miércoles, 4 de marzo de 2020

Seamos capaces de leer nuestra historia personal que también ha sido para nosotros una historia de salvación y nos sintamos así impulsados a dar respuesta al Señor




Seamos capaces de leer nuestra historia personal que también ha sido para nosotros una historia de salvación y nos sintamos así impulsados a dar respuesta al Señor

Jonás 3, 1-10; Sal 50; Lucas 11, 29-32
En la vida no podemos ir con los ojos cerrados para no tener en cuenta la realidad de los acontecimientos que vamos viviendo o que suceden en nuestro entorno. Todo cuanto sucede el hombre de provecho intenta hacer una lectura de ello porque de ello quiere aprender, siempre hay algo nuevo que podemos descubrir, que nos abre horizontes, que nos hace comprender la vida misma que vivimos. No nos encerramos en nuestra autosuficiencia sino que con ojos atentos leemos la vida para sacar lecciones para nuestro vivir, para enriquecer nuestra vida misma. Una forma de crecer y de madurar como personas.
Pero al mismo tiempo miramos la historia, porque aunque sean acontecimientos acaecidos en otra época y en otras circunstancias, sin embargo también hay algo que tenemos que aprender de lo sucedido a otros y en otros tiempos. Leer y estudiar la historia no es simplemente recordar unos hechos, hacer memoria de unas fechas, acontecimientos o personajes, pero quedarnos en una mirada a la lejanía que pareciera que ahora nada tiene que decirnos. Ahí encontramos ejemplos y hasta podemos ver reflejados los hechos que ahora nos suceden porque en fin de cuentas el ser humano es el ser humano aunque sean distintas las circunstancias históricas que cada uno vivamos.
Si el hombre creyente sabe discernir la presencia de Dios en el ahora de nuestra historia, de la misma manera mira esa historia y trata de descubrir también ese actuar de Dios en aquellos acontecimientos que la historia nos relata. Para el creyente verdadero toda historia es de alguna manera una historia de salvación, lo fue para las personas de aquellos tiempos, como lo es ahora para el momento que vivimos, pero en la historia de la salvación siempre veremos ese actuar de Dios que ahora nos enseña también.
Es lo que vemos reflejado en la Biblia, lo que podemos y debemos leer en los antiguos acontecimientos viendo ese actuar de Dios que a través de todos los tiempos nos está manifestando su amor. Y en el actuar de aquellas personas que vivieron aquellos antiguos acontecimientos, con la respuesta que en cada momento daban podemos aprender para la respuesta que nosotros ahora hemos de dar. Qué importante es la lectura de la Biblia, entonces, para nosotros, porque ahí está contenido todo lo que ha sido la voluntad de salvación de Dios para con la humanidad expresada y vivida en cada momento de la historia.
Me hago esta reflexión viendo cómo Jesús hoy en el evangelio quiere enseñar a la gente de su tiempo a hacer esa lectura de la historia de la salvación que nos vale para nosotros también. En aquella obsesión de los judíos de estar pidiendo continuamente pruebas que les llevaran a creer y aceptar a Jesús – obsesión que podemos decir que tenemos nosotros también que de la misma manera estamos siempre el milagro que nos dé las pruebas para creer – Jesús les dice que no se les dará más signo que el de Jonás. Les hace leer de nuevo, podríamos decir, aquel acontecimiento de la historia reflejado en la vida del profeta para que descubran cual ha de ser la respuesta que ellos ahora también han de dar.
Jonás, aunque renuente al principio de ir a Nínive a predicar la conversión, cuando al final se decide a responder a la misión que Dios le ha confiado, se encuentra con un pueblo que escucha la voz del profeta y se convierte de corazón al Señor. Por eso les dice que en los tiempos finales las gentes de Nínive se volverán en contra de los judíos de la época de Jesús, porque ellos escucharon la voz del profeta y ahora tenían a alguien mayor que aquel profeta que era Jesús mismo y sin embargo no lo escuchaban.
Y nosotros, ¿qué respuesta damos hoy a la llamada que nos hace el Señor? Creo que esta Palabra de Dios que se nos está proclamando cuando apenas hemos comenzado este tiempo de Cuaresma es una fuerte advertencia para que también en estos cuarenta días – como en los tiempos de Jonás en Nínive – recapacitemos, seamos capaces de leer nuestra historia, la historia de nuestra vida, que también para nosotros es una historia de salvación y demos respuesta a la llamada del Señor.
Recordemos, sí, nuestra historia, nuestra vida, cuanto nos ha sucedido, cuántas veces en nuestros problemas y angustias invocamos al Señor y si hoy estamos aquí es porque el Señor en su amor misericordioso estuvo a nuestro lado y pudimos seguir el camino de nuestra vida. El recuerdo de esas gracias que a lo largo de la vida hemos recibido del Señor, tendrían que motivarnos ahora a una autentica conversión al Señor. Es el camino de la Cuaresma que hemos de recorrer para llegar a la Pascua.

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