domingo, 5 de abril de 2020

Con la óptica del amor manifestado en Jesús hacemos hoy la lectura de la pasión y miramos a nuestro mundo y sus sufrimientos, angustias, miedos e incertidumbres



Con la óptica del amor manifestado en Jesús hacemos hoy la lectura de la pasión y miramos a nuestro mundo y sus sufrimientos, angustias, miedos e incertidumbres

 Isaías 50, 4-7; Sal 21; Filipenses 2, 6-11; Mateo 26, 14 – 27, 66
La celebración de este domingo comienza con aires de triunfo y cantos de victoria pero siempre con el telón de fondo de la pasión y de la muerte. Todo tiene aires de pascua aunque a este domingo lo llamemos de pasión y la pascua la reservemos para el domingo de la resurrección. Pero tiene aires de pascua, porque es el paso del Señor.
Decimos que tiene aires de triunfo pero sin embargo los signos que acompañan son bien humildes y sencillos, porque simplemente es el pueblo sencillo, son los niños los que aclaman los hosannas en honor de Jesús y toda la expresión de una entrada triunfal es sin embargo en un humilde borrico con los mantos de la propia gente no ya como colgadura sino como alfombra. Sin embargo, decimos y con toda razón, entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
El triunfo no estaba solo en aquel momento que seria simplemente algo ocasional motivado por las noticias que llegaban de lo sucedido en Betania días atrás y por eso las gentes sencillas que caminaban a Jerusalén para la pascua, unen sus cantos de alegría por la llegada a la ciudad santa que todo peregrino experimentaba con las noticias que les llegaban de Jesús y su aclamaciones - ¿no serian principalmente galileos que tras la bajada del Jordán ahora a través del monte de los olivos llegaban a Jerusalén? – eran para Jesús al que consideraban muy suyo, el profeta de Galilea.
Pero el triunfo verdadero iba a estar en todo lo que en los próximos días sucedería en Jerusalén con el prendimiento de Jesús, su pasión y su muerte en la cruz. Son las sorpresas de Dios aunque parezcan incongruentes a los ojos de los hombres. Era lo que Jesús mismo había enseñado a sus discípulos y ahora se hacia realidad profunda en El mismo. ¿Quién sería grande e importante? El que se hiciera el último y el servidor de todos, había enseñado Jesús.
Aquí estaba ‘el que siendo de condición divina… se despojó de su rango… y tomó la condición de esclavo…’ que nos hará reflexionar san Pablo con aquel himno de las primeras comunidades cristianas. ‘Y se humilló a si mismo, pasando por uno de tantos, hecho obediente hasta la muerte y una muerte de cruz’, que continuará diciéndonos el apóstol. Ahí está el verdadero camino del triunfo, ahí tienen que sonar los cantos de victoria. Lo estamos contemplando, lo hemos celebrando en este domingo. Y como concluye el himno que nos transmite san Pablo ‘por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre’.
Con esa óptica escuchamos hoy la lectura de la pasión. Es la óptica del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Es la óptica del amor de quien se humilló y se entregó obediente hasta la muerte. Es la óptica que va a dar sentido al sufrimiento porque es ofrenda de amor. Será la óptica a través de la cual nosotros tenemos que mirar nuestro mundo y sus sufrimientos, las circunstancias concretas que vivimos y también ¿por qué no? las angustias de tantos a nuestro lado, y nosotros mismos también, llenas de incertidumbres y hasta desconfianzas. Es la óptica con la que tenemos que vivir también esta semana santa tan especial que quizá a muchos desconcierte y hasta la pueda hacer llenar de dudas su corazón.
Seguimos hablando de triunfo y de victoria aunque esas amarguras que llevamos en el alma parezca que nos impiden cantar. Pero aunque no tengamos solemnes celebraciones ni pomposas o devotas procesiones nosotros sí queremos estar celebrando el misterio de Cristo con el mismo entusiasmo y con la misma fe desde el fondo de nuestro corazón. Nuestra confianza la tenemos puesta en el Señor.
Para los que seguían a Jesús todo aquello que sucedía en Jerusalén con Jesús y que de alguna manera les atañía a ellos también, pudiera ser que les aparecieran muchos temores y muchas angustias, en cierto modo hasta podían desconfiar si había merecido la pena aquello de seguir a Jesús, de ser su discípulo. Podían haber tupidos velos de duda y de temor que en cierto modo les obligaron a encerrarse en el cenáculo. Pero allí aún seguían esperando. Aunque no habían entendido muy bien lo que Jesús les había anunciado una y otra vez, El les había hablado de resurrección, de que al tercer día el Hijo del Hombre resucitaría. Y allí los encontraría Jesús en la tarde de la resurrección.
A pesar de todos los pesares de los momentos que vivimos nosotros queremos tener puesta toda nuestra fe, toda nuestra confianza en el Señor, en la Palabra de Jesús. Y estando incluso como estamos, teniendo también que estar encerrados en el cenáculo de nuestras casas, nosotros seguimos confiando, nosotros seguimos teniendo en nuestro corazón esos cantos de triunfo con los que iniciamos la semana santa con la entrada triunfal de Cristo a Jerusalén.
No nos pueden faltar esos ‘hosannas’ en nuestro corazón para que podamos llegar al ‘aleluya’ de la resurrección. Será el domingo de pascua, pero pensemos que pascua estamos ya viviendo porque a través de todo esto el Señor sigue pasando por en medio de nuestra vida, el Señor sigue caminando junto a nosotros. Signos son de esa presencia de Dios en medio nuestro son tantos que se están dejando la vida en estos días para atendernos en multitud de servicios, o están cuidando de los que están pasando por este azote del virus o se ven incluso abocados a la muerte. En ellos, en unos y en otros, llega también Dios junto a nosotros para que podamos tener vida de la mejor y en plenitud.

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