lunes, 5 de octubre de 2020

Reconocemos lo bueno que hay en nosotros dando gracias por ese regalo recibido y compartiendo nuestro gozo con los demás para quienes hemos de ser signos del amor de Dios

 


Reconocemos lo bueno que hay en nosotros dando gracias por ese regalo recibido y compartiendo nuestro gozo con los demás para quienes hemos de ser signos del amor de Dios

Deuteronomio 8, 7-18; 2Corintios 5, 17-21; Mateo 7, 7-11

Saber reconocer lo bueno de lo que disfrutamos de la vida es un paso importante en el camino de la felicidad; pero digo un paso, importante quizá, pero no el único. Porque es importante también saber cómo hemos logrado lo que tenemos y saber descubrir en el fondo que es un don. Un regalo que tenemos que saber agradecer también.

Me puedes decir, es mi esfuerzo, son mis luchas, ahí están quizá mis sacrificios, ahí está mi trabajo, es cierto. Y ya es importante que sepamos valorar el trabajo realizado, el camino hecho, la capacidad de ese sacrificio y ese esfuerzo, el tener en cuenta que tú has creído en tí mismo y por eso has luchado para conseguirlo. Pero hay algo, misterioso quizá, que nos trasciende, que va más allá de esos esfuerzos personales, porque tenemos que darnos cuenta que ese camino no lo hemos hecho solos; a nuestro lado hay muchos que han sido un estímulo para nosotros, que nos han alentado, que quizá cuando nos sentíamos sin fuerzas han puesto su mano sobre nuestro hombro para darnos ánimos. Entonces a ellos también tenemos que agradecérselo.

Pero tampoco me quedo ahí, aunque ya son pasos muy importantes que estamos dando con ese reconocimiento. No han sido solo nuestras fuerzas humanas, ni los alientos humanos que hayamos recibido de los que caminan a nuestro lado. Yo miro hacia lo alto, a quien hace de verdad trascender mi vida para darle un valor todavía más grande, yo miro a Dios que está a mi lado, digo que miro a lo alto pero es una forma de decir porque nada está más cercano a nosotros que Dios mismo que camina a nuestro lado por es Emmanuel, Dios con nosotros, pero más aun que se entraña en nuestro ser, en nuestro corazón. El sí que es mi fuerza, mi verdadero aliento, el hondo sentido de mi vida, lo que me da el verdadero valor. Soy creyente y siento a Dios en lo más hondo de mi corazón.

Por eso nunca por mucho que pueda disfrutar de todo eso bueno de lo que dispongo, mi corazón se puede llenar de soberbia para creerse el único y como dueño y señor de todo. Mi Señor de verdad es Dios que es el que da hondo sentido y valor a mi vida. Sin El nada sería, sin El nada hubiera conseguido, sin El no hubiera realizado y estaría realizando el camino. El es en verdad la fuente de mis alegrías, la fuente de mi vida.

Hoy en la Iglesia celebramos un día especial, que lamentablemente pasa muy desapercibido. Es el día que se llama de Témporas de Acción de Gracias y de Petición. Sí, es un día para la acción de gracias, para el reconocimiento de todo eso bueno que hay en nosotros, en la vida, como hemos venido reflexionando. Un día para reconocer la obra del Señor en nosotros y entonces desde lo más hondo de nosotros darle gracias. Es el momento que de una forma personal veamos cada uno por lo que tiene que darle gracias al Señor, reconocer todo eso bueno que hay en nosotros, todo ese don de gracia que hemos recibido; cada uno tenemos nuestra historia, cada uno tenemos nuestros motivos para dar gracias y tendríamos que detenernos en ello.

Pero también una forma de reconocerlo y dar gracias es no quedarnos encerrados en nosotros mismos y comenzar a mirar en derredor nuestro. Primero, como antes decíamos, recordando a cuantos han contribuido a que hoy haya llegado hasta aquí, porque han estado a mi lado, porque me han animado, porque me han echado el brazo sobre el hombro tantas veces para que siguiera caminando. Y dar gracias a ellos y por ellos al Señor que los puso a mi lado.

Pero nuestra mirada no se puede tampoco quedar ahí. A nuestro lado hay tantos que lo están pasando peor en sus necesidades, en sus problemas, en sus sufrimientos, en sus angustias, en sus enfermedades, en sus soledades… y no los podemos dejar solos.  Tenemos que ser con nuestros gestos de amor y cercanía signos de la presencia del Señor en su vida, para que no se cansen en sus luchas, para que sean capaces de levantarse para seguir adelante, para que encuentren también un sentido y un valor a lo que están viviendo aunque sea algo duro. Nosotros podemos ser luz para ellos, una luz que les refleje la luz del amor de Dios.

Démosle un sentido hondo a la vida y a este día concreto que hoy estamos viviendo.

 

1 comentario:

  1. ¡Qué hermosa reflexión! ¡Excelente! ¡Bendito el Señor que nos permite captar estas palabras repletas de amor! ¡Sí! ¡Gracias enormes!

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