jueves, 25 de junio de 2020

Busquemos los verdaderos cimientos de nuestra vida que nos den fortaleza cuando nos vengan los temporales de las crisis y las dudas


Busquemos los verdaderos cimientos de nuestra vida que nos den fortaleza cuando nos vengan los temporales de las crisis y las dudas

2Reyes 24, 8-17; Sal 78; Mateo 7, 21-29
¿Cuáles son los cimientos sobre los que construimos y fundamentamos la vida? No es una pregunta baladí ni retórica. Es algo que toda persona ha de tener muy claro. No nos referimos, es cierto, a los cimientos de cualquier construcción o edificio en sentido físico o material, pero la imagen nos viene muy bien para pensar en nuestra vida.
Y es que una vida sin esos fundamentos es como un edificio construido a lo tonto y a lo loco sin ninguna planificación, sin ningún proyecto, porque cuando vamos a edificar algo, por supuesto valiéndonos de un técnico, haremos ese proyecto donde como base está ese terreno sobre el que vamos a edificar y la cimentación necesaria para su estructura. Si mi amigo arquitecto me estuviera oyendo me diría que en qué berenjenales me estoy metiendo que soy analfabeto en esas cosas.
Para así es la vida. No podemos ir a tontas y locas, sino que hemos de tener esa necesaria fundamentación para ese proyecto de nuestra vida, que serán nuestros principios, que serán las líneas que me voy marcando en lo que voy haciendo, que serán las metas que espero alcanzar, pero que tiene que ser eso hondo que llevamos dentro de nosotros mismos que nos dará fundamento y fortaleza.
Muchas veces nos encontramos nosotros mismos quizá, pero también lo observamos a nuestro lado, en tantos que parece que no saben a donde van, qué es lo que buscan en la vida, que pronto le vienen los cansancios y aburrimientos y les dan ganas de echarlo todo a rodar, que se sienten vacíos por muchas cosas que hagan, que da la impresión que falta esa fortaleza interior.
No nos podemos contentar con hacer cosas una detrás de otra como quien amontona aparatos o utensilios en su garaje pero que no sabe para qué los quiere. Tenemos que tener un motivo grande en nuestro interior que nos dé profundidad a lo que hacemos, pero que al mismo tiempo nos eleve a las alturas. Ese espíritu que hay en nosotros no nos permite que vayamos siempre arrastrándonos a ras de tierra, sino que tenemos que elevarnos, buscar esa trascendencia de nuestra vida, algo que en verdad nos dé sentido y profundidad.
Lo llamamos espiritualidad o le damos el nombre que queramos, pero tiene que ser esa fortaleza interior que necesitamos y que nosotros los que creemos en Dios en El buscamos y en El podemos encontrar. Pero ese ser espirituales es algo más que en un momento determinado porque nos veamos apurados acudamos a Dios pidiendo su ayuda. Esa espiritualidad nos hace estar siempre fundamentados en Dios para en El encontrar ese sentido y esa luz que necesitamos, pero también esa fuerza que El nos da con la presencia del espíritu para que podamos hacer nuestro camino.
De eso nos está hablando hoy Jesús en el evangelio. No basta decir ‘Señor, Señor’, sino que tiene que ser ese buscar a Dios en todo momento para descubrir su voluntad, su plan divino sobre nosotros, que no nos va anular nuestra humanidad, sino todo lo contrario, nos va a elevar mucho más y nos hará alcanzar la mayor dignidad.
Hoy nos habla Jesús de la casa edificada sobre roca o sobre arena. Según sea la cimentación que tenga cuando vengan los temporales podrá resistir o se verá arrasada. Muchas veces cuando nos vienen los temporales de los momentos de crisis y dificultades nosotros vamos a ver que también nuestra vida se nos arruina; algo nos ha faltado que le dé esa fortaleza a nuestra vida, es lo que tenemos que saber buscar.
¿Cómo tenemos presente la Palabra de Dios en nuestra vida? No puede ser algo que en un momento ocasional escuchemos, sino que tiene que ser algo que vayamos meditando, rumiando continuamente en nuestro corazón.

1 comentario:

  1. Mi parte preferida " que nos dé profundidad a lo que hacemos, pero que al mismo tiempo nos eleve a las alturas" con los cimientos del Señor, ¡qué hermosa enseñanza! ¡Abrazos!

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