lunes, 20 de julio de 2020

Quizás los cristianos estamos perdiendo la oportunidad de ser esos profetas en medio del mundo



Quizás los cristianos estamos perdiendo la oportunidad de ser esos profetas en medio del mundo

 Miqueas 6, 1-4. 6-8; Sal 49; Mateo 12, 38-42
Queremos ver milagros pero no sabemos descubrir ni apreciar las señales de Dios en nuestra historia. Cuando hablamos de milagros pensamos en hechos extraordinarios, maravillosos, espectaculares y quizá nos olvidamos del milagro de la vida de cada día, de las cosas que suceden en nuestro entorno; tendríamos que aprender a descubrir las huellas y los signos que Dios va dejando en el camino de la vida para que sepamos apreciar su presencia. No es solo en esas cosas extraordinarias donde se nos manifiesta Dios, sino en lo pequeño y en lo sencillo de cada día.
Pensamos que necesitamos esas cosas extraordinarias para alimentar de verdad nuestra fe y corremos de un lado para otro cuando escuchamos que si en un lugar determinado ha habido algún tipo de manifestaciones prodigiosas. Pero Dios nos va hablando la historia de cada día, la nuestra personal o en los aconteceres de nuestra sociedad, y es ahí donde tenemos que abrir los ojos de la fe para descubrir que más dice o que nos pide el Señor. Y es ahí donde nuestra fe se hace grande, donde se fortalece de verdad, porque nos ayudará a descubrir el verdadero sentido de la vida.
Hemos estado pasando momentos difíciles y dramáticos que tenemos que reconocer que aún no han terminado; momentos que han hecho surgir dentro de nosotros quizás grandes interrogantes, porque el mundo al que nos habíamos habituado parecía que se nos venía abajo viéndonos obligados a hacer un cambio de ritmo en la vida, a centrarnos en la vida en lo que era lo más importante en aquel momento, e incluso nos han obligado a prescindir de muchas comodidades de las que llamábamos la sociedad del bienestar.
Las dudas y los interrogantes siguen planteándose en nuestro interior porque seguimos preguntándonos por dónde vamos a salir y quizá está una pregunta fundamental sobre cuál es la sociedad que en verdad tendríamos que construir. Es algo serio. Si todo aquel castillo que habíamos levantado se parece a un castillo de naipes que de nada se viene abajo, es señal de que algo nuevo y con más fundamento hemos de construir, algo más profundo, con más fundamento tenemos que darle a la vida.
Hay mucha gente se lo pregunta y se lo plantea buscando nuevos caminos. Yo diría que se necesita profetas con una visión nueva, distinta, creativa, para saber leer los caminos de la historia, de nuestra historia de hoy y con visión de futuro abrir nuevos horizontes. ¿Y no sería aquí dónde nosotros como creyentes fuéramos esos profetas que hiciéramos una lectura de Dios de cuanto nos sucede y nos dejáramos conducir por ese espíritu profético para señalar eso nuevos caminos que tendríamos que emprender?
Quizás los cristianos estamos perdiendo la oportunidad de ser esos profetas en medio del mundo. Y no digamos que no nos toca, que eso les corresponde a otros. Nadie puede autoexcluirse de la construcción de ese mundo nuevo que necesitamos; nadie puede quedarse al margen. Los cristianos tenemos mucho que decir. No olvidemos que hemos sido ungidos en nuestro bautismo como sacerdotes, profetas y reyes. Ejerzamos, pues, nuestra función.
Cuando le piden a Jesús – hoy lo escuchamos en el evangelio – signos y milagros el les recuerda a Jonás, el profeta que no quería ser profeta, que incluso se embarcó con distinto rumbo para escaquearse de su misión pero que con una serie de señales tuvo que asumir su misión y predicar en Nínive. Y su palabra profética fue una señal que llamó a la conversión, a emprender un camino nuevo de vida, a los habitantes de Nínive. Y Jesús nos dice que eso será señal para nosotros cuando andamos pidiendo milagros.
Asumamos nuestra misión. Abramos los ojos de la fe para hacer una buena lectura de la vida, de la historia, de nuestro mundo, de lo que ahora estamos viviendo y descubrir las señales de Dios. Unas señales que nos van a abrir caminos y horizontes nuevos. Necesitamos en verdad abrir los ojos de la fe y seguir haciéndonos una profunda reflexión sobre cuanto nos pasa para que descubramos ese sentir de Dios, eso es que es la voluntad de Dios para el hoy de nuestras vidas. De nosotros depende su abrimos nuestra mente y nuestro corazón.

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