viernes, 24 de abril de 2020

Si en aquella ocasión no se hubiera valorado el gesto de aquel chiquillo que ofreció lo poco que tenía no se hubiera realizado el milagro de la multiplicación de los panes



Si en aquella ocasión no se hubiera valorado el gesto de aquel chiquillo que ofreció lo poco que tenía no se hubiera realizado el milagro de la multiplicación de los panes

 Hechos de los apóstoles 5, 34-42; Sal 26; Juan 6, 1-15
¿Dónde estaba la intendencia que supuestamente tenia que preocuparse de que a aquella aglomeración de gente que se había reunido en torno a Jesús tuviera lo suficiente para su subsistencia y para atender las necesidades o accidentes que se pudiera producir ante tanta gente reunida? Si fuera hubiera sido hoy el  hecho que nos narra el evangelio ya estaríamos pidiendo responsabilidades de todo tipo, exigiendo o buscando culpables de la no atención a esas contingencias que podrían surgir.
Hoy lo queremos tener todo preparado y previsto, y está bien que tengamos responsables previsiones, pero quizá habría que mirar también por otro lado en la responsabilidad de cada uno y también hacer surgir los movimientos solidarios que ayuden a la buena convivencia y a la paz que entre todos hemos de vivir, pero antes hemos de construir.
No pretendo hacer comparaciones entre unas situaciones y otras pero si es bueno reflexionar quizá en lo que cada uno puede aportar, debe aportar para el bien común en todo momento. El que confiemos unas responsabilidades a unos dirigentes no nos hace desentendernos por nuestra parte y no solo es la crítica y condena de lo que tenemos que preocuparnos sino también de todo lo que nosotros podemos aportar.
Pudiera parecer que nos estamos alejando del evangelio que hoy se nos propone, pero ni mucho menos. La gente con fe había acudido a Jesús. Le llevaban sus enfermos, acudían todos los que sentían algún tipo de sufrimiento porque ya había corrido la noticia de que en Jesús encontraban no solo cura para sus enfermedades, sino también la paz de los espíritus que tanto necesitaban. ¿Esos poseídos de espíritus inmundos de los que nos habla el evangelio no nos estarán queriendo hacer referencia a todo ese sufrimiento en el espíritu que de una manera u otra tantas veces padecemos?
Venían y querían escuchar a Jesús, estar con Jesús, seguir sus pasos porque sus vidas se llenaban de una esperanza nueva cuando estaban con El. No se terminaban de aclarar quien era en verdad Jesús y hasta querrán hacerle rey, buscando quizá un solucionador de problemas, pero podíamos decir que ciegamente seguían a Jesús y hasta se olvidaban de sus necesidades más perentorias.
Ahora están allí en lugares poco menos que desérticos, lejos de cualquier población y la intendencia se ha acabado, lo que provisoriamente algunos quizás habían llevado ya lo tenían agotado. Es Jesús el que pregunta, ¿dónde podremos comprar pan dar de comer a tantos? Ni con doscientos denarios de pan, si hubiera donde comprarlo, bastaría para dar de comer a tanta gente.
Hay algo que comienza a surgir, la inquietud de los más cercanos a Jesús que seguramente se fue contagiando a unos y otros, para tomar conciencia de la situación, para encontrar solución a los problemas que se presentan, para hacer surgir buenos sentimientos en aquellos que quizá en su despreocupación no habían pensado en los problemas que se planteaban. Y es cuando aparece Andrés diciendo que por allí hay un muchachos con unos cuantos panes y peces, pero, ¿qué es eso para tantos como están allí reunidos?
No podemos resolver los problemas  y nos cuesta encontrar vías de solución. Nos quejamos quizás que somos muchos, pero que no tenemos a mano lo suficiente para llegar a todos, y decimos que no somos capaces o nuestro mundo ya no está en condiciones para poder abarcar a las necesidades de todos, y como siempre tenemos la tentación de las culpas porque cuando culpamos a los otros nos las quitamos de encima como si no tuviéramos ninguna responsabilidad; siempre miramos para atrás o miramos para otro lado, pero nos cuesta tanto valorar lo poquito que otros han podido hacer o han podido ofrecer, pero nosotros tampoco es que pongamos gran cosa. Que son cosas que nos están sucediendo todos los días, que son cosas, actitudes, posturas que estamos viendo ahora mismo con los problemas que tenemos.
Si en aquella ocasión no se hubiera valorado el gesto de aquel chiquillo que ofreció lo poco que tenía no se hubieran alimentado tantos ni hubiera sobrado tanto pan que podía remediar situaciones semejantes en otra ocasión. Jesús quería que no se desperdiciara nada. Y cuantos desperdicios producimos cada día en nuestra sociedad.
Ahí está el hecho del evangelio con tantas lecciones para lo que hoy nos sucede. Pero no olvidemos que en medio de todo esto está Jesús. Habremos cerrado ahora las iglesias por los peligros de contagios, pero Jesús sigue estando ahí, el poder y la gloria del Señor se manifestarán. No olvidemos la intendencia que Jesús nos tiene preparada. Tengamos fe y tengamos esperanza.

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