domingo, 21 de junio de 2020

La luz y verdad del evangelio amplía los horizontes de nuestra existencia, dándonos trascendencia, disipando dudas y temores, sintiendo la fortaleza del Espíritu




La luz y verdad del evangelio amplía los horizontes de nuestra existencia, dándonos trascendencia, disipando dudas y temores, sintiendo la fortaleza del Espíritu

Jeremías 20, 10-13; Sal 68; Romanos 5, 12-15; Mateo 10, 26-33
Cuando éramos pequeños nuestros mayores querían que quitáramos el miedo y nos decían que los hombres no tienen miedo, que los hombres son valientes. Sé que lo hacían con la buena voluntad de que aprendiéramos a superar situaciones difíciles, el paso por lugares oscuros de la vida y al mismo tiempo superar o enfrentarnos a las dificultades que encontráramos, pero no sé si acaso ellos a pesar de sus palabras también ocultaban sus miedos y sus temores.
Es algo humano cuando tenemos que enfrentarnos a lo desconocido, cuando sabemos que vamos a encontrar dificultades que nos va costar superar, cuando incluso pensamos en el futuro de la vida lo que nos puede deparar, las circunstancias que vamos a encontrar o reconocer la debilidad que hay en nosotros mismos. Claro que tenemos que prepararnos para ello, saber encontrar una fortaleza interior que nos dé seguridad, tenemos unos recursos y no se trata solo de cosas materiales sino psicológicos y espirituales que no nos hagan perder la paz.
Ahora mismo en nuestra sociedad nos encontramos con muchas incertidumbres; hemos estado viviendo momentos difíciles que de alguna manera nos han cogido desprevenidos y con nuestros miedos en nuestro interior hemos tratado de ir sorteando dificultades. El temor a un contagio, la enfermedad, las dificultades de atención ante tanta improvisación por lo desconocido nos ha venido acompañando, pero seguramente las preocupaciones van cambiando y ya no es solo el temor a un contagio, sino la situación en que queda nuestra sociedad. Son preocupaciones que tenemos que afrontar, necesitamos algo en que apoyarnos, algo que nos de esperanza y fortaleza para seguir en este camino en que nos hemos visto envueltos. Y algo tiene que ver también nuestra fe, algo tenemos que saber encontrar en nuestra fe.
Las palabras de Jesús hoy en el evangelio si sabemos escucharlas allá en lo más hondo del corazón pueden ser luz en medio de nuestras oscuridades. Es cierto que estas palabras de Jesús en su intención primaria, por decirlo de alguna manera, era prevenir a los discípulos en las dificultades en que se iban a encontrar en la tarea del anuncio del evangelio y de su vivencia en medio del mundo. Iban los seguidores de Jesús a encontrar oposición, y más que oposición encontrarían también persecuciones que afectarían también a sus vidas. Y Jesús por tres veces en este texto que hoy hemos escuchado les dice que no tengan miedo.
El cristiano sabe que no se encuentra solo, que en la tarea que Jesús le ha encomendado del anuncio y testimonio del Evangelio cuenta siempre con la presencia del Espíritu del Señor que es su fortaleza. El discípulo de Jesús sabe que no es más que su maestro, y si a Jesús lo llevaron hasta la cruz el discípulo puede encontrarse también en ese camino. Hoy con la experiencia de la historia que también se vive en el momento presente de muchas formas sabemos las persecuciones con que nos vamos a encontrar. Y el cristiano sabe que lo de menos es que pueda perder la vida de su cuerpo, que lo importante es la fidelidad interior que ha de mantener en todo momento. Su seguridad y su fortaleza están en el Señor.
Es el testimonio claro que tiene que dar con toda su vida, con la fidelidad al mensaje que no puede callar, ocultar o disimular. La verdad del evangelio tiene que salir siempre a la luz. Y esa verdad del evangelio la tenemos que llevar reflejada en nuestra vida. Esa verdad del evangelio que amplía los horizontes de nuestra existencia, que llena de trascendencia nuestros actos y nuestra vida toda, que nos hace mirar a nuestro mundo con una mirada nueva para sentirnos también responsables de él, que nos da unos valores por los que luchar y que dan sentido a cuanto hacemos, unas nuevas actitudes ante los demás a los que miraremos con una mirada distinta porque son unos hermanos que caminan a nuestro lado.
Es la luz nueva que nos proyecta el evangelio, aunque enfrente encontremos otras luces que encandilan, que nos llaman la atención, que tratan de distraernos de nuestro camino, que van a tratar de oscurecer cuanto nosotros podamos hacer. Pero nos sentimos seguros en lo que hacemos, en el camino que queremos recorrer, en nuestra tarea y compromiso por hacer un mundo mejor. Y aunque mucha sea la tarea o muchas sean las dificultades no tenemos miedo; es lo que el Señor quiere inculcar hoy en nuestro corazón.
Todo esto que estamos reflexionando está haciendo referencia a todo lo que es nuestra vida y nuestra vida desde el sentido de Cristo cualesquiera que sea la situación que vivamos. Por eso ahora en estos momentos tiene que brillar fuerte esa luz del evangelio en la situación en la que encontramos. En nosotros no puede faltar la esperanza, porque sabemos de quien nos confiamos. Pero no es un optimismo ensoñador que nos haga perder contacto con la realidad. Es una esperanza viva porque tenemos que tener muy claro como tenemos que actuar.
Tenemos que ser los primeros en el compromiso, los que vayamos sembrando ilusión nueva y mucha esperanza en los que caminan a nuestro lado para hacer que nos sintamos fuertes; tiene que ser fuerte nuestro espíritu de solidaridad porque sabemos que apoyándonos juntos y sabiendo caminar de la mano los unos con los otros es como saldremos adelante y podremos alcanzar nuestras metas; tenemos mucho que luchar y luchar sin cansarnos, sin tirar la toalla, sin estar con ensoñaciones de lo que pudiéramos hacer sido sin estas circunstancias; tenemos que saber sacar todos los recursos de un espíritu que se siente fuerte; no podemos permitir que el derrotismo se nos meta por dentro porque sería el mejor camino para hundirnos.
Hoy nos habla Jesús de cómo el Padre bueno del cielo cuida de los pajarillos del cielo, como dice, que se venden por unos cuartos, cuánto más no cuidará de nosotros que somos sus hijos. Es la confianza de los que nos sentimos amados y queremos poner amor porque es el camino que nos salva, que nos lleva a la luz.

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