olvidado? Nos olvidamos de guerras o de hambre en el tercer mundo, nos olvidamos de niños soldados o de otras epidemias y hambrunas que hay en otros lugares del mundo, hasta los problemas mas cercanos que tengamos parece que los dejamos a un lado. ¿Es bueno eso? ¿Nos sentiremos acaso que esto no hay quien lo arregle, que no vamos a salir de estas situaciones en las que nos vemos envueltos?

¿A dónde o a quién gritamos? ¿A quién podemos buscar que nos ayude a salir de todo esto? ¿Pensamos acaso solo en remedios o soluciones humanas? ¿No estaremos como los ciegos del camino caminando sin saber a dónde acudir o a quién pedir ayuda? Decimos que somos creyentes, ¿y a Dios donde lo hemos metido en todo este fregado? Queremos darles explicaciones muy humanas y racionales a los milagros y terminamos por no creer en esa fuerza superior que nos puede venir de lo alto. ¿Tenemos miedo quizá de lo que nos puedan tachar los que no tienen fe porque nosotros creemos de verdad en el Dios que en verdad puede ser nuestra fuerza y nuestra luz?

Hoy nos habla el evangelio de dos ciegos que iban gritando detrás de Jesús y parecía que Jesús no les hiciera caso. Cuando llegaron a la casa ante la insistencia de los ciegos Jesús se pone a hablar con ellos. ‘¿Creeis en verdad que puedo hacerlo?’ Una prueba más para la fe de aquellos hombres, como si Jesús fuera el que dudara. Pero la fe de aquellos hombres no era ciega aunque ellos fueran ciegos, la fe de aquellos hombres se apoyaba en la certeza de que con la mano de Jesús ellos podían volver a ver, todo sería de nuevo luz para ellos. Fue la respuesta pronta y segura de aquellos hombres. Claro que creían que Jesús podía hacerlo. Y Jesús les dice ‘que suceda conforme a vuestra fe’.

Ante la oscuridad que estamos viviendo y que tanto nos oprime quizá lo primero que tendríamos que ver es si en verdad nosotros hemos orado al Señor, pero orado con verdadera confianza por la salida o la solución de esta situación. Seguimos poniendo en duda quizás la posibilidad de los milagros, pero lo que estamos poniendo en duda es nuestra fe. Voy a decir que no sé si la salida es un milagro portentoso que a todos nos deje atónitos, o ver la presencia y la mano del Señor que se va manifestando de mil maneras junto a nosotros en esta situación que estamos viviendo. Creo que la generosidad, la solidaridad, la responsabilidad que se ha despertado en tantos ya es un signo de esa presencia del Señor que es el que mueve los corazones y ha movido así a tantos y tantos.

Pensemos también como el Señor por la fuerza de su Espíritu inspira los corazones, nos inspira allá dentro en lo más hondo de nosotros mismos tantas cosas buenas como puede estar inspirando a quienes están trabajando para dar salida a estas situaciones. Pero hay que querer escuchar esa inspiración.

Pensemos en la llamada que puede estar haciéndonos el Señor a través de estos signos para que cambiemos los ritmos de nuestra vida, busquemos lo que verdaderamente es importante ahora que nos hemos visto con las manos tan vacías, y tantos castillos en el aire que nos habíamos creado se nos han venido abajo.

Conforme sea nuestra fe el Señor va a ir actuando en nuestra vida y en nuestro mundo, y en estas cosas concretas que estamos viviendo y que tanto nos están haciendo sufrir. Claro que sí podemos encontrar la luz, salir de esta opresión que nos agobia, llegar a vivir de una forma nueva, distinta y hasta más humana; claro que el Señor alienta también nuestra fe.

Oremos, pues, con toda confianza y con toda la intensidad de nuestro amor al Señor. En este tiempo de Adviento también esta puede ser una motivación para nuestra oración y vivir un auténtico Adviento.

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