viernes, 10 de julio de 2020

Hemos de ser conscientes de que hemos de dar razón de nuestra fe y nuestra esperanza con el testimonio de una vida que se siente fortalecida por el Espíritu del Señor


Hemos de ser conscientes de que hemos de dar razón de nuestra fe y nuestra esperanza con el testimonio de una vida que se siente fortalecida por el Espíritu del Señor

Oseas 14, 2-10; Sal 50; Mateo 10, 16-23
Aunque al asumir responsabilidades todos sentimos cierta inquietud en nuestro interior sobre si seremos capaces de afrontar el encargo que se nos hace, la misión que se nos confía, si nos agrada el que con sinceridad nos hablen de las dificultades que vamos a encontrar y cuando son asuntos que entrañan cierto riesgo nos hablen claramente de todo lo que nos puede sobrevenir.
No queremos afrontar una responsabilidad o una misión a ciegas y por otra parte es de nobleza de corazón por parte de quien nos hace el encargo que sea sincero que nosotros hablándonos con claridad. No es solo lo que nosotros podamos intuir sino que quien tiene la experiencia ha de compartirla con nosotros con toda sinceridad. Y entra en su responsabilidad también el ayudarnos a prepararnos para asumirla con toda competencia.
Esto que decimos puede valernos por supuesto en nuestras tareas de la vida de cada día y de las responsabilidades que hemos de asumir pero nos ayuda a entender las palabras que Jesús les dirige a los apóstoles tras la misión que les ha confiado; no les oculta Jesús las dificultades que se pueden convertir en persecuciones incluso cruentas que van a sufrir los que siguen el camino de Jesús.
Son fuertes, incluso, las palabras de Jesús cuando nos habla de ovejas en medio de lobos, y también de denuncias y de tribunales a parte de todo lo va a significar ser como un signo de contradicción en medio del mundo que nos rodea. De Jesús ya había anunciado el anciano Simeón cuando la presentación en el templo de que iba a ser un signo de contradicción en medio de las gentes y a María no le oculta el anciano que una espada la traspasará el alma.
Ya quisiéramos que cuando llevamos un mensaje de paz, porque eso es en el fondo el anuncio de la Buena Nueva de Jesús, en consecuencia pudiéramos vivir en esa paz y todo fuera armonía siempre en nuestro entorno. Hoy en los tiempos convulsos en que vivimos algunas veces, sobre todo los mayores que vivimos otros tiempos parece que nos entra añoranza de esos tiempos en que todo parecía paz y armonía en torno a la Iglesia, ¿Fueron tiempos mejores de los que nos ahora nos ha tocado vivir? También tuvieron sus dificultades porque eso ha estado presente siempre en la vida de la Iglesia.
Pero también hemos de reconocer que vivimos tiempos en que parece que estábamos como adormilados y nos habíamos acomodado de tal manera a los tiempos que corrían que quizá hizo falta en esos momentos el coraje y el ánimo hasta en la misma Iglesia de hacer un anuncio más auténtico del evangelio y de preocuparnos más de evangelizar que no de seguir con unas rutinas como si todos fuéramos buenos, pero no hicimos que calara hasta lo más profundo el mensaje del evangelio.
Así nos encontramos con el abandono de tantos porque Vivian quizás un cristianismo demasiado superficial y cuando se vive en la superficialidad pronto nos cansamos y andamos buscando otras cosas; así nos encontramos hoy con una generaciones a las que les falta hasta una verdadera cultura religiosa y cristiana de manera que para muchos son como extrañas las cosas de la Iglesia.
¿Nos dormimos en los laureles quizá? ¿Nos hicimos una religión demasiado acomodaticia? ¿No nos preocupamos de una formación donde del espíritu cristiano para que pudiéramos llegar a dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza como nos habla de ello san Pedro en sus cartas?
Decíamos antes que en la vida necesitamos estar preparados de verdad para afrontar las responsabilidades que tengamos que asumir. Es lo que tenemos que decir de nuestra vida cristiana donde quizá hemos descuidado muchas cosas fundamentales en nuestra fe y en nuestro seguimiento de Jesús para vivir el evangelio. Siendo conscientes además que vivimos en un mundo que no nos es siempre favorable, porque lo que en verdad tenemos que estar bien preparados para dar razón de nuestra fe, para que nuestro testimonio sea clara y convincente.
No nos asustamos ni nos llenamos de temor porque sabemos de quien nos fiamos, sabemos que el Espíritu está con nosotros para ser nuestra fuerza, para inspirarnos también lo que hemos de decir, el testimonio que tenemos que dar y ser nuestra fortaleza en los momentos de dificultad.

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