lunes, 13 de julio de 2020

Dejemos de edulcorar de una vez por todas las palabras del Evangelio y no temamos que la fidelidad y radicalidad con que queremos vivirlo nos complique la vida


Dejemos de edulcorar de una vez por todas las palabras del Evangelio y no temamos que la fidelidad y radicalidad con que queremos vivirlo nos complique la vida

Isaías 1, 10-17; Sal 49; Mateo 10, 34 – 11, 1
Ese hombre, esa persona parece que nunca puede estar en paz y tranquilo. Nos los encontramos en la vida social, gente inquieta que siempre está buscando qué hacer; gente que no soporta lo que considera injusto y que ante situaciones problemáticas no sabe quedarse quieto, no se puede quedar cruzado de brazos y allá andará removiendo cielo y tierra para buscar soluciones, para manifestarse en eso que considera injusto, para revelarse quizá frente a la hipocresía y a la falsedad de tantos o cuando se encuentran gente manipuladora quizá en responsabilidades de la vida social que solo buscan sus intereses o aumentar sus ganancias a costa de lo que sea. Pero estas personas no pueden quedarse con los brazos cruzados.
¿No nos suena esto con lo que le hemos escuchado decir hoy a Jesús en el evangelio? Ya sé que estas palabras de Jesús nos desconciertan y nos hacemos mil interpretaciones dulzainas porque nos parece que Jesús no quiere decir lo que realmente ha dicho. Y es que nos hemos hecho un cristianismo muy acomodaticio, donde queremos ir suavizando todo y tenemos que decir que tenemos miedo a los compromisos y aquellas situaciones en que nos veríamos con la vida complicada. Eso que nos dice Jesús de perder la vida para ganarla, le damos mil vueltas y hacemos nuestras interpretaciones muy suaves que muchas veces pueden estar muy lejos de lo que realmente Jesús nos quiso decir en el evangelio.
Y es que cuando nos tomamos en serio la vida, somos conscientes de tantas cosas que pasan a nuestro lado, tenemos que soportar situaciones injustas o vemos a tanta gente que sufre injustamente precisamente por nuestra cobardía, parece que no nos queda otra solución que la guerra. Así han surgido revoluciones y violencias, también hemos de reconocer, pero que no es el camino de la violencia por donde quiere Jesús que nosotros caminemos. Pero sí nos está diciendo Jesús no podemos tener paz, que no tendremos paz.
Y es que cuando nos comprometemos así en esa lucha por la verdad y por la justicia, por hacer un mundo mejor, y esto lo hacemos también desde el compromiso de nuestra fe y como exigencia del evangelio, es cierto que nos vamos a encontrar en nuestro entorno mucha gente que no va a estar de acuerdo, que prefieren seguir con su vida acomodaticia, que nos dirán que no es para tanto, que incluso tratarán con su influencia, por ejemplo, familiar de apartarnos de esos caminos y es ahí en este entorno cercano a nosotros donde vamos a encontrar los primeros enemigos. De eso es de lo que nos está hablando Jesús, de eso que nos puede parecer duro y cruel pero que sabemos bien que sucede así.
Por eso creo que tenemos que darnos cuenta de que no tenemos que endulzar las palabras de Jesús sino aceptar esa realidad y ser capaces de darnos y gastar nuestra vida por esa lucha por el bien y por hacer el mundo mejor, que no vamos a perder la vida, sino que vamos realmente a ganarla. Quizá nos encontremos en el mundo gente comprometida con su causa hasta perder la vida, y sin embargo los cristianos seamos tan timoratos y no vivamos con la misma radicalidad el seguimiento de Jesús y el Evangelio. Es triste que seamos tan poco comprometidos.
Ya sé que todo esto cuesta, se nos puede convertir en doloroso, algunas veces será una tentación para echarnos para detrás, pero hemos de saber sentir la fortaleza del Espíritu del Señor que es el que nos guía y nos fortalece, pero nuestra fidelidad a Jesús y al evangelio tiene que estar por encima de todo. Que en verdad el espíritu del Señor sea nuestra fortaleza.

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