sábado, 30 de mayo de 2020

Lo importante es estar dispuesto a seguirle, aunque muchas preguntas se agolpen en la cabeza y muchos temores haya en el corazón, no nos faltará la fuerza de su Espíritu


Lo importante es estar dispuesto a seguirle, aunque muchas preguntas se agolpen en la cabeza y muchos temores haya en el corazón, no nos faltará la fuerza de su Espíritu

Hechos de los apóstoles 28, 16-20. 30-31; Sal 10; Juan 21, 20-25
Al amigo lo apreciamos, queremos contar con El y al tiempo queremos hacernos presente en su vida como un buen compañero que comparte camino, sentimos como propias sus preocupaciones y al mismo tiempo queremos ser estímulo en su camino pero siempre dejándolo ser él. La confianza de la amistad no nos da derecho a entrar irrespetuosamente en su vida e influir de tal manera que queramos hacerlo tan semejante a nosotros que de alguna manera le robemos su propia identidad. Por eso es tan importante el respeto para dejar caminar libremente al amigo en sus propias decisiones  y realizando su propio camino en el que no tenemos por qué entrometernos.
No podemos ser influencia que coarte, no podemos ser causa de merma de su propia autoestima, sino con todo respeto ser aliciente y estímulo para que realice su propio camino. Ya sé que nuestro pecado es muchas veces querer meternos en todo restándole o mermándole hasta su propia intimidad, sus propias decisiones y su propio camino. Tenemos que dejar caminar mientras nosotros hacemos también nuestro propio camino en el que no queremos que nadie se nos entrometa. Aunque algunas veces lo hagamos con la mejor buena voluntad, con la mejor intención.
Me viene a la mente toda esta reflexión con que he introducido el tema de hoy contemplando el evangelio que hoy se nos propone. Nos damos cuenta que ya es el final del evangelio de Juan y que es una continuación de la pesca milagrosa en el mar de Galilea después de la resurrección y de la confesión de amor de Pedro a Jesús cuando llega a sus pies, como ya ayer comentábamos. Ha habido un diálogo de una intimidad grande de Pedro con Jesús y éste le ha seguido confiando la misión de pastorear a sus ovejas como un día le había prometido de hacerlo piedra sobre la que se fundamente su Iglesia. Las malas experiencias de Pedro a la hora de la pasión de Jesús con sus dudas y negaciones no han sido razón para que Jesús no siga confiando en él.
Cuando la conversación va tocando a su fin Pedro se da cuenta de que por allí cerca está el llamado discípulo amado. Se nos recuerda en el texto incluso el hecho de que estuviera recostado sobre el costado de Jesús en la cena pascual y por eso le hiciera la pregunta de quién era el que lo iba a traicionar. Pedro que se siente sobrecogido por lo que le ha dicho Jesús ve como un escape de su emoción el interesarse por su amigo y compañero, Juan, que tantas cosas han compartido juntos con el Maestro. Si para mí me tienes reservado todo esto, parece decirle Pedro a Jesús, y para éste, refiriéndose a Juan, ¿qué?
Y es la frase de Jesús que sería mal interpretada por los discípulos Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme’. Elude Jesús la pregunta de Pedro pero le dice que para él ahora es importante seguirle. ¿Qué llegará un momento que ni podrás ceñirte por tí mismo o no podrás ir a donde quieras? Otro te ceñirá, otro guiará tus pasos, pero para tí lo importante es seguirme, parece decirle Jesús.
Seguirle, aunque el camino se haga oscuro en ocasiones; seguirle, aunque signifique también hay que beber de su mismo cáliz; seguirle, aunque no sea comprendido por los demás que lo verán como una locura; seguirle, dejando que se abran caminos nuevos, amplios horizontes que nos hagan salirnos de la rutina de siempre, nuevos campos de trabajo no siempre fáciles pero en los que hay que labrar bien el terreno para sembrar la semilla, un mundo diverso y que algunas veces nos pueda parecer sofisticado que nos cueste entender pero que es donde tenemos que sembrar y pastorear. Lo importante es estar dispuesto a seguirle, aunque muchas preguntas se agolpen en la cabeza y muchos temores haya en el corazón. Seguirle, porque por El hemos de estar dispuestos hasta a dar la vida, como el mismo Pedro prometiera un día. Seguirle porque El nos quiere hacer pescadores de otros mares y en El hemos puesto toda nuestra confianza. No nos faltará la fuerza de su Espíritu.


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