martes, 7 de julio de 2020

Diferentes perspectivas nos pueden llevar a un mundo airado y de enfrentamiento pero sepamos aunar nuestra visión para ver cuánto de bueno podemos hacer


Diferentes perspectivas nos pueden llevar a un mundo airado y de enfrentamiento pero sepamos aunar nuestra visión para ver cuánto de bueno podemos hacer

Oseas 8, 4-7. 11. 13; Sal 113; Mateo 9, 32-38
Pudiera sucedernos que estuviéramos contemplando la misma cosa, el mismo hecho, pero no estuviéramos viendo lo mismo. La perspectiva desde donde lo miremos nos cambia el ángulo de visión y uno podrá estar viendo una lado que el otro no ve; esto que desde esa visión natural, desde esa perspectiva natural parece no tener mucha importancia sin embargo ante los acontecimientos de la vida, el actuar que los hombres vamos haciendo en la historia puede hacernos dar un cambio de visión mucho más radical.
Nuestras perspectivas pueden ser las ideologías, nuestra manera de pensar o de la forma que tenemos de ver las cosas, nuestros intereses particulares, los prejuicios que tengamos de antemano y de los que no nos liberamos tan fácilmente motivan esas diferentes maneras de ver la vida y hasta los enfrentamientos que podemos tener. No digamos nada cuando entran en juego nuestras opciones políticas, o cuando entran en juego nuestras expectativas económicas con todos los intereses asociados.
Hoy contemplamos en el evangelio como han llevado a un hombre poseído por un espíritu maligno que le impedía hablar. Jesús le libera de su mal y aquel hombre comienza a hablar; pero aquí vienen las distintas reacciones, mientras la gente sencilla que hay contemplado el hecho alaba y bendice al Señor por las maravillas que realiza Jesús, por su parte los fariseos llenos de malicia que no quieren admitir la obra de Dios en lo que Jesús realiza blasfeman diciendo que Jesús ha expulsado el espíritu maligno por obra del príncipe de los demonios. La gente sencilla que tiene el sentido de Dios sabe descubrir las maravillas del Señor, pero quienes tienen lleno su corazón de malicia y maldad todo lo verán desde la negrura de su espíritu.
Nos hace falta esa mirada limpia, necesitamos quitarnos esas lentes que nos ponemos en la vida y que nos distorsionan lo que vemos. Cuando nos pasa en nuestras relaciones con los demás, cómo nos cuesta aceptar lo bueno que hace el otro, siempre parece que tenemos que poner una objeción pero impulsados quizá por la malicia y la desconfianza que hay en el corazón. Son los enfrentamientos y las luchas que tenemos en la vida de cada día, es el que no querer respetar lo bueno de los otros, es el creemos tan engreídos que nosotros solos sabemos hacer las cosas y los demás no saben, es el espíritu desconfiado que nos lleva a la destrucción y a la ruptura, porque son las rupturas que nos creamos entre nosotros, los distanciamientos y la malicia que ponemos en nuestro corazón.
Y cuidado nos contagiemos de ese virus, porque vivimos en la sociedad en una continua tensión y las violencias se nos meten fácilmente en nuestras palabras y en nuestros gestos. Pareciera que tenemos que estar siempre airados y gritándonos unos a otros, no sabemos tener serenidad en nuestro espíritu para hacer las reclamaciones que quizá tenemos que hacer, porque es lógico que en la sociedad queramos las cosas mejor, pero seamos capaces de ver también los puntos de vista de los demás, busquemos el diálogo y el encuentro, pero desde la ira y la violencia difícilmente podremos llegar a ese necesario entendimiento que necesitamos en nuestra sociedad.
El evangelio de hoy nos daría para más consideraciones porque cuando Jesús ve aquella multitud que le busca y que le sigue, que se encuentran desorientados y como ovejas sin pastor nos está pidiendo que no nos podemos cruzar de brazos ni quedarnos solo en lamentaciones. Es nuestra tentación y la manera fácil que tenemos muchas veces de actuar, quedarnos en llantos y lamentaciones.
Nos enseña a rogar al dueño de la mies que envíe operarios a su mies, pero nos pide también que nos arremanguemos y nos pongamos manos a la obra, que seamos capaces de ir al encuentro de los demás con nuestro mensaje de paz y que busquemos ese entendimiento y esa armonía que tanto necesitamos para entre todos hacer que nuestro mundo sea mejor. Que vayamos encontrando esa perspectiva, como decíamos al principio, donde veamos lo bueno que podemos hacer, el respeto a la acción de los demás y la colaboración que a todos nos enriquece.

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